(Recordando a Rafael Sánchez Ferlosio y a sus siempre vigentes pecios)
Cartas (notas) prescindibles, reflexiones al hilo de lo que sucede (principalmente en España)....
(Recordando a Rafael Sánchez Ferlosio y a sus siempre vigentes pecios)
Para comenzar, destacaría en el mensaje de Felipe VI de esta Navidad de 2021, un claro intento de búsqueda de un lenguaje más sencillo, coloquial y directo como forma de alejarse del estilo impostado que suele ser el aroma de fondo en este tipo de mensajes institucionales: se ha buscado y creo que algo sí se ha conseguido al respecto; no es que se hayan evitado mayormente las habituales obviedades buenistas de fondo pero, al menos, se han emitido en forma más ligera y natural; es cierto que no es fácil que el representante de una institución medieval como es la monarquía embuta su mensaje (nunca se sabe muy bien si ordena, aconseja, o sugiere desde su real altura) en un lenguaje moderno, si no es para camuflarse y hacer olvidar esos orígenes (u otros más recientes).
Pero, si nos olvidamos de la forma y analizamos el contenido -obviando el mencionado buenismo inicial respecto a las víctmas de la erupción del volcán de La Palma y el posterior recordando a las de la pandemia CoVid19, y la constatación de que, como consecuencia, ha aumentado el número de personas en situación de vulnerabilidad- y nos detenemos en las respuestas a su propia pregunta retórica sobre qué hacer frente a un escenario lleno de incertidumbres y contrastes, vemos que sus propuestas -genéricas, como siempre- se basan en más democracia y más Constitución, principalmente lo segundo: según él la Constitución merece respeto, reconocimiento y lealtad, y esa triple solicitud entiendo que debería ser universal; quiero decir, basada en el respeto y la lealtad que supondría por parte de las instituciones esforzarse en asegurar un cumplimiento íntegro de todos los artículos de la Constitución, incluídos los relativos a los derechos y libertades de los españoles; el reconocimiento vendría entonces por sí solo, sin necesidad de solicitarlo. Y sobre lo primero, la democracia, quizá no sea él la figura institucional más indicada para aconsejarla, dados sus ya mencionados orígenes.
Pero vamos, que somos buenísimos y que hay que seguir adelante porque la Historia nos enseña que los españoles hemos sabido cómo reaccionar y sobreponernos ante las adversidades; pues sí, sería un caso de estudio el averiguar cómo hemos logrado sobrevivir a siglos de mal gobierno, como ya señaló Azaña.
Eso sí: a su padre, el rey emérito, ni mentarlo; ya ni siquiera, como el pasado año, una vaga alusión a principios éticos y morales por encima de cualquier consideración, incluso de las personales y familiares: los redactores habrán decidido que eso ya no se lo cree nadie.
Por otra parte, ni la propia Transición del 78 ni su producto estrella, la Constitución, fueron de factura interna, tal y como una y otra se vendieron con posterioridad repetidamente hasta la saciedad; la primera fué un invento estadounidense -de la CIA, concretamente- con la colaboración del CESED, el servicio de inteligencia organizado por Carrero Blanco (el mismo CESED que se encargó de los pasaportes de Felipe González y de los que se hicieron cargo del nuevo PSOE, liquidando a los dirigentes históricos de ese partido en Suresnes), y financiado con dinero procedente de la socialdemocracia alemana como ya hay quien ha documentado; la milagrosa Transición no fué tal, si no una más de las maquinaciones intervencionistas de la CIA en cuanto a la manipulación de regímenes políticos en diversos países del mundo respondiendo exclusivamente a intereses de la geopolítica estadounidense: el mismísimo Jefe del Estado, Juan Carlos I, producto de tal manipulación, irá a agradecerlo personalmente al Congreso de EE.UU. en Junio de 1976, tal y como los procónsules de las provincias del imperio romano iban a informar puntualmente ante el Senado en Roma. De la segunda, sólo recordar que es reconocido que la Constitución del 78 tiene su mayor inspiración -por decirlo elegantemente- en la Constitución alemana de 1949 (ellos la denominan Ley Fundamental (Grundgesetz)); hasta el tan manoseado artículo 155 es copia casi íntegra -y las modificaciones incorporadas aquí contribuyeron a hacerlo mucho más ambiguo- del artículo 36 de la vigente Constitución alemana.
En todo caso, visto a día de hoy -por ejemplo- el impresentable estado del funcionamiento de la Justicia en este país y lo olvidados -por inaplicados- que permanecen los artículos de la Constitución del 78 referidos a los derechos y libertades de los españoles, me da pie a plantearme de nuevo, como hace cinco años, ¿qué celebramos realmente hoy, 6 de Diciembre, día de la Constitución?
En el antiguo carnaval danés (Fastelavn) se metía un gato negro en un tonel de madera que se golpeaba con garrotes; cuando el tonel se rompía el gato huía despavorido: era señal de que se había ahuyentado la maldad y la oscuridad; ojalá tener una Constitución fuera la mitad de efectivo.
Ignoro si Sánchez Ferlosio se basó realmente en Confucio para este pecio, lo dudo, porque ese Confucio parece de idiosincrasia bastante española, en general, y de una estirpe muy real, en particular.
Además de (1) bondadosa templanza habitual, propensión a dejarse guiar, o a fallar, por el sentimiento del deber o de la conciencia, más bien que por las prescripciones rigurosas de la justicia o por el texto terminante de la ley ó (2) Justicia natural, por oposición a la letra de la ley positiva ó (3)disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que se merece, que el diccionario de la RAE nos informa que puede ser la equidad, parece que también puede atribuírse al pensamiento del Confucio de Sánchez Ferlosio. Y es que hay Virtudes y virtudes.
Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia
noto que, conforme pasan los años, más me gustaría comenzar la petición por el final; puestos a pedir le veo más sentido a tener la suficiente sabiduría para poder diferenciar, en primer lugar, entre lo que pudiera intentar cambiar y lo que no, sobre todo porque me he ido convenciendo de que lo segundo es mucho más abundante que lo primero -el hombre lleva prácticamente toda su existencia como especie intentando cambiar esencialmente algo en sus relaciones sociales, sin que los resultados hayan sido especialmente destacables- y me parece mucho más eficiente, teniendo eso en cuenta, descartar todo aquello a lo que no merece la pena dedicar ningún esfuerzo por resultar inútil -la mayoría de las cosas- y maximizar la rentabilidad del valor del que pudiera haber hecho acopio para dedicarlo a los cambios posibles (una confortadora -por exigua- minoría de asuntos); finalmente la serenidad de la aceptación vendría por sí sola, sin necesidad de ser concedida como una gracia.
Y, más importante: también he llegado a la conclusión -por diversos motivos concomitantes y razonados- de que alguien con tal poderío y supuestamente ocupado personalmente de mi bienestar como para que pudiera concederme un paquete tan completo y excelente probablemente no exista, con lo cual he decidido ahorrar el tiempo dedicado al rezo ocupándolo en ir haciendo lo que buenamente pueda por mis propios medios en el orden mencionado.
Por otra parte, decía Freud que existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo; habida cuenta de que los idiotas son clara mayoría (Cipolla lo estableció específicamente en la primera de las Leyes Fundamentales de la estupidez humana: Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo, [lo que] impide la atribución de un valor numérico a la fracción de personas estúpidas respecto del total de la población; cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación) y de que la primera es la única de las dos maneras de ser feliz que implica una decisión opcional por mi parte -la segunda sería automática-, entiendo que me ha llegado -puede que demasiado tarde- el momento de elegir entre intentar ser sabio, valiente y sereno o ser feliz. Y que nadie crea que lo segundo, por sí sólo, es sencillo; dada esa mencionada mayoría de idiotas, es bastante probable que se dé el caso de idiotas que, creyéndose minoría, esté intentando hacerse más el idiota; ¿habría algo más patético? Y he dicho elegir porque ser simultáneamente sabio -aún sin valentía ni serenidad- y feliz me parece difícil hasta la imposibilidad. Aun releyendo con constancia budista, como si fueran mantras, las Cartas a Lucilio de Séneca.
El último de toda una serie de ignorantes o despistados -tontos, pero pretendidamente no malos- es Ignacio Cosidó, director general de la Policía Nacional en la etapa de Jorge Fernández Díaz en el Ministerio del Interior y Mariano Rajoy como presidente del gobierno, quien ha reiterado en el Congreso lo que ya dijo ante los tribunales respecto a la constitución de un dispositivo policial al margen de la investigación judicial para el espionaje al extesorero del PP, Luis Bárcenas, en la denominada operación Kitchen, es decir, que el no sabía nada del tema: Puede parecer curioso, pero es la verdad, ha manifestado Cosidó, quien ha reiterado explícitamente que ni trató con el comisario jubilado José Manuel Villarejo ni conoció nada sobre el uso de fondos reservados, ni la disposición de recursos policiales de la Unidad Central de Apoyo Operativo (UCAO) que dirigía Enrique García Castaño para hacer seguimientos al entorno de Bárcenas; vamos que él no se enteraba de nada de lo que constituía la acción policial de un importante dispositivo policial a sus órdenes directas. Rizando el rizo ha manifestado igualmente que ni se me informó ni se me tenía que informar, los funcionarios tienen la obligación legal de guardar secreto; pues ya estaría con ésto -según él- visto para sentencia: él no se enteraba de nada porque no se debía enterar para preservar el máximo secreto de las actuaciones policiales. Y si era secreto para él mismo, no digamos lo que debería ser para el resto de la ciudadanía, por lo que tampoco sabremos a ciencia cierta si han existido vertidos radiactivos -y de qué gravedad- de la central nuclear de Springfield, mas allá de las inevitables sospechas y deduciones lógicas.
Lo dicho, nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez, según el principio de Hanlon. La prueba, una vez más, de que son mucho más peligrosos los tontos que los malos. Que lo son -tontos- aunque ellos se crean que sólo se lo están haciendo para salir del paso, ocultando sus torpes miserias. Curioso no, increíble -y difícilmente verdad, o sea, falso- es lo que parece.
-¿Qué tal está Gutiérrez? (era uno de los motes del rey Alfonso XIII)
-Muy mal, chico. Le están dando purgantes, pero no mejora.
-No serán buenos. Yo le daría uno que lo arreglaría todo.
-¿Y cuál sería?
- Sal de España.
...una variante:
-¿Saben ustedes cuál es el jabón que prefiere el rey Alfonso?
-Sales de España
... un siglo después.
Y viene su poética reflexión -también- a cuento de la muerte, el punto final en la vida de todos y cada uno de nosotros, esa circunstancia que aún siendo siempre conocida es considerada generalmente imposible -incluso puede que inexistente- en la juventud para, según vamos acumulando años -muy poco a poco o no, según dónde, cuando y cómo lo midamos- ser considerada, cada vez más próxima y cierta, inevitable, en resumen.
Quia pulvis es, et in pulverem reverteris; resulta ser que en la visión bíblica de la existencia humana es la maldición de Dios a Adán tras su expulsión del paraíso la que, en un pack completo, le condenó a él y nos condenó a todos sus descendientes en trabajadores sudorosos conscientes de su desnudez e inevitablemente mortales, recordándonos además que sólo somos polvo (barro si concurre el agua); lo cierto es que tienen mérito los creyentes en un Dios tan dominante, colérico y vengativo: total por una mezcla de curiosidad y hambre al comerse una manzana caprichosamente -o no- prohibida. Lo del sudor logran evitarlo unos pocos privilegiados para los cuales trabajamos el resto más de lo que justamente nos correspondería, pero lo de finalizar hechos polvo es total e inexcusable para todos, también para los privilegiados cuya única ventaja teórica es que, sin sudor, no acabarían en barro; lástima que esos privilegiados, debido a ciertas condiciones anejas a su estatus, naden con anterioridad habitualmente en el fango y acaben formando parte de él.
Por mi parte el único consuelo -y pequeña venganza apriorística- es que al igual que yo se convertirán en polvo las miríadas de tontos que constituyen gran parte de la humanidad (a las que, por qué no reconocerlo humildemente, quizá yo pertenezca).
La Constitución, la Carta Magna, resulta que para la mayoría es como el coñac de marca similar que vemos como otros -los de siempre- beben, pero que parece estar vetado para nuestros labios: los artículos importantes y que resulta vital defender a ultranza suelen ser los que no nos afectan.
El hecho es que renombrar una marca comercial suele tener como una de sus causas principales hacer olvidar la mala reputación y pretende, sin disimulos, que creamos que lo mismo es distinto al cambiarle el nombre, así por ejemplo Gas Natural Fenosa pasó a ser Naturgy, algo como más molón, internacional y hasta ecológico; en palabras del padrino de este bautizo, Francisco Reynes, la compañía necesitaba una denominación que demuestre
la aspiración internacional y que se reconozca como una empresa
energética. Pues nada, así quedó ya la empresa energizada e internacionalizada. Más recientemente Facebook se ha convertido en Meta (en realidad Facebook será una parte de Meta, pero este útimo nombre diluye parte de las últimas actuaciones de Facebook con las que ha conseguido una reputación nada envidiable: meta difícil, me parece).
Pero no son sólo las empresas las preocupadas por el mercado, también los partidos políticos -concretamente el mercado del voto, en éste caso- y así se suelen producir refundaciones -fundamentalmente el cambio de nombre- que hagan olvidar la mala fama y la corrupción demostrada que quedan asociadas frecuentemente a ciertos partidos como el mal olor permanente queda impregnado en ciertos profesionales que manipulan mercancías o alimentos malolientes; así, por ejemplo, Convergencia i Unió (CiU) pasó a denominarse primero CDC (sin Unió) y finalmente Partit Democratic de Catalunya (PDeCat) utilizando en el camino una serie de denominaciones utilitarias y coyunturales (Junts pel Sí, Convergents, etc.) que habría que seguir con un gráfico para no perderse -el propósito nada oculto de las sucesivas denominaciones- y que hagan olvidar que el PDeCat es esencialmente el mismo partido que el protagonista del caso 3%, pardigma de la corrupción política, patrón y referencia del porcentaje del impuesto utilizado casi generalmente en estos casos (y del que muchos estaban al tanto, ya hace más de quince años). Por cierto, el monto final a pagar -por todos nosotros- excede bastante del 3% inicial, debido a la cantidad de intermediarios avariciosos y costes sobrevenidos durante el proceso; la corrupción no es barata.
De la refundación
de AP en PP ya hace bastante tiempo y, de hecho, nunca se habla de la
corrupción en AP aunque muy posiblemente también la hubiera con anterioridad
al caso Naseiro; pero si ya han prescrito muchos de los delitos del PP de los de AP no quedará ni registro. En todo caso, el Partido Popular ya va tarde para su correspondiente aggiornamiento; no sé si por la pura prepotencia de saberse pilar imprescindible del sistema -una de las dos patas del bipartidismo; lo del PSOE para otro día- o por esa ignorancia roñosa, cutre y despreciativa propia de la derecha española, tan querida del PP. Pero ahora, tras una sentencia que confirma la existencia en su partido de una -una más- de las cajas B o de dinero negro procedentes del porcentaje retentivo variable -el 3% como orientación inicial- a aplicar a empresarios que se prestan a entrar en ese mercado negro que proporciona tan gustosos dividendos a ambos -empresarios y partidos- procedentes de los fondos públicos suministrados por la mayoría de los españoles, yo creo que es hora de que en el PP se planteen su propia refundación. Ya en su día apunté algunas ideas que les cedo gratis, sin pedir porcentaje de derechos de autor, ya que parece ilusorio pretender lo que realmente sería necesario: la ilegalización del PP como organización incursa en fraude criminal continuado.
Y otra cosa: ser tonto (o no) y ser feliz (o no) casi nunca dependen de una elección personal.
(Recordando a Rafael Sánchez Ferlosio y a sus siempre vigentes pecios)
Si repasamos la lista de los presidentes de la Comunidad Autónoma de Madrid: Joaquín Leguina, Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, Ignacio González, Cristina Cifuentes, Ángel Garrido, Pedro Rollán (interino) e Isabel Díaz Ayuso, vemos que sólo el primero pertenecía al PSOE, el resto lo fueron en representación del PP; y del grado de socialismo -siquiera teórico- del primero, Joaquín Leguina, da idea el hecho de que recientemente (dos días después de las últimas elecciones a la presidencia de la Comunidad de Madrid, el 6 de Mayo de 2021), el PSOE procediera a promover un expediente de expulsión del partido del propio Leguina, así como de Nicolás Redondo Terreros -ex-secretario general del Partido Socialista Vasco- acusados ambos de haber apoyado a la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso, al haber coincidido los tres en un acto público durante la campaña electoral.
Pues resulta ser que todos -repito, todos- los presidentes de la Comunidad de Madrid del PP en el período 2003-2018 excepto los dos últimos -el primero de ellos seguramente por falta de tiempo material y la segunda por falta de tiempo judicial así como por llegar a la presidencia ya en 2019, aunque no será que no ha estado y está haciendo méritos- figuran imputados en diversos sumarios relacionados -todos, también- con casos de corrupción. Puede deducirse de ello, como ya se ha constatado así en diversas instrucciones -concretamente en el correspondiente a la trama Púnica, resumen y concentración paradigmática de toda la corrupción atribuíble al PP en Madrid en el período mencionado- que se trató de financiación irregular -y delictiva- de las sucesivas campañas electorales del PP y el propio partido a nivel general, malversando ayudas públicas y con dinero procedente de adjudicaciones amañadas; manejos fraudulentos propios de una prototípica corrupción de tipo mafioso a la que se prestaban distintas empresas, tales como -paradigmáticamente también- Indra. O sea, resumiéndolo aún más: se trata de corrupción institucional y sistémica imputable directamente al PP en su labor de gobierno de la Comunidad de Madrid, como ya hay quien valientemente denunció en otra de las tramas relacionadas, la trama Gürtel.
Con estos mimbres, con seguridad Berlanga y Azcona podrían haber hecho una larga serie de Nacionales, creo que hay material para una por cada presidente del PP en Madrid en el período mencionado; actualmente hay en este país excelentes cineastas que podrían asumir el reto; apuntado queda. Y ya que parece que enderezar la situación política en esta centralidad española está difícil, que podamos, al menos, reírnos con ello, como los madrileños del Madrid asediado, martirizado y bombardeado durante la guerra civil ya lo hicieron con Ramper y su serrín de Madrid.
No hay progreso en la historia, salvo en un sentido instrumental. Con una bomba atómica podemos matar a mucha más gente que con un hacha de piedra.... si hablamos desde un punto de vista moral, no hay más
que mirar lo que sucede en torno nuestro para dejar de hablar de
progreso. El progreso es una significación imaginaria esencialmente
capitalista por la que el mismo Marx se dejó seducir.
(Reflexiones de Cornelius Castoriadis recogidas por la revista El Salto).
La crisis de la crítica sólo es una de las manifestaciones de la crisis general y profunda de la sociedad.... Existe ese pseudoconsenso generalizado; la crítica y el oficio de intelectual están mucho más atrapados en el sistema que antes y de una manera más intensa; todo está mediatizado, las redes de complicidad son casi todopoderosas. Las voces discordantes o disidentes no son ahogadas por la censura o por unos editores que ya no se atreven a publicarla, son ahogadas por la comercialización general. La subversión está atrapada en la indistinción de lo que se hace, de lo que se propaga. Para hacer la publicidad de un libro, se dice inmediatamente: "Este es un libro que revoluciona su ámbito", pero se dice también que las pastas Panzani revolucionaron la cocina. La palabra "revolucionario" (como las palabras "creación" o "imaginación") se ha vuelto un slogan publicitario; es lo que se llamaba hace algunos años la recuperación. La marginalidad se vuelve algo reivindicado y central; la subversión es una curiosidad interesante que completa la armonía del sistema. La sociedad contemporánea tiene una capacidad terrible para sofocar cualquier divergencia verdadera, ya sea callándola o convirtiéndola en un fenómeno entre otros, comercializado como los otros.
(El ascenso de la insignificancia; entrevista concedida por Cornelius Castoriadis a Olivier Morel el 18 de junio de 1993).
Se comienza, por ejemplo, recordando (Punto 50) que el crecimiento del desempleo, la pobreza y la desigualdad en todo Occidente, y las respuestas austericidas consiguientes, que profundizaban en esa lógica neoliberal que combatía la cooperación tributaria entre los Estados, alimentaron un malestar creciente sobre el orden establecido que no sólo ha evidenciado los problemas económicos de ese paradigma, sino que también ha puesto en jaque la estabilidad de nuestras democracias y el futuro de la apuesta socialdemócrata.... Lástima tener que recordar que la apuesta -y respuesta- del socialdemócrata PSOE ya en 2011, consistiera en modificar -de acuerdo con el PP- la Constitución de éste país -en una tarde, cuando, en general, se argumenta lo dificilísimo que es hacerlo para otros temas- consistiendo esa modificación en el apuntalamiento legal básico de una de esas respuestas austericidas neoliberales mediante la modificación del artículo 135. En fin, cosas que pasan, podría suponerse; el hecho es que el PSOE ha tomado -ahora, parece- conciencia del peligro social que suponen las políticas neoliberales: La crisis como un laboratorio que pone en cuestión el fundamento y la verdadera cara de las políticas neoliberales (Punto 57), se ve que hasta ahora la careta les despistaba pero ahora, vista ya su verdadera cara, propone como soluciones europeas la creación de una nueva era fiscal, nuevas reglas presupuestarias, la unión bancaria y del mercado de capitales, regulación y redistribución a escala europea y potenciación del Banco Central Europeo, medidas todas ellas preciosas para amasar todo el europeísmo que cabe en una abundante y polivalente Ponencia Marco, pero puras entelequias de voluntarismo buenista, si las contraponemos, por ejemplo, al hecho anecdótico de que el salario mínimo en Alemania es actualmente casi el doble que en España.
Bueno, pero con ésto, un poco de feminismo, innovación, digitalización, inclusión social, unas gotas de ciencia, de sanidad, de transición ecológica, unos chorritos de derechos y libertades -sin abusar- y las guindas LGTBI (con el + y todo), y la cogobernanza federal -dentro del orden constitucional, claro- y atención a la España rural, ya va quedando una Ponencia muy apañada. Y bastante enmarcada.
Y, en este punto, cuando ya resulta perceptible que los posibles lectores de la Ponencia Marco están lo bastante tiernos y reblandecidos por la acumulación de tantos buenos deseos de futuro -o directamente, abrumados por tanta expectativa; imposible no recordar a Ferlosio en uno de sus pecios: Si pasara ya el futuro de una vez, empezaríamos a tener tiempo de hacer algunas cosas- se incorpora el ingrediente sorpresa del 40º Congreso: el PSOE apuesta por... ¡la regeneración! Que el partido que lleva más de tres años con la responsabilidad de gobernar no haya sido capaz en ese tiempo de cumplir sus líricas y radicales promesas de reversión de la reforma laboral o la Ley Mordaza (por citar sólo dos de ellas) da un índice de sus pasados esfuerzos regenerativos; que un partido que lleva desde 1978 cogobernando el país no pueda apuntarse como mérito respecto a la Memoria Histórica, por ejemplo, más que la Ley 52/2007 y sus tibias medidas respecto a los agravios y padecimientos de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, -y los de sus descendientes aún vivos- nos da una ligera idea de lo que puede esperarse del PSOE en este y otros aspectos regenerativos; siempre vendiendo futuro, es decir, promesas, se añaden en la Ponencia Marco una larga lista de regeneraciones pendientes incluyendo, por supuesto, la regeneración democrática, para lo que propone, entre otras cosas, fortalecer las instituciones, lo que significa luchar denodadamente contra la corrupción venga de donde venga, lo que debe seguir siendo una prioridad, del mismo modo y complementariamente que continuar profundizando en la transparecia, el buen gobierno y la rendición de cuentas...vamos, que si con eso no se arregla ya lo de la corrupción...
Que, no sé por qué, esta exaltada lírica del PSOE, me ha hecho recordar la masa del hojaldre, que permite mediante sucesivos estiramientos y plegados superponer un número increíble de capas (al menos hasta 2.187); casi suficientes capas como para crear -de hojaldre- una Ponencia Marco como ésta del PSOE para su 40º Congreso (2.732 puntos), alguno tan saleroso como el 2.411: ...en el programa electoral de 2015 el PSOE elaboró un documento de propuestas que ahora en el Gobierno debemos seguir impulsando...; sí, de acuerdo, que no sea por falta de impulso; sobre todo para aquello que se decía sobre una economía al servicio del bienestar de la ciudadanía (que, además, rimaba; pura lírica). Lo que también me ha hecho recordar -los textos largos, espesos y reiterativos como el de esta Ponencia Marco parecen reactivar mis sinapsis- la frase de Jack Benny al final del Ser o no ser de Lubitsch, cuando su personaje (Joseph Tura) se refiere a sus compañeros de escapada: ...gracias amigos míos por todo lo que habéis hecho...por muy poco que haya sido. Resumido; PSOE: gracias por nada.
Analicemos ese ejercicio -meritorio, ya digo- de equilibrismo: sería es la conjugación condicional para el verbo ser; ¿no sería algo más clarificador e indudable conjugar el presente: es; es conveniente?. ¿Ni en eso puede ser Pedro Sánchez algo más tajante?; y ¿conveniente?: no; no sólo es conveniente, sería necesario si, efectivamente, la opinión del rey emérito bastara para dilucidar el asunto; pero lo realmente necesario es que, independientemente de lo que dijese, de esa posible opinión, se desvelara definitivamente la realidad de los hechos que constituyen la base de esas informaciones perturbadoras. ¿O está queriendo decir el presidente del gobierno que si el rey emérito nos transmite su opinión respecto de esos hechos e informaciones de las que usted me habla -que, por cierto, se han originado y comunicado en y desde el extranjero- deberíamos dejar de estar perturbados por ellas y olvidar el asunto?
No estamos haciendo ningún ejercicio de favoritismo, ha insistido también el presidente, que ha finalizado sus declaraciones al respecto recordando el compromiso de regeneración del
actual jefe del Estado. O sea, de nuevo el borrón y cuenta nueva como justificación de la institución monárquica: hiciera lo que hiciese el rey anterior -lo cual continúa sin ser dilucidado, pero habiendo tanto interés por parte de las instituciones del Estado en que no se sepa, muy bueno no será-, siendo tan buenísimo el rey actual, el promedio resultaría ser finalmente un aprobado para la monarquía. Para todo hay un límite; para el diámetro de las ruedas de molino a ser tragadas por la ciudadanía, también.
Así como Don Mendo nos describía en su Venganza las sutilezas del juego de las siete y media:
…un juego vil
que no hay que jugarlo a ciegas,
pues juegas cien veces, mil,
y de las mil, ves febril
Que o te pasas o no llegas.
Y el no llegar da dolor,
pues indica que mal tasas
y eres del otro deudor.
Mas ¡ay de ti si te pasas!
¡Si te pasas es peor!
en el Antiguo Testamento el hombre nunca llega en su particular juego a las siete y media con Dios; sus actos -los de Dios- revelan una y otra vez Su naturaleza vindicativa, injusta, avarienta, despiadada y vengativa. Siempre castiga —castiga delitos insignificantes con una severidad mil veces superior; castiga a niños inocentes por la culpa de sus padres; castiga a poblaciones inofensivas por las culpas de sus gobernantes; y llega a rebajarse y desencadenar venganzas sangrientas sobre terneras y ovejas y cabras y bueyes inocuos, castigándolos por las trangresiones de poca monta de sus propietarios, pero es el Nuevo Testamento, donde se contemplan los efectos de pasarse en el juego, la relación del hombre con Dios empeora: si bien el Dios del Antiguo Testamento es un ser temible y repelente, por lo menos es coherente. Es franco y habla claro. No presume de moral o virtud alguna, más que con la boca. Nada se traduce en sus actos. Creo que es infinitamente más merecedor de respeto que Su yo reformado tal como lo describe, con todo candor, el Nuevo Testamento. Nada hay en la historia —ni en toda Su historia junta— que remotamente se acerque a la atrocidad de la invención del Infierno. Su ser Celestial, su ser del Antiguo Testamento, en comparación con Su ser Terrenal reformado, es la encarnación de la dulzura y de la delicadeza y la respetabilidad. En el Cielo no reivindica el menor mérito, ni lo tiene —sino de labios afuera—; mientras que en la tierra reivindica todos los méritos del catálogo de méritos, íntegro, aunque no los lleva a la práctica sino de cuando en cuando, y ello con tacañería, terminando por conferirnos el Infierno, con lo que borra de un plumazo todos sus méritos ficticios, de una vez.
En resumen, como repositorio de buenas prácticas religiosas, la Biblia del cristiano es una farmacia. Su contenido es siempre el mismo, pero la práctica médica cambia. Durante mil ochocientos años, tales cambios fueron pequeños, apenas dignos de mención. La práctica fue alopática —alopática en su forma más cruda y descarada—. El ignorante y oscuro médico, día y noche, todos los días y todas las noches, atiborraba a su paciente con amplias y odiosas dosis de las drogas más repulsivas que se hallaban en el almacén; le sangraba, le aplicaba ventosas, le purgaba, le daba vomitivos, le desalivaba, jamás concedía al organismo una posibilidad de reanimarse ni a la naturaleza una oportunidad para ayudar. Le mantuvo enfermo de religión durante dieciocho siglos, y en todo este tiempo no le concedió ni un solo día de bienestar. Los productos del almacén se componían aproximadamente de partes iguales de venenos perniciosos y debilitantes y de medicinas confortadoras y curadoras. Pero la práctica del tiempo limitaba al médico al uso de los primeros. En consecuencia, solo podía dañar a su paciente, y esto es lo que hizo.
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(todo el texto en cursiva -salvo el inicial, de la obra de Pedro Muñoz Seca La venganza de Don Mendo- procede de la obra Reflexiones contra la religión de Mark Twain; un breve texto de 1906, de los considerados malditos, que no fue publicado hasta 1963, más de cincuenta años después de la muerte del autor).