martes, 19 de octubre de 2021

Capitalismo, progreso y crítica

El capitalismo parece haber finalmente logrado crear el tipo de individuo que le corresponde: perpetuamente distraído, pasando de un goce a otro, sin memoria y sin proyecto, dispuesto a responder a todas las solicitudes de una máquina económica que, cada vez más, destruye la biosfera para producir ilusiones llamadas mercancías.


No hay progreso en la historia, salvo en un sentido instrumental. Con una bomba atómica podemos matar a mucha más gente que con un hacha de piedra.... si hablamos desde un punto de vista moral, no hay más que mirar lo que sucede en torno nuestro para dejar de hablar de progreso. El progreso es una significación imaginaria esencialmente capitalista por la que el mismo Marx se dejó seducir.

(Reflexiones de Cornelius Castoriadis recogidas por la revista El Salto).

La crisis de la crítica sólo es una de las manifestaciones de la crisis general y profunda de la sociedad.... Existe ese pseudoconsenso generalizado; la crítica y el oficio de intelectual están mucho más atrapados en el sistema que antes y de una manera más intensa; todo está mediatizado, las redes de complicidad son casi todopoderosas. Las voces discordantes o disidentes no son ahogadas por la censura o por unos editores que ya no se atreven a publicarla, son ahogadas por la comercialización general. La subversión está atrapada en la indistinción de lo que se hace, de lo que se propaga. Para hacer la publicidad de un libro, se dice inmediatamente: "Este es un libro que revoluciona su ámbito", pero se dice también que las pastas Panzani revolucionaron la cocina. La palabra "revolucionario" (como las palabras "creación" o "imaginación") se ha vuelto un slogan publicitario; es lo que se llamaba hace algunos años la recuperación. La marginalidad se vuelve algo reivindicado y central; la subversión es una curiosidad interesante que completa la armonía del sistema. La sociedad contemporánea tiene una capacidad terrible para sofocar cualquier divergencia verdadera, ya sea callándola o convirtiéndola en un fenómeno entre otros, comercializado como los otros.

(El ascenso de la insignificancia; entrevista concedida por Cornelius Castoriadis a Olivier Morel el 18 de junio de 1993).

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