domingo, 27 de noviembre de 2011

Algo más que sentido común

El presidente del PP y futuro presidente del gobierno de España utiliza con frecuencia como argumento definitivo el del "sentido común", que suele servirle tanto para un roto como para un descosido, y del cual supongo que se considera a sí mismo bien provisto. Pues bien, parece de sentido común considerar que las medidas de austeridad -recortes, para entendernos mejor- no pueden de ninguna manera ser la solución a nuestros problemas al generar a corto y medio plazo una parálisis económica sin alternativas. Por si no fuera suficiente el sentido común, el premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz -que algo sabrá de lo suyo, aunque sea keynesiano- ha advertido respecto a la situación en España que "la austeridad excesiva sólo empeorará la situación, en lugar de mejorarla".  Y ya que mencionamos a Stiglitz, que repase también el señor Rajoy -está claro que a veces no es suficiente el sentido común- la teoría de los denominados salarios de eficiencia y el modelo Saphiro-Stiglitz que cuestionan seriamente la conocida tesis neoliberal -la Biblia, para nuestros empresarios- de que el mercado del trabajo se equilibraría de inmediato flexibilizando -es decir, bajando- lo suficiente los salarios. Ya comprendo que esto no resulte tan gratificante como la plácida lectura de la prensa deportiva, pero es lo que tiene ser presidente del gobierno en esta época de vacas flacas.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Jodidos, pero contentos

He querido entrar en  estosololoarreglamosentretodos.org y el navegador se me ha quedado tonto; puede que en ese sitio web continúen ocupados intentando arreglarse a sí mismos, lo primero. Y aunque pueda haber quien este nombre tan largo le suene desconocido, se trata de una iniciativa que tuvo bastante repercusión en los medios de comunicación hace apenas año y medio. A Juan José Millás, que la apoyó e incluso escribió un artículo en El País -Nuevos bandos- en el que a los no muy convencidos de ella nos clasificó, sin muchos miramientos, como cenizos -en contra de los bienintencionados y pujantes animosos que creían que bastaba con ponerse a ello "entre todos"- hoy le leo cartas cabreadas llenas de sapos y culebras; parece que opina que no ha sido posible no ya arreglarlo, ni siquiera apañarlo. Ha transcurrido, ya digo, poco más de año y medio, y aquella campaña no sé si habrá resultado beneficiosa para las entidades financieras y comerciales que la sufragaron parcialmente -seguramente con la sana intención de arreglarse "lo suyo"- pero parece que, en general, "esto" continúa sin arreglarse. Menos mal que ha llegado Mariano Rajoy a devolvernos la felicidad, aunque "esto" continúe hecho unos zorros. O sea, que continuando con la tradición de este país, estamos  jodidos, pero contentos.

Dos nuevos partidos

Parecen claras la falta de equidad y de representatividad del sistema electoral vigente en este país. También parece muy inocente pretender que los principales beneficiarios de esa inequidad, es decir, tanto los dos principales partidos con implantación estatal como los partidos nacionalistas, sean quienes hayan de reformarlo con intención de hacerlo más justo.
A grandes males, grandes remedios; propongo la creación de dos nuevos partidos políticos: el de los parados y el de los pensionistas (PAPAR y PAPEN, como muestra de mi falta de imaginación para las siglas). El primero de ellos tendría actualmente un voto potencial de unos 5 millones de votos y el segundo de unos 9 millones. Ni la regla d'Hont ni cualquier otro artificio electoral sería capaz de subvertir la democracia ante semejantes números; el señor Rajoy tiene hoy una mayoría absolutísima con menos de 11 millones de votos, aproximadamente un 30% del total de posibles votantes: hagan ustedes las cuentas. Quizá sea la única manera de que comiencen a resolverse las cosas, atendiendo antes a las personas que a los mercados.

Vender el Estado

Recién llegado a su cargo de presidente de CEOE, en 1997 -parece que hace una eternidad- el señor Diaz Ferrán manifestaba que "la mejor empresa pública es la que no existe". Hoy, Joaquín Trigo, presidente del Instituto de Estudios Económicos, afirma que “el Estado es el problema” y que “hay que vender las empresas públicas, rebajar los costes de despido, eliminar todas las agencias públicas”. Tal cual, todo en un paquete. Vamos, que si el Estado es un problema lo que hay que hacer es vender el Estado y así dejará de serlo -al menos para los empresarios-  convirtiéndose inmediatamente en negocio. Alguien vendrá que bueno me hará, dice el refrán. Eso, o que el señor Diaz Ferrán era un flojo, y así le ha ido.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Lo que toca

O sea, que ahora ya sí toca, en expresión de Jordi Pujol . Ya los catalanes han votado, y CiU y el gobierno de la Generalitat pueden publicar y poner en marcha un plan de recortes de los servicios públicos y de los sueldos de los funcionarios para cumplir a rajatabla -todo por culpa de no tener un pacto fiscal, según Artur Mas- el déficit público previsto para Cataluña. Mas allá de la cuestionable inevitabilidad de los recortes y de su priorización -ahí está el ejemplo de Andalucía- subsiste el hecho de esperar al día después de las elecciones para anunciar las malas nuevas, lo que supone una medida exacta de la calidad de nuestra democracia, porque en éstas maniobras y engaños asumidos todos la degradamos: los votantes porque sabiendo lo que los políticos tienen por costumbre respetar sus promesas electorales continuamos votando sin vislumbrar otra alternativa y los políticos porque valiéndose de ello hacen del paño mangas y capirotes a su antojo. ¡Que lejos continúa quedando la utopía de que los programas electorales sean un contrato que pueda ser denunciado y que conlleve la pena de que el político renuncie a su cargo en caso de incumplimiento!. Quien está en el poder hace lo que estima que toca, y los ciudadanos a esperar otros cuatro años a que nos pidan participar nuevamente en el guiñol.

sábado, 19 de noviembre de 2011

El(la) amigo(a) alemán(a)

Hace un año, Richard C. Koo, economista jefe del banco Nomura afirmaba que "el déficit fiscal alemán creció, pero no de manera significativa tras explotar la burbuja tecnológica, porque las burbujas en países como España sustituyeron el estímulo fiscal que los alemanes hubiesen tenido que aplicar. Y ya no digamos cómo ha aprovechado la banca alemana esa situación, que expandió su crédito y que hoy ostenta quizá la parte del león de los préstamos a economías como la española". Se refería a hechos ocurridos hace más de diez años (1997-2001).
Los que por su profesión están cerca del dinero y que por ello supongo que ya lo sabían hace tiempo, hoy lo están voceando a los cuatro vientos, puede que exasperados por lo lentos de entendederas que somos los demás: "Alemania es la clara beneficiada por la crisis de la deuda" o el equivalente "Alemania se financia a coste cero por la crisis de la deuda".
La señora Merkel insiste en que la solución a la crisis de la deuda es política, que se necesita más Europa, cosas ambas que, sin saber exactamente que quieren decir, quedan muy bien, pero que no parece que sean incompatibles con una rápida actuación del BCE defendiendo a los países afectados de la agresión de los mercados a su deuda soberana.
No hay que ser muy malpensado para deducir que en Alemania están encantados -de un modo bastante suicida- pensando en el tiempo que puede mantenerse esta situación para finalmente poner a los siempre sospechosos de tramposos y vagos países del sur -y a Francia algo le toca- a su dictado. Con estos amigos europeos no necesitamos enemigos mundiales.

viernes, 18 de noviembre de 2011

El señor R

—Señor R, ¿tiene decidido el nombre de su ministro de Economía? ¿Sera ministro o ministra?
—Bueno... Eso depende...
—¿Depende de qué? No me haga eso.
—Bueno, es que...
—¿Pero lo tiene decidido?
—Sí, sí.
—¿Y es ministro o ministra?
—Oiga, pero, claro...
—¿Y el de Exteriores?
—Ese también es muy importante.
No, no es un diálogo de Gila, ni de los hermanos Marx, ni de Cantinflas. R es Rajoy, efectivamente (aclaración para los extranjeros que pudieran leer esto, más que nada). A ver si se me pasa la risa floja y puedo seguir leyendo la entrevista.
Aunque me ha dejado intrigado el depende. Debo decir que cuando ingresé como funcionario en la Administración del Estado, en un reconocimiento médico previo, a todos nos comprobaban -directa y manualmente- los genitales. No sé si los ministros -y las ministras- del gobierno pasan por ese trámite.

Cataluña y el resto

Casi tan tremendo como imaginarse a Aznar hablando catalán en la intimidad puede ser imaginarse a Mariano Rajoy dándose un chute -en sus palabras- de catalanismo. Al parecer le ha emocionado "ver tanta gente en Cataluña" -tanta gente del PP, suponemos- ante la que ha afirmado que "no saldremos de la crisis sin Cataluña y Cataluña no saldrá de la crisis sin el resto de España". Según la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho “El PP es el que puede facilitar el liderazgo y encaje de Cataluña en España”". Parece más razonable el orden inverso, pero liderazgo y encaje, ahí es nada, Alicia prometiendo un país de las maravillas.
En fin, dentro de nada sabremos si Aznar le transfiere -en los ratos en que Rajoy no esté con el inglés- sus íntimos conocimientos de catalán, sobre todo si el PP no consigue la mayoría absoluta. 

Y sobre el fallo del Tribunal Constitucional en respuesta al recurso del PP sobre el Estatut que provocó una de las mayores manifestaciones ciudadanas de protesta en la historia de la democracia en Cataluña, ¡pelillos a la mar!.

¿Ocultismo?

Hasta donde le permiten sus cálculos electorales y una deliberada ambigüedad -añadida, en su caso- al servicio de esos cálculos, Mariano Rajoy nos va desvelando parte de su recetario como presidente del gobierno, esas recetas que según la secretaria general del PP, es previsible que desaten protestas "cuando Rajoy diga lo que hay que hacer". Es lo que se leía,  creo, en una pancarta del 15-M: "Si con Zapatero teníais miedo, conmigo (se supone que habla Rajoy) os vais a cagar".
Concretamente, los funcionarios ya sabemos que además de que no recuperaremos el recorte del 5% -en el futuro, ya veremos- no contempla "en éste momento" realizar nuevos recortes y que va "a hacer lo posible" para no hacerlos. Teniendo en cuenta que la vida es una sucesión de momentos -en los cuales la contemplación puede variar- y que a nadie se le puede pedir lo imposible, la conclusión parece clara: vaya usted a saber. 

Hasta los diarios británicos reconocen en Rajoy un maestro de la ambigüedad, recordando su frase "no tengo por costumbre no cumplir con mis compromisos y hasta ahora no me he comprometido a nada", que la audiencia  consideró un chiste, pero es que hay gente pa tó, como dijo aquél torero. Aún así, por ahora ya hemos conseguido saber que, "en éste momento" no considera viable la Ley de Dependencia. Para echarse a temblar, en los momentos subsiguientes.

Cuanto y de donde

La Secretaria General del PP, Dolores de Cospedal, intentando aclarar las complejas fórmulas para la resolución de la crisisde de su Presidente, Mariano Rajoy,  nos ha informado de que "hay que decir la verdad, primero, y después ser austeros donde hay que serlo, dejando de gastar donde no se debe". No se puede ser más claro, transparente diría yo: ya sólo nos queda saber donde hay que ser austeros y donde se debe dejar de gastar.
Todo apunta a que equilibrar el presupuesto del Estado español al gusto de la tecnocracia europea -alemana, más concretamente- supondrá recortar el gasto y/o subir los impuestos, y también parece que el próximo gobierno de España -sea del color que sea-  estará obligado a ajustar sus presupuestos entre 2 y 4 puntos del PIB, lo que supondrá, traducido, entre 20.000 y 40.000 millones de euros (comparativamente, las medidas de ajuste del presidente Zapatero en 2010 supusieron 15.000 millones de euros en año y medio). Ya que con estos datos nos hacemos una idea del cuanto, y que el señor Rajoy a manifestado su rechazo a subir impuestos,  bien nos podrían informar desde el PP -sin faltar a la verdad, naturalmente- donde, específicamente, tienen pensado "austerizarnos" y dejar de gastar, de donde van a recortar en el caso de que asuman el gobierno de la nación.

martes, 15 de noviembre de 2011

Tecnocracia e ideología

I

Destaco una frase del artículo -La ideología de los tecnócratas- de Joaquín Estefanía en El País: "Quizá Europa pueda salir del mal momento económico pero a cambio de una reducción de la calidad de sus instituciones y de la propia democracia", que debo reconocer que por la exactitud de su análisis me produce una profunda desazón de principio a fin; quizá Europa pueda salir del mal momento económico actual -no parece nada seguro, sin unos cambios estratégicos y estructurales muy profundos- pero a cambio de la reducción de la calidad de las instituciones y la democracia que, realmente, nunca han sido en Europa como para tirar cohetes: una incierta posibilidad de mejora a cambio de un empeoramiento cierto.
Y es que, además de que la tecnocracia tiene la evidente propensión a ignorar al ser humano, los tecnócratas, por definición, no tienen -supuestamente- ideología. Es más, ellos -que prefieren ser denominados técnicos- sólo se responsabilizan de cómo hacer las cosas que otros les encomiendan, se consideran herramientas eficientes para realizar cualquier misión. Pero cuando un país pone al frente de su destinos a un tecnócrata está renunciando -en democracia- a transmitirle la encomienda de un proyecto de futuro para ese país; el proyecto ya está fijado -por otros, por alguien- y sólo se pretende de él que lo ejecute conforme a las instrucciones recibidas
Paul Krugman ha comparado las normas del BCE -derivadas, al parecer, de la experiencia de la crisis económica de los años 70- con la Línea Maginot francesa, prevista para una repetición de la guerra de 1914 y que resultó perfectamente inútil frente a la guerra relámpago practicada por los alemanes en la segunda guerra mundial. Y eso debe ser lo peor: nos dictan las normas estrategas económicos que van con una guerra de retraso. Y que aducen ser tecnócratas como si fuera un mérito, disculpándose por tener que ejercer transitoriamente como políticos.

 II

A los tecnócratas de Franco, encargados de llevar a cabo el Plan de Estabilización de 1959 y los subsiguientes Planes de Desarrollo, sí que se les suponía ideología: eran numerosos los que estaban próximos al Opus Dei, pero eso no impidió que hicieran otra cosa que seguir las recomendaciones del Banco Mundial y del FMI. 
Los tecnócratas -ellos prefieren denominarse técnicos, que parece más limpio- de la Europa de hoy, encargados de asumir, de momento, los gobiernos de Grecia e Italia dicen no tener ideología, se consideran a sí mismo puras y eficientes herramientas. ¿En manos de quien?, debería ser la pregunta inmediata. No en manos de la ciudadanía, que ni siquiera formalmente los ha elegido; todo indica que siguen las directrices de "los mercados", es decir, de la banca y del gran capital.
O sea, que quedan ya muy lejos las utopías tecnocráticas del conde de Saint-Simon consistentes en regular científicamente  la política y también los deseos de Joaquín Costa de establecer un "gobierno de sabios". Hoy, cuando un 0,16% de la humanidad acapara el 66% de la riqueza y recursos de la Tierra, está claro a que ideología sirve ésta tecnocracia que dice no tenerla.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Los lobos y el rebaño

El previsible primer ministro griego, Lucas Papademos (Λουκάς Δημήτριος Παπαδήμος), ha comenzado excusándose ante su previsto nombramiento diciendo que él no es un político; se conoce que no es una ocupación -la de político- que sugiera aromas agradables actualmente. Al parecer, Papademos tiene buen cartel como tecnócrata en Europa desde que ocupó el cargo de vicepresidente del BCE. Y no sé si será por ello, o por la habilidad con que desde su cargo de director del Banco Nacional de Grecia, camufló las cuentas del Estado griego cuando éste adoptó el euro. Será que en Europa prefieren a un tramposo conocido que a un justo por conocer, o, más posiblemente, que a pesar de lo que ha llovido desde los tiempos bíblicos, sea dificilísimo encontrar un solo hombre justo, sobre todo para ocupar un cargo político. También existen otras posibilidades, pero son tan tenebrosas que prefiero no explorarlas.
A este respecto, y para facilitar a quien tenga interés por saber donde estamos y quien lleva el timón del barco en esta tempestad mundial que es la crisis económica, recomiendo vivamente la visión de la demoledora Inside Job para entender como, contra toda lógica y moralidad, los lobos continúan a cargo del rebaño. Y para entender otra parte del problema, que resulta ser como los manifiestamente incapaces llegan a los puestos de poder, también recomiendo la revisión de la magistral serie británica Sí, Ministro y de su secuela Sí, Primer Ministro.
Una vez establecido que estamos en manos de inmorales y tontos -no es fácil averiguar el porcentaje respectivo, ya que a menudo coinciden en la misma persona- todo resulta más fácil de comprender.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Pepito Grillo

En el debate a cinco televisado ayer, Gaspar Llamazares, cual Pepito Grillo instalado -no sé si intencionadamente- en el centro de una mesa semicircular, reiteraba con un temblor en la voz posiblemente achacable tanto a la indignación como a los nervios, los hechos que constituyen la evidente realidad de las consecuencias de la crisis en este país. Básicamente, ajustes que implican recortes en los servicios públicos esenciales y, simultáneamente, mayor enriquecimiento de los ricos, los bancos, el gran capital -por partida doble, defraudando y beneficiándose de exenciones- que vé en esta crisis una oportunidad irrepetible de "hacer negocio" a costa de  las penurias de los más desfavorecidos. No recuerdo que ninguno del resto de los intervinientes desdijera lo fundamental de su exposición, a lo más, un Jaúregui doctoral le dijo que simplificaba los problemas. Pero a veces la realidad es muy sencilla, sólo se necesita la voluntad de entenderla. En general, como admiten los científicos, si un modelo teórico es sencillo tiene más posibilidades de ser cierto. No parecían de esa opinión el resto de los contertulios, empeñados en asumir -como abducidos por el Gran Pensamiento Unico- la inevitabilidad de ajustes y recortes y como priorizarlos.

Los principios de la propaganda

Después de varias campañas electorales y del modo que el PP elabora sus mensajes-píldora, les imagino como devotos seguidores de los once principios de la propaganda, atribuidos a Goebbels. Cada una de las figuras y portavoces de ese partido tiene principios favoritos, claro está; por ejemplo, Mariano Rajoy utiliza intensivamente el Principio de la Unanimidad, intentando convencer a la audiencia de que lo que él expone es "lo que piensa todo el mundo", con el objeto de crear una falsa impresión de unanimidad. Pero en lo que todos en el PP coinciden es en la utilización de los Principios de orquestación y de vulgarización. Este último se basa en simplificar el mensaje hasta niveles básicos, optimizando su rendimiento ante grandes audiencias, algo así como el máximo común divisor de los mensajes a las masas; será por ello que este principio funciona muy bien con ejemplos numéricos.
En el debate a cinco televisado ayer, el señor Gallardón volvió a repetir aquello de que con los gobiernos del PP ocho de cada diez empleos creados en Europa lo fueron en España,y que bajo los gobiernos del PSOE, ocho de cada diez nuevos parados en Europa, también lo han sido en España. Así de sencillo; se le notaba encantado con lo inapelable del enunciado, con su simetría especular; para qué entrar en detalles. Pero los detalles, a veces, son decisivos. Que muchos de los empleos mencionados fueran el alimento de una burbuja inmobiliaria que al final nos explotó en el peor momento, sumándose a la crisis global, y que, en consecuencia, fuera el origen de muchos de los parados mencionados en la segunda parte de su frase, no le pareció reseñable. En fin, para "problemillas" como ese viene muy bien el Principio de la orquestación, que supone que si una mentira se repite suficientemente, acaba por no distinguirse de la verdad.

martes, 8 de noviembre de 2011

La insoportable levedad de lo obvio

Ya se ha señalado el carácter alambicado en la redacción y ambiguo en el significado de gran parte del programa de gobierno que finalmente ha sacado a la luz pública el PP. Sin embargo creo que es mucho mayor el porcentaje de obviedades esparcidas con generosidad a lo largo y ancho del texto que he tenido la paciencia -y la voluntad- de leer.  Alguien me enseñó que un método eficaz para sobrellevar los mensajes políticos es desconectar en cuanto se observe que lo contrario de lo transmitido es totalmente descartable, es decir, cuando se estén escuchando manifiestas obviedades. Pues aquí van algunas de las perlas extraídas del programa del PP: "Afrontar un nuevo embate de la crisis con el 22 por ciento de paro no es lo mismo que hacerlo con el 10 por ciento", "Tenemos que recobrar el buen gobierno y la confianza en las instituciones", "Aspiramos a mejorar la política y fortalecer las instituciones", "Hay que actuar con decisión y coherencia". Y éstas pertenecen únicamente al prólogo denominado "Más sociedad y mejor gobierno". ¿Quien opina lo contrario?, ¿alguien quiere el mal gobierno, la desconfianza en las instituciones, empeorar la política, que se actúe incoherentemente o de forma indecisa?, o ¿menos sociedad y peor gobierno?. Pues eso.

La piedra filosofal

En el debate entre Rubalcaba y Rajoy, éste último repitió unas cuantas veces su fórmula para la solución global de los problemas que padecemos: ha de crearse empleo para que todos tengamos dinero que gastar, reactivar la economía por un aumento de la demanda y que el Estado pueda, vía impuestos, obtener fondos para pagar los servicios públicos. ¿La piedra filosofal o un cuento de la lechera macroeconómico?. En realidad es otra versión de la tesis tan cara a los neoliberales de que una vez ahíto el gran capital, con las migajas nos podemos alimentar todos. No hay contraste real de que esto haya sido cierto nunca, la voracidad infinita es consustancial al capitalismo y, salvo el paréntesis de la época posterior a la segunda guerra mundial donde un pacto temporal entre las fuerzas capitalistas y los trabajadores dieron lugar en Europa al modelo del Estado del bienestar, el capitalismo ha ido tensando cícilicamente la cuerda hasta romperla en sucesivas ocasiones a lo largo de la historia.
Porque lo que se deducía de la exposición del señor Rajoy -aunque eso no lo dijo- es que para echar a rodar esa rueda de la fortuna -la creación de empleo- lo primero es que los empresarios -ahora se denominan emprendedores, que debe ser más meritorio- fijen las condiciones que ellos crean necesarias para poder invertir su dinero, varias de las cuales ya las han apuntado y están en la mente de todos. Condiciones que implican, de hecho, el desmontaje del Estado del bienestar tal y como lo conocemos, o en final del "café para todos" en expresión coloquial del vicepresidente de CEOE, utilizando sus conocimientos en el sector de la hostelería. No sé si el señor Rajoy dictaminaría que esta deducción es una insidia o un juicio de intenciones por mi parte, como ayer le espetó al señor Rubalcaba, pero yo creo que es la aplicación del puro sentido común, ese tan valorado por el propio señor Rajoy.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Un rebaño feliz

El señor Mariano Rajoy está seguramente imbuido de esa esencia tan racial que supone "sostenella y no enmendalla", y así, como cuando sacó con reiteración a pasear a aquella niña que provocaba en muchos bastante vergüenza ajena, persiste -con la que está cayendo y los nubarrones que se divisan- en querer hacer llegar la felicidad a todos los españoles, y ha cerrado uno de sus discursos de campaña animando de nuevo a los asistentes "a ser felices". Si la felicidad es la ausencia del dolor, tal y como se recordaba en la antigua publicidad de un analgésico, parece que el señor Rajoy se ha empeñado en repartirnos una píldora a cada uno; al menos a cada uno de los votantes del PP. En ese loable deseo, puede estar tranquilo el señor Rajoy, en el generalmente admitido supuesto de que los tontos son los más felices, seguro que cumplimos la cuota, si creemos con Baltasar Gracián que "son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen". Aunque más bien creo que lo que pretende con su píldora es volvernos al "estado natural", en el que tal como un animal o un niño, seamos todos buenos, ignorantes y felices, sin hacernos muchas preguntas, que para eso ya están los estadistas, como él. Que formemos todos una buena masa de votantes acríticos, de borregos en perfecto rebaño, como ya una vez aconsejó para el PP el políticamente desaparecido señor Pizarro.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Gente

Gente es una de las palabras que debe estar en la superficie del cerebro de Mariano Rajoy, por lo frecuente que resulta oírsela y de la que es difícil ignorar el tono despectivo con que la emplea. Hace no mucho expresó en voz alta -y colérica- su convencimiento de que la mitad -no "su" mitad, claro- de la cámara de representantes políticos de los españoles en el Congreso de los Diputados no sabía leer. Para añadir, a media voz -pero audible en el revuelo formado- "¡que gente!". Ahora, ya en campaña, le hemos oído, refiriéndose al gobierno, decir que "con esta gente es imposible la recuperación". Ya digo que no me suena agradable esta palabra cuando se la oigo, pero por procurar que posibles prejuicios no turben mi juicio, me he propuesto realizar una pequeña encuesta sobre cual pueda ser la acepción o sentido que quiere dar a esa palabra de entre las tres primeras que nos propone el diccionario de la RAE: 1ª) Pluralidad de personas, 2ª) Con respecto a quien manda, conjunto de quienes dependen de él y 3ª) Cada una de las clases que pueden distinguirse en la sociedad (gente del pueblo, gente de dinero, etc.). A ver que me sale.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Otra cosa

A raíz de los últimos sobresaltos europeos con consecuencias directas en los aparentemente hipocondríacos mercados, Mariano Rajoy ha señalado -en línea con su habitual claridad-  que desde el PP van a pedir el voto a los que les han dado siempre su confianza y a los que no "porque España necesita otra cosa". Que te deja pensando, no se puede decir más con menos: otra cosa es la clave. Comenzando por el final, cosa: "objeto inanimado, por oposición a ser viviente", aunque seguramente se refiera a "todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta". Esto, unido al significado de otra: "distinta de aquella de que se habla", lo deja todo claro. Un prodigio de claridad síntetica, el señor Rajoy.

Google

El PP sitúa en un 30 por ciento la probabilidad de perder las elecciones. El buscador Google te da, a veces, sustos de muerte como este. Luego se comprueba que se trata del Partido Patriota, en Guatemala, pero el sofocón -siendo votante del PP y ni aún deduciendo que tendría el 70 por ciento de probabilidad de ganar- ya te lo has llevado. Otras veces te hace sonreir: planteada la pregunta ¿puede el PP perder las elecciones?, resulta que en uno de los enlaces se afirma que "los sismólogos están preocupados por si el PP vuelve a perder las elecciones", ya que "la pataleta podría desplazar la falla de San Andrés". En fin, pueden respirar tranquilos los votantes del PP, porque planteando la pregunta anterior en forma estricta (entre comillas), Google no ofrece ni una sola respuesta.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El programa del cambio

Farragoso, pero no  por pretender exactitud y claridad, si no por todo lo contrario, el programa del PP que finalmente hemos conocido abunda en ambigüedades y frases de complejo significado. En todo caso, parece responder las conocidas tesis neoliberales que implican, a grandes rasgos, reducir al máximo al estado, de manera que moleste lo menos posible a los intereses del gran capital. Con la que está cayendo, no puede entenderse de otra forma una de las pocas afirmaciones explícitas del programa: la bajada de impuestos. Porque un Estado más débil, con menos recursos vía impuestos, está abocado de forma inevitable a un recorte proporcional de servicios públicos comenzando por los más gravosos: sanidad, educación y asistencia social. Y a privatizar todo lo que dentro de estos servicios públicos pudiera ser "negocio". Comprendido esto, sí puede decirse que el programa del PP está claro como el agua, pero no de la lectura de las páginas de alambicada redacción que el PP ha hecho públicas como su programa oficial de propuestas de cara a las elecciones generales del 20 de Noviembre. Esto supone sumarse al cambio -a peor, para la mayoría- que nos propone el PP.

La felicidad

 I.

O sea, que el presidente del PP ha prometido devolver la felicidad a los españoles. ¡Vaya!, son insospechadas las cosas que el señor Mariano Rajoy guarda en su cabeza. Tan pronto se encuentra una niña como un proyecto de felicidad que la Humanidad lleva buscando desde mucho antes de los filósofos griegos. Cabe deducir que ello es posible debido a que posee una enorme cabeza, como todo verdadero estadista. Puestos a buscarle pegas a su filantrópico proyecto, echo en falta que no sea ecuménico, ya que lo de devolver debe querer decir que sólo recobrarán la felicidad los que la tuvieron -bajo anteriores gobiernos del PP, seguramente- y por tanto totalizamos un buen pico los que continuaremos mohínos bajo la crisis. Es decir, que el señor Rajoy debería afinar un poco esta promesa para sucesivas re-ediciones en lo que le queda de campaña electoral: todos queremos ser felices. Y también, ya que parece ser gratis, que nos ofrezca elegir entre eudomonismo (según Aristóteles) y hedonismo (según Epicuro). Felices, pero no revueltos.


II.

Ya antes de comenzar la campaña electoral, Mariano Rajoy, como un Papá Noel total -y anticipado- ha prometido devolver la felicidad a los españoles, nada menos. Claro, que este glorioso anuncio lo hizo en un mitin-almuerzo ante 5.000 simpatizantes del PP que habían pagado 17 euros por asistir al acto y es probable que el presidente del PP se creyera obligado a corresponder con algo para acompañar al postre y al chupito de aguardiente de hierbas. 
Ya hay quien a señalado que este tipo de promesas les cuadran más a los autócratas -que así disimulan sus evidentes fracasos- que a los demócratas; Franco, en la mísera España de posguerra se empeñó en convencer a los españoles que tenían un Imperio a la vuelta de la esquina. Por tanto creo que el señor Rajoy ha perdido una excelente oportunidad de callarse y ejercer ese sentido común del que tanto presume al prometer semejante cosa. Puede que sea un consejo de sus asesores electorales, en el convencimiento de que todo vale y de que es posible que alguien pique, aunque a la mayoría nos pille un poco coriáceos esta promesa con reminiscencias filosóficas y, como mucho, nos dé material para hacer chistes. En todo caso, ya metidos en campaña, veremos; ¿nos prometerá el cielo en la vida futura?. Las mejores promesas -para quien promete- es posponer su cumplimiento para cuando sea difícilmente verificable o ya no tenga importancia.


III.

O sea, que el presidente del PP ha prometido devolver la felicidad a los españoles. Atentos a la palabra devolver, que debe querer decir que el que antes no la tuviera tampoco la va a disfrutar bajo el mandato del PP: unos cuantos a descontar. Tampoco ha precisado el señor Rajoy -y bastante se estará arrepintiendo ya de lo que ha prometido- a que fecha nos va a retrotraer en nuestro nivel de felicidad. Según uno de sus cabezas de lista, el señor Arenas, a 1996, a cuando de cada diez empleos que se creaban en Europa, ocho lo eran en España. Lástima que haya tantos pisos vacíos y que apenas quede ya suelo urbanizable. Mucho me temo que éste prometido regreso a la felicidad sea, para la mayoría, mucho más difícil que el regreso a la infancia.