O sea, que ahora ya sí toca, en expresión de Jordi Pujol . Ya los catalanes han votado, y CiU y el gobierno de la Generalitat pueden publicar y poner en marcha un plan de recortes de los servicios públicos y de los sueldos de los funcionarios para cumplir a rajatabla -todo por culpa de no tener un pacto fiscal, según Artur Mas- el déficit público previsto para Cataluña. Mas allá de la cuestionable inevitabilidad de los recortes y de su priorización -ahí está el ejemplo de Andalucía- subsiste el hecho de esperar al día después de las elecciones para anunciar las malas nuevas, lo que supone una medida exacta de la calidad de nuestra democracia, porque en éstas maniobras y engaños asumidos todos la degradamos: los votantes porque sabiendo lo que los políticos tienen por costumbre respetar sus promesas electorales continuamos votando sin vislumbrar otra alternativa y los políticos porque valiéndose de ello hacen del paño mangas y capirotes a su antojo. ¡Que lejos continúa quedando la utopía de que los programas electorales sean un contrato que pueda ser denunciado y que conlleve la pena de que el político renuncie a su cargo en caso de incumplimiento!. Quien está en el poder hace lo que estima que toca, y los ciudadanos a esperar otros cuatro años a que nos pidan participar nuevamente en el guiñol.
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