El previsible primer ministro griego, Lucas Papademos (Λουκάς Δημήτριος Παπαδήμος), ha comenzado excusándose ante su previsto nombramiento diciendo que él no es un político; se conoce que no es una ocupación -la de político- que sugiera aromas agradables actualmente. Al parecer, Papademos tiene buen cartel como tecnócrata en Europa desde que ocupó el cargo de vicepresidente del BCE. Y no sé si será por ello, o por la habilidad con que desde su cargo de director del Banco Nacional de Grecia, camufló las cuentas del Estado griego cuando éste adoptó el euro. Será que en Europa prefieren a un tramposo conocido que a un justo por conocer, o, más posiblemente, que a pesar de lo que ha llovido desde los tiempos bíblicos, sea dificilísimo encontrar un solo hombre justo, sobre todo para ocupar un cargo político. También existen otras posibilidades, pero son tan tenebrosas que prefiero no explorarlas.
A este respecto, y para facilitar a quien tenga interés por saber donde estamos y quien lleva el timón del barco en esta tempestad mundial que es la crisis económica, recomiendo vivamente la visión de la demoledora Inside Job para entender como, contra toda lógica y moralidad, los lobos continúan a cargo del rebaño. Y para entender otra parte del problema, que resulta ser como los manifiestamente incapaces llegan a los puestos de poder, también recomiendo la revisión de la magistral serie británica Sí, Ministro y de su secuela Sí, Primer Ministro.
Una vez establecido que estamos en manos de inmorales y tontos -no es fácil averiguar el porcentaje respectivo, ya que a menudo coinciden en la misma persona- todo resulta más fácil de comprender.
A este respecto, y para facilitar a quien tenga interés por saber donde estamos y quien lleva el timón del barco en esta tempestad mundial que es la crisis económica, recomiendo vivamente la visión de la demoledora Inside Job para entender como, contra toda lógica y moralidad, los lobos continúan a cargo del rebaño. Y para entender otra parte del problema, que resulta ser como los manifiestamente incapaces llegan a los puestos de poder, también recomiendo la revisión de la magistral serie británica Sí, Ministro y de su secuela Sí, Primer Ministro.
Una vez establecido que estamos en manos de inmorales y tontos -no es fácil averiguar el porcentaje respectivo, ya que a menudo coinciden en la misma persona- todo resulta más fácil de comprender.
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