domingo, 29 de septiembre de 2019

¿Existe aún la clase media?

...es más, ¿hubo un tiempo en el que realmente existiera?; es sabido que la teoría socio-política adjudica a este gupo social la vertebración y estabilidad de una sociedad moderna y avanzada: el denominado primer mundo, al cual dicen que pertenecemos. Pero ésto, que tuvo cierta verosimilitud  hasta la caída del muro de Berlín -al capitalismo le interesó hasta entonces mantener una contrapropuesta social al bloque de países basados en el socialismo real- se ha ido transformando progresivamente y, en los últimos tiempos, aceleradamente, mediante la constante  presión de un neoliberlaismo salvaje  a las órdenes de un capitalismo igualmente salvaje e irracional que está esquilmando irreversiblemente los recursos del planeta.  Los estudios basados en datos reales -y según las metodologías utilizadas- hacen oscilar el porcentaje de la población perteneciente a la clase media en España entre un 60% y un 20%; porcentaje este último que considero más real y que se une a la estimación de un 10% de ricos, lo que deja un 70% por adjudicar y repartir entre dos grupos de inciertos límites entre sí (cada vez más existe una población que pertenece a ambos): la clase trabajadora y el precariado. En todo caso, si aceptamos prudentemente como valor promedio que un 40% pertenece a la clase media, difícilmente podrá ser esa clase la vertebradora de una sociedad, si de eso se deduce que la mitad de la población está instalada entre la incertidumbre y la precariedad y cuando, incluso en esa misma clase media, existe un 20% que tiene dificultades para llegar a fin de mes y en la que un 29% admite que le sería difícil afrontar un imprevisto.
En fin, que creo que se equivocan los que insisten en la tratar de prolongar la consolidada teoría política que basa el ascenso al poder político -y al gobierno-  intentando el control de un centro asociado al voto de la clase media, una mayoría social que, por lo apuntado, ya no lo es. Por cierto, que también creo que el centro -un concepto de origen geométrico que indica la excepcionalidad de un punto entre infinitos a uno y otro lado en una recta, o a la misma distancia de otros tantos en una circunferencia- ni existe ni ha existido nunca más que como un concepto ideológico que nunca fue capaz de establecer sus propios límites al pretender una imposible equidistancia entre el conservadurismo -referido a los privilegios de una minoría- y la justicia social debida a la mayoría de la población.

viernes, 20 de septiembre de 2019

El estrambote Sánchez.

En una entrevista-masaje con propósitos propagandísticos -de la campaña pre-electoral en la que ya nos han situado- el presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha manifestado que si hubiera aceptado la coalición de gobierno propuesto  por el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, eso le llevaría a no dormir tranquilo por la noche, como al 95% de los españoles -y eso que él cambió el colchón del dormitorio de La Moncloa-; el 95%, nada menos, ha sido prudente el presidente dejando un 5% de reserva en la indefinición: pero ni Franco concitaba tal adhesión a su propio liderazgo como el que Pedro Sánchez logra en la coincidencia de los españoles con su propia opinión; aunque él mismo debería sospechar del hecho de que porcentajes tan altos sólo se den en las dictaduras.
En relación al manifiesto deseo de convocatoria de nuevas elecciones por parte del PSOE, el propio Sánchez se preguntaba retóricamente: ¿Por qué iba a querer repetir las elecciones quien ha ganado las elecciones? No sé, ¿quizá por pretender mejorar sus resultados electorales -haciendo caso a sus augures del CIS- y quedarse un poco más cerca de la deseada mayoría absoluta, como en los buenos tiempos del bipartidismo? Insistiendo, a continuación  en otro de sus mantras favoritos: la ciudadanía fue muy clara en cuanto a que lo que quería era que gobernase el PSOE, confirmando una vez más el hecho de que no hay peor sordo que el que no quiere oír: si los españoles hubieran querido que gobernase el PSOE -a lo que parece en solitario, ya que le es tan difícil lograr un gobierno de coalición con Unidas Podemos- hubieran votado en consecuencia, otorgando la mayoría al PSOE, cosa que no ha sucedido; y eso no cambiará por mucho que él interprete la realidad de forma diferente. Y, en su autoconsideración de hidalgo político, también le ha parecido conveniente insistir, sostenella y no enmendalla: la ciudadanía sabe que Unidas Podemos ha impedido en cuatro ocasiones que el PSOE gobierne. Que digo yo que si la ciudadanía ya lo sabe, parece una pérdida de tiempo insistir en ello; salvo que haya pretendido su utilización, también esta vez, como  principio de unananimidad, uno de los once principios de la propaganda de Goebbels.
Tras unas cuantas promesas y vaciedades más, muy de su estilo, concluyó a modo de estrambote cervantino:

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.


Sí, estrambótico. O realidad paralela.

lunes, 16 de septiembre de 2019

Los tontos y los malos; apuntes para un estudio.

No llega en mí a monomanía -ni a manía siquiera- pero comprendo que lo pudiera parecer: cada vez encuentro más interesante el estudio de los tontos y los malos -y las relaciones entre ellos- en cuanto a su consideración como grupos sociales y su incidencia y repercusión en el progreso o evolución de la propia humanidad. Comprendo que así enunciado el tema resulte aparentemente poco serio -por mi forma instintiva de abordarlo- aunque, si recurrimos a otros conceptos relacionados, tal como el de la banalidad del mal, acuñado por Hannah Arendt, y su uso por analistas sociopolíticos, el asunto gana bastante en respetabilidad -al igual que si  denominamos ignorancistas a los tontos- pero yo, sinceramente, y puesto que mi propósito es únicamente pensar sobre ello y no escribir -al menos de momento-  una tesis, prefiero un acercamiento más elemental. En este sentido, últimamente me he planteado la cuestión -ignoro si tendrá recorrido- de si tontos y malos son o no conjuntos disjuntos; es decir, si los malos, por aquello de que para serlo se les supone notable inteligencia -aparte de su natural mala voluntad- pueden llegar a ser o no simultáneamente tontos y, a la inversa, si los tontos pueden o no superar su supuesto nivel de manipulables bobalicones para añadir a su comportamiento cierta maldad de cosecha propia. He llegado a la conclusión de que sí, de que estadísticamente ambos casos seguramente se dan, son posibles y, por tanto, que los tontimalos -o malitontos- han de existir, más allá del tontopillo, que es una figura distinta, la del tonto que quisiera ser malo pero con limitadas facultades para esto último, aunque suele tener mucha voluntad -afición, se decía antes- para ello. Así pues, creo que es razonable suponer que, admitiendo la existencia de esos tontimalos y malitontos, es previsible, no obstante, que resulten una minoría, porque reunir en una sola personalidad ambas características ha de llevar a una cierta esquizofrenia -suponiendo también que los esquizofrénicos sean minoría sobre el total de la población- mediante la cual un malo tiene que fingir ser algo tonto para mejor elaborar sus maldades o un tonto debería fingir maldad para sus tonterías fungiendo de malo: algo difícil de sobrellevar pero que, en todo caso, permitiría establecer definitivamente dos categorías distintas: la de los tontimalos y la de los malitontos.
Y, pensando en la elaboración de las preguntas para una hipotética encuesta que permitiera establecer cuantitativamente las categorías de tonto, malo, tontimalo y malitonto sobre el total de la población, me quedé dormido. Aunque me desperté al rato, sobresaltado por una dificultad insalvable para la realización de tal encuesta: todos los pertenecientes a una de las cuatro categorías, por una causa u otra, mentirían en las respuestas en un grado imposible de prever y filtrar (sobre todo, al no conocer, como es lógico, a cual de ellas pertenece el encuestado). Sólo queda seguir suponiendo que los tontos son muchísimos -seguramente más que los malos- y, si hacemos caso a Baltasar Gracián, constituyen la mayoría de la población; no hay más que constatar la actual situación política del país: malos seguro que hay- seguramente más de los que suponemos, les gusta permanecer en la sombra- pero lo que más vemos (no sólo políticos, aunque sean éstos a los que los medios convierten en ubicuos) son tontos; a todas horas, en cualquier lugar, con cualquier motivo, manifestando urbi et orbi, sin complejos, su tontería e incapacidad; es lo que tiene ser  ahora ignorancista.
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P.S.: ...después de escribir estas reflexiones he comprobado que ya hubo quien se planteó este estudio y lo llevó a cabo con humor, pero también con rigor científico: Carlo M. Cipolla, con sus Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana, cuya lectura recomiendo sin duda; en él se establece una categorización tipológica fundamental de los seres humanos como ser social, a saber: los malvados, los incautos, los inteligentes y los estúpidos; yo había obviado a inteligentes e incautos por poco relevantes, estadísticamente hablando.
La primera de esas Leyes Fundamentales establece la atribución de un valor numérico a la fracción de personas estúpidas respecto del total de la población: Cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación. Por ello en las páginas que siguen se designará la cuota de personas estúpidas en el seno de una población con el símbolo ε.
Sólo añadir que el corolario de la Quinta Ley Fundamental afirma que El estúpido es más peligroso que el malvado, como yo sospechaba. 

martes, 3 de septiembre de 2019

Dos reglas y una ilusión

Las intensas vacaciones de Alberto Carlos Rivera nos lo han devuelto con ganas y se vé que, apenas comenzado el curso, ya domina dos de las cuatro reglas de la aritmética: Hay que sumar con inteligencia; España suma, pero la corrupción resta; con lo que ha dejado compungido al PP, que pretendía una coalición de las derechas, una reedición de la histórica CEDA; además, el PP ha mostrado su inferioridad aritmética frente a Ciudadanos ya que con su España suma se ha quedado en la primera regla: sumar (aunque hay que reconocer que esa operación la dominan;  una caja A se les queda pequeña para la velocidad a la que consiguen sumar, haciendo gala de ello).
Eso sí, cuando Rivera suma, lo hace siempre pensando en el bien de España; al parecer en Ciudadanos desean seguir conservando la triple ilusión: que son un partido liberal, que son un partidor regenerador y que han venido para superar en España la división entre rojos y azules (cierto que ésto último es del curso próximo curso, donde se estudiará la multiplicación y la división, pero es que Rivera tiene mucha capacidad).
Aunque creo que, a riesgo de resultar reiterativo, habría que recordar el significado de la palabra ilusión, que Ciudadanos defiende ser la base de su proyecto político: Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por el engaño de los sentidos.

domingo, 1 de septiembre de 2019

No es relato, es cuento.

Relato y cuento comparten significado en gran parte pero, no obstante, últimamente se usa y abusa por parte de los políticos del primer término cuando, generalmente, debía usarse el segundo debido al matiz -importante- de que si no hay pretensión de respetar nunca la verdad o, al menos, la verosimilitud, más que de relato lo suyo sería hablar de cuento; a veces chino, a veces de viejas y a veces infantil; pero ya digo, generalmente pura ficción, lo que lo distingue del relato, que suele considerarse un término algo más serio y pretencioso y cuyo significado parece más encaminado a ajustarse a la realidad (quizá sea ese el verdadero motivo de la preferencia de los políticos por el término relato, pretendiendo cierta respetabilidad, o quizá sea puro seguidismo de la terminología anglosajona, como es frecuente).
Pedro Sánchez y otras figuras parlantes del PSOE, por ejemplo, parece que hayan asistido a algún taller de escritura, concretamente en la especialidad de cuentos chinos (que seguro que a los chinos no les hace ninguna gracia la denominación, pero a nosotros nos sirve para entendernos); no es que dominen especialmente la técnica: les suelen quedar generalmente unos cuentos embarullados y de los que se pilla el truco -o falso meollo- casi de inmediato, y con propensión a mezclarlo con una de las variantes menos vendibles de cuento: el cuento de nunca acabar, que es en el vivimos políticamente desde hace unos meses (si no años), como en un eterno día de la marmota.
En una entevista de el diario El País a Pedro Sánchez -parece que ya olvidado algún que otro encontronazo del pasado reciente- Pedro Sánchez le dá otra mano a su cuento preferido -ya digo, híbrido entre la especialidad china y la de nunca acabar- y que podríamos titular Podemos tiene la culpa, que, a ojos de alguien que no supera que Unidas Podemos es el nombre de un partido político quedaría como un título bastante inquietante y misterioso (además de una frase mal contruída); porque, aunque el cuento es verdaderamente inquietante -por las consecuencias que puede tener directamente en la ciudadanía- la verdad es que poco hay de de misterioso en él: el cúmulo de medias verdades, falsedades, tergiversaciones, ligado con una verborrea vacua a modo de aglutinante, todo ello resulta transparente en su intento de demostrar el título del cuento.
Como es imposible pormenorizar y comentar todas y cada una de las afirmaciones del presidente del gobierno en funciones en la mencionada entrevista -que convertirían éstas líneas en un soporífero ladrillo del tamaño de lo comentado- voy a incluir sólo una muestra: los españoles el pasado 28 de abril y el 26 de mayo ya dijeron que quieren que gobierne el Partido Socialista. A partir de ahí, estoy convencido de que los ciudadanos españoles, si eventualmente hay elecciones, optarán siempre por un Gobierno progresista, porque solamente el Partido Socialista puede dar respuesta —y, además, lo hemos visto durante estos últimos 40 años— a los desafíos, a las modernizaciones que necesita nuestro país; ¿qué, que se pueden acumular más mentiras e invenciones en una sóla frase?; difícil está, sí. 1)Porque los españoles no dijeron lo que el señor Sánchez dice que dijeron, 2) nadie sabe -y él tampoco, supongo, salvo que todo esto de la democracia sea un engaño más descarado de lo que ya sospechamos que es- por lo que optarán los españoles en unas nuevas elecciones y 3) si es por las políticas realizadas por el PSOE en los últimos cuarenta años, en fin, sería cuestionable si las modernizaciones que el país necesita han de estar en manos de un partido que ha desmostrado hasta la saciedad responder en la práctica a los mismo principios neoliberales que el PP; no hay más que dar un repaso a los incumplimientos del PSOE en el último año; por no hablar de los 40 años anteriores. Y no creo que sea yo quien ha destripado el cuento.