viernes, 20 de septiembre de 2019

El estrambote Sánchez.

En una entrevista-masaje con propósitos propagandísticos -de la campaña pre-electoral en la que ya nos han situado- el presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha manifestado que si hubiera aceptado la coalición de gobierno propuesto  por el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, eso le llevaría a no dormir tranquilo por la noche, como al 95% de los españoles -y eso que él cambió el colchón del dormitorio de La Moncloa-; el 95%, nada menos, ha sido prudente el presidente dejando un 5% de reserva en la indefinición: pero ni Franco concitaba tal adhesión a su propio liderazgo como el que Pedro Sánchez logra en la coincidencia de los españoles con su propia opinión; aunque él mismo debería sospechar del hecho de que porcentajes tan altos sólo se den en las dictaduras.
En relación al manifiesto deseo de convocatoria de nuevas elecciones por parte del PSOE, el propio Sánchez se preguntaba retóricamente: ¿Por qué iba a querer repetir las elecciones quien ha ganado las elecciones? No sé, ¿quizá por pretender mejorar sus resultados electorales -haciendo caso a sus augures del CIS- y quedarse un poco más cerca de la deseada mayoría absoluta, como en los buenos tiempos del bipartidismo? Insistiendo, a continuación  en otro de sus mantras favoritos: la ciudadanía fue muy clara en cuanto a que lo que quería era que gobernase el PSOE, confirmando una vez más el hecho de que no hay peor sordo que el que no quiere oír: si los españoles hubieran querido que gobernase el PSOE -a lo que parece en solitario, ya que le es tan difícil lograr un gobierno de coalición con Unidas Podemos- hubieran votado en consecuencia, otorgando la mayoría al PSOE, cosa que no ha sucedido; y eso no cambiará por mucho que él interprete la realidad de forma diferente. Y, en su autoconsideración de hidalgo político, también le ha parecido conveniente insistir, sostenella y no enmendalla: la ciudadanía sabe que Unidas Podemos ha impedido en cuatro ocasiones que el PSOE gobierne. Que digo yo que si la ciudadanía ya lo sabe, parece una pérdida de tiempo insistir en ello; salvo que haya pretendido su utilización, también esta vez, como  principio de unananimidad, uno de los once principios de la propaganda de Goebbels.
Tras unas cuantas promesas y vaciedades más, muy de su estilo, concluyó a modo de estrambote cervantino:

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.


Sí, estrambótico. O realidad paralela.

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