miércoles, 21 de julio de 2021

De pobres, tontos y españoles

Toni Cantó cantó de nuevo en Twitter -lo hace a menudo, en los breves instantes que le permiten sus labores en defensa del Español- y en esta ocasión a dúo con el literato -también español, y mucho español- Arturo Pérez Reverte; será que les une la defensa del idioma. O la chulería desinhibida, quién sabe. El caso es que a ambos les ha parecido mal que el presidente del gobierno se refiera a la pobreza mediante el supuesto eufemismo carencia material severa.

Toni Cantó en su papel de Defensor del Español, ha abundado en que esos términos pertenecen a la neolengua cuya finalidad es la de disminur el área de pensamiento (como si ello le supusiera un problema personal; decididamente las collejas de Sole han tenido un efecto esperable, aunque tardío) y a Pérez Reverte le parece mal porque deduce que, a partir de ahora, se calificará de fascista a quien utilize la palabra pobre (sorprendente deducción) y añade, para que quede patente su inconformismo intelectual: en España seguimos siendo gilipollas por encima de nuestras posibilidades.

Lo cierto es que hablando de pobreza con precisión, tanto la UE como el INE en España se refieren a porcentajes de población en riesgo de pobreza y/o exclusión social (Indicador AROPE) como a población en situación de carencia material severa que, según el INE en su Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) para 2020, ha crecido hasta el 7% desde el 4,7% del año anterior. 

En lo de los gilipollas -la variante castiza de los tontos de siempre- no puedo por menos que estar de acuerdo con  Pérez Reverte, de hecho yo tengo la firme creencia de que los tontos son mayoría y, por tanto, puede que resulten demasiados (dependiendo siempre de las posibilidades que nos supongamos o se nos hayan asignado); la tasa de población con carencia intelectual severa creo que el INE no la mide, pero es un hecho que tales individuos prosperan en casi todos los climas y ambientes. Y ser español o literato no es vacuna para ese virus.

domingo, 18 de julio de 2021

Concertar

Enseñanza concertada: enseñanza que se imparte en centros no estatales con subvención pública
; no lo digo yo, lo dice el diccionario de la RAE. O sea, los centros de enseñanza concertada no están bajo el control del Estado, pero se financian con dinero público -de todos- también de quien no envía a sus hijos a estudiar a centros de enseñanza concertada. ¿Es posible tal aberración?: lo es; la explicación oficial es que no hay suficientes centros de enseñanza pública, ante lo que a cualquiera se le ocurre argumentar: ¿y no sería mejor destinar los fondos empleados en subvencionar los centros concertados a crear más centros de enseñanza pública, con lo cual no existiría esa necesidad de subvencionar centros sobre los cuales el Estado no tiene control?
 
La segunda acepción -también de la RAE- de concertar dice que es acordar el precio de algo. Parece que nos vamos acercando. Según la plataforma concertados, donde se exponen 10 razones -qué menos que un decálogo- por las cuales la educación concertada nos beneficia a todos -una forma un poco forzada de justificar la mencionada subvención pública- la primera de las razones afirma que la variedad de enfoques educativos supone una riqueza cultural y humana, que ya, para ser la primera, me parece bastante discutible, porque: ¿porqué el Estado está obligado a financiar todos  los enfoques educativos? ¿está obligado a suministrar recursos a los enfoques educativos  ideológicos, sectarios o religiosos?; se podría argumentar -y los concertistas lo hacen a menudo- que la educación pública es también ideológica, pero la ideología de la educación pública -de existir- es la que los ciudadanos han decidido libre y democráticamente eligiendo a sus representantes del poder legislativo, los cuales han establecido una educación común. Y quien no esté de acuerdo con pertenecer a esa comunidad puede -y es gracia que concedería el Estado, siempre y cuando no se contravinieran las normas comunes- elegir la propia, una particular para sus hijos, pero siempre fiananciada a su cargo, no con fondos públicos.
 
Resulta muy rebuscado -no quería llegar a calificarlo de cínico, pero le cuadra- que en la quinta de las razones que defienden las bondades de la enseñanza concertada se afirme que los padres son los responsables de la educación de los hijos y el Estado es responsable de crear un marco que favorezca esta tarea; el marco que el Estado ha creado para favorecer esa tarea es, precisamente, la enseñanza pública; ¿que a usted, padre  muy responsable no le gusta  ese marco? pues el Estado le podría permitir -también sin contravenir la legislación y las normas comunes, por supuesto- elegir la educación que prefiera para sus hijos pero, igualmente,  financiada a su cargo; el Estado no tiene porqué subvencionar el marco que a usted le cuadre y le satisfaga plenamente, si no, únicamente, el marco elegido para todos.
 
Y mas o menos así para todas y cada una de las razones expuestas por la plataforma  en favor de la enseñanza concertada, hasta llegar a la última, que tiene su aquél (como el resto): la variedad de modelos educativos es síntoma y requisito de madurez democrática; ¿en qué quedamos, síntoma o requisito?; como síntoma sólo se me ocurre que fuera debido  una injustificada creencia en el derecho a ciertos privilegios por los cuales todos debemos pagar la elitista educación de algunos -precisamente de los que más tienen-  y si fuera requisito, sería más de lo mismo (y aún peor); en ningún caso, nada que ver con que ello pudiera significar madurez democrática. Que, según de qué estemos hablando, recordemos, democracia se refiere a todos o a la mayoría. Y que el siguiente estado a maduro es pasado.

viernes, 16 de julio de 2021

Ciencia y sociedad

La especie humana presume de aquellas capacidades intelectuales que, al parecer, le dan derecho a proclamarse reina de la Naturaleza; ello implica -en la versión comunmente aceptada- que es potestad nuestra sojuzgar al resto de las especies del planeta y decidir sobre la explotación de sus recursos aunque ello implique un desastre apocalíptico a no muy largo plazo (lo que no indica, precisamente, mucha inteligencia como especie por nuestra parte). Es cierto que  la ciencia, sublimación última de esas capacidades intelectuales proclamadas como privativas, han permitido un conocimiento bastante profundo de nuestro entorno físico tanto a nivel macroscópico como microscópico; en éste último, concretamente, hemos sido capaces desde el  siglo pasado, de desentrañar la composición de la propia vida en su origen y hasta sus componentes básicos: genomas formados por cadenas de ARN y ADN de las que están compuestas cada una de las células de nuestro cuerpo, los  mismos que constituyen el material con el que se forma un virus: ambos estamos contruídos con los mismos ladrillos primarios y, seguramente, los virus habitan éste planeta desde mucho antes que nuestra especie lo hiciera.

Ahora bien, que nuestra especie haya sido -o esté siendo- capaz de descubrir la realidad de la formación y estructura de la vida, no quiere decir necesariamente que cada especimen alcance ese grado de comprensión inteligente de la realidad y así ocurre que comportamientos simples, gregarios, y basados en creencias irracionales, conspiranoicas, o religiosas guían el comportamiento de muchos humanos en la presente pandemia de la CoVid19; cuando la ciencia ha sido capaz de comprender y analizar el comportamiento y transmisión contagiosa  del coronavirus y no sólo eso, producir una vacuna que genere los necesarios anticuerpos de defensa ante un virus antes desconocido, resulta que muchos individuos y la sociedad en su conjunto se desenvuelven, en muchas ocasiones, a nivel irracional y acientífico: para los primeros, una vez estudiados los mecanismos de contagio del virus y concluído que lo único efectivo contra ese contagio -en tanto no se recibe la vacuna- es un aislamiento interpersonal radical, resulta incomprensible que no se asuma inmediatamente esa evidencia, con el peligro que representa no hacerlo, exponiendo -con esa inconsciencia- a la sociedad en su conjunto a un suicidio colectivo. Para la segunda, comprobar que leyes, jueces y políticos están a tal distancia del peligro real e inmediato que representa la pandemia que, por ejemplo, en éste país se han declarado ilegales las medidas que el gobierno estableció para asegurar ese aislamiento interpersonal, inhabilitando temporalmente  derechos garantizados por nuestro ordenamiento jurídico y salvando, con ello, miles de vidas. No son sólo los tontos -por su abundancia, algunos creemos que constituyen mayoría- el peligro a considerar individualmente; leyes y normas sociales están igualmente a gran distancia de las evidencias científicas que inexcusablemente han de tenerse en consideración a la hora de establecer aquéllas. Mientras eso no ocurra, tanto en asuntos de salud pública como, en general, en la gestión global de los recursos del planeta, considerando a éste únicamente como un depósito de material a explotar, caminamos con paso decidido hacia un desastre científicamente predecible.

jueves, 1 de julio de 2021

Ni democracia ni ley

Recomiendo la atenta lectura del artículo de Angel Viñas en Público:  Ante unas palabras desafortunadas del líder de la oposición, a cuento de una frase que el líder del  PP tuvo a bien leer -tiene todo el aspecto de haber sido escrita por el redactor becario sustituto de verano del PP- en el Congreso de los Diputados, definiendo nuestra guerra civil como una lucha entre quienes querían democracia sin ley y quienes querían ley sin democracia; aclarando, antes que nada -siempre se pierde uno un poco en estas frases grandilocuentes y pretendidamente ingeniosas, pero vacías- que Casado se alinea claramente con los segundos, justificando así el golpe de Estado de unos militares sediciosos contra una República legalmente constituída y, en definitiva, justificando a los golpistas que utilizaron la razón de la fuerza frente a la fuerza de la razón pero, además, malamente: tanto la democracia como la ley -por eso he recordado lo de legalmente constituída- eran prerrogativas exclusivas de la República; el levantamiento militar, promovido y subvencionado por todos aquellos sectores que Viñas menciona en su artículo y que documenta detalladamente en sus obras sobre la República y nuestra guerra civil, se hizo tanto contra la democracia como contra la ley. Y eso es así pese a toda la propaganda que entonces y después desplegaron Franco y el franquismo.

Cuanto mejor nos iría atendiendo las razonadas palabras de los intelectuales que merecen ese calificativo y no los  opinables exabruptos de tertulianos de variado pelaje, sin siquiera con el peso de defender su propia opinión, si no  con el único propósito de mantener la subvención de quien les paga. Por no hablar de las insensateces -no solamente declaraciones desafortunadas; la diosa Fortuna no puede estar a todo, pese a ser diosa- a que nos tienen acostumbrados líderes y lideresas del PP.

Oficinista

Estaba revisando cual de las definiciones de oficina que recoge el diccionario la RAE era la que mejor se acomodaba al chiringuito mamandúrrico denominado Oficina del Español que Díaz Ayuso le ha montado a Toni Cantó como pago a servicios prestados (que, a saber cuales han sido); las definiciones son cinco y, por descarte de tres de ellas, me he quedado con la 1 y la 4. 

La primera (la 1) dice así: Local donde se hace, se ordena y se trabaja algo que, en su inconcrección, es bastante adecuada ya que local es bastante probable que exista (la mayoría de los chiringuitos disponen de uno, generalmente bastante ostentoso, de modo que quepa sospechar que todo aquello tiene que servir para algo), se ordena, que yo he tomado en su acepción de mando (si algo chifla a los políticos sin grandes dotes es mandar) y se trabaja algo (no creo que Toni Cantó perezca debido al trabajo, ni siquiera mandando; si llega a trabajar algo ya sería bastante).

La segunda (la 4) es igualmente inconcreta (cualidad esencial de cualquier chiringuito que se precie) y parecece ser complemento o aclaración de la anterior: parte o lugar donde se fragua y dispone algo no material; que no se yó si ésto va a ser incluso demasidado inconcreto; a ver, Toni, no te asustes, fraguar significa -además de forjar metales- idear, discurrir o trazar la disposición del algo (sí, de nuevo algo, tan adecuada y gloriosamente inconcreto); dispone, de nuevo en su acepción de mando y, finalmente, inmaterial (no material), como a colocado a medida para su fin declarado: la defensa del español (del idioma, claro; para lo otro dicen que está el Defensor del Pueblo). Inmaterial total.

¡Ea! pues ya estamos al cabo de la calle respecto a la misión de Toni Cantó -que tanto despotricó de los chiringuitos y de las mamandurrias en su etapa regeneracionista en Ciudadanos- al mando de su propio chiringuito denominado Oficina del Español: hacer algo con el español (inmaterial, por supuesto). Aunque, vista la redacción de su tuit de declaración de intenciones, recién nombrado en el cargo de Oficinista Mayor del Español (su actividad en Twitter es la mayor experiencia literaria acrediatada por él con el idioma español), puede ser cualquier cosa.

Por cierto, en la adjudicación de este chiringuito ya podrían en el PP haber disimulado algo y haber elegido para Toni Cantó algo menos cantoso, valga la redundancia; ¿no hubiera sido mejor una Oficina Anticorrupción?...bueno, puede que tampoco...

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En recuerdo del genial oficinista Pablo y su Oficina Siniestra, reflejo exacto de aquellas oficinas de entonces, repletas de sufridos oficinistas pluriempleados y pelotas de paupérrimas mamandurrias.