Me enteré recientemente leyendo a Máximo Pradera en Camorristas, que el ínclito Arturo Pérez Reverte le había administrado, entre otros y como remate, el epíteto de chupacirios; según Pradera la causa podría ser la tendencia de Pérez Reverte a lo arcaico, a su querencia por el lenguaje que alentaba en las golas del Siglo de Oro (*); bien pudiera ser que así como Bela Lugosi acabó creyéndose Drácula, Pérez Reverte haya terminado por creerse Alatristre (que ya se podía haber esforzado un poco más en los apellidos del personaje: si Alatriste suena a falso, Tenorio huele a Zorrilla. Al poeta, digo).
A Pérez Reverte no le parece bien que el Estado subvencione las películas que se hacen en éste país... sólo si él no cobra por ellas, como ya le han recordado; pero sí le parecería bien que se subvencionara a los editores, a los libreros, a los escritores e incluso a los lectores y, sobre todo, a la media docena de sobrinos que dice tener trabajando en el extranjero: así son muchos de los que más se hacen notar como regeneracionistas radicales, a poco que te descuides comienzan por hablar de lo suyo, como Umbral de su libro. Que cabe preguntarse cuales serán los méritos de los sobrinos de Pérez Reverte por encima de los de muchos miles de sobrinos -hijos, hermanos, primos y demás famila- que se han visto en idéntica tesitura, es decir, en la necesidad de emigrar para poder trabajar, o bien si cree que todos ellos han de ser subvencionados sólo por esa razón. Y si no sería mejor intentar desarrollar políticas que permitieran que esas personas en las cuales el Estado ha invertido en su formación pudieran quedarse en éste país trabajando dignamente y reintegrando al país esa inversión mediante el pago de impuestos justos.
Recuerdo que otro Reverte -Martínez en éste caso y al que, por lo que sé, no le unen más lazos que los del oficio- igualmente expresó su opinión de que el Estado -o sea, todos los españoles- debería subvencionar su literatura, so pena de que nos dejara, abandonando este país para nacionalizarse irlandés.
Y es que, ya digo, para muchos lo público es justificable sólo si les beneficia: lo público para mí, todo un oxímoron.
Y es que, ya digo, para muchos lo público es justificable sólo si les beneficia: lo público para mí, todo un oxímoron.
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(*) ...por
cierto, que su compañero académico en la RAE y eximio cervantinista, Francisco Rico, opina -supongo
que con pruebas- que Miguel de Cervantes acabó como un auténtico meapilas, lo más parecido -antes y ahora- a un chupacirios; ¡ánimo Max!, lo tuyo no es nada; en el hipotético caso de que realmente
tuvieras una querencia malsana por los velones, siempre tendrías este precedente ilustre.
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