sábado, 29 de agosto de 2020

Los Borbones (resumen de antecedentes)

Al finalizar la guerra de sucesión y poco después de ser confirmado en el trono de España en 1713, Felipe V promulgó el Reglamento de sucesión al trono (Nuevo reglamento sobre la sucesión en estos Reinos), más conocido posteriormente como Ley de Sucesión Fundamental; según la nueva norma, las mujeres podrían heredar el trono, pero sólo en el caso no haber herederos varones en la línea principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos). Esta Ley de Sucesión fundamental no debe ser confundida con la Ley sálica, como sucede con frecuencia; la Ley sálica (procedente de las leyes seculares de los francos salios del siglo V) excluye absolutamente del acceso al trono a las mujeres, en cualquier caso.

En 1724, Felipe V abdicó la corona de España en su hijo primogénito que reinó en España como Luis I; el reinado de éste fue breve, como su vida, a los ocho meses de su reinado y 18 años de vida murió de viruela. Las causas de abdicación de Felipe V no están claras; pudo deberse a cálculo político -esperaba heredar la corona de Francia, lo cual no era compatible con ser rey de España- o bien, más probablemente, a sus condiciones anímicas (era ciclotímico y maníaco-depresivo) y a una progresiva inestabilidad mental (se negaba a cortarse las uñas de los pies hasta que apenas podía caminar, dormía de día y reunía a la corte de madrugada. Tampoco quería cambiarse de ropa porque tenía miedo a ser envenenado a través de ella, no se dejaba asear y sufría delirios; en otras ocasiones, creía ser ser una rana y como tal se comportaba en palacio: croaba y brincaba por las estancias de La Granja negando su condición humana, pues estaba seguro de que carecía de brazos y piernas). Naturalmente, una abdicación no puede ser retroactiva, y, en consecuencia, debería haber sido nombrado rey -de acuerdo a la Ley de Sucesión Fundamental, promulgada por él mismo, su hijo Fernando (de su primera esposa, María Luisa Gabriela de Saboya), hermano menor de Luis I -muerto sin descendencia-  y primero en la línea sucesoria; sin embargo, la segunda esposa de Felipe V, la reina Isabel de Farnesio -de la que se asegura que era realmente la que gobernaba, incluso durante el breve reinado de Luis I- consiguió que el Consejo de Castilla pidiera a Felipe V que volviera al trono; una semana después de la muerte de Luis, Felipe V recuperaba la corona de España y su hijo Fernando era proclamado nuevo Príncipe de Asturias.

Fernando finalmente fué proclamado rey a la muerte de su padre en 1746 como Fernando VI. Doce años después, en 1758, la muerte de su esposa, Bárbara de Braganza, le sumió en la locura; también padecía crisis epilépticas y probablemente era bipolar, lo que le llevó a intentar suicidarse varias veces. Complicaciones infecciosas y la desnutrición derivada de su estado anímico -delgado y pálido, fingía estar ya muerto- hiceron que realmente muriera sólo un año después, en 1759. Al no haber tenido descendencia propia, fue sucedido por su medio hermano, Carlos III, también hijo de Felipe V y de su segunda esposa, Isabel de Farnesio. 

Carlos III (que hasta 1759 había sido Carlos VII como rey de Nápoles y Carlos V como rey de Sicilia) acabó, pues, siendo rey de España por la muerte sin descendencia de sus medio hermanos Luis I y Fernando VI, ambos hijos de la primera esposa de Felipe V. Carlos III, a su vez,  tuvo trece hijos con su esposa María Amalia de Sajonia, el sexto fué el primer hijo varón (tras cinco hijas); pasada la alegría inicial pronto se hizo evidente su anormalidad: padecía ataques epilépticos y retraso mental -una gran pesadez de cabeza, en palabras de un prudente observador cercano- Por ese motivo fué excluído de la linea sucesoria que recayó en el siguiente hijo de Carlos III, Carlos Antonio Pascual Francisco Javier Juan Nepomuceno José Januario Serafín Diego, (futuro Carlos IV), jurado como Príncipe de Asturias en 1760; al parecer, Carlos III tampoco estaba entusiasmado con sus capacidades.

Seis meses después de haber accedido al trono por la muerte de su padre, Carlos IV convocó en 1789 las Cortes para que éstas juraran como heredero al trono y príncipe de Asturias a su hijo Fernando que entonces contaba con cinco años de edad; era el noveno de los 14 hijos que tuvo Carlos IV con su esposa -y prima- María Luisa de Borbón-Parma (aunque antes de morir en 1819, Fray Juan de Almaraz, el confesor de la reina, recogió de ella por escrito la confesión de que ninguno, ninguno de sus hijos e hijas, ninguno era del legitimo matrimonio, lo declaraba para descanso de su alma y que el Señor le perdonase; la conducta posterior de Isabel II cuenta con notorios precedentes). También, en las Cortes de 1789, Carlos IV hizo aprobar una disposición para derogar la Ley de Sucesión Fundamental establecida por Felipe V y volver a las normas de sucesión establecidas tradicionalmente para la Corona de Castilla por el código de las Partidas (Partida Segunda) de Alfonso X; sin embargo, por motivos de política internacional, esa Pragmática Sanción no llegó a ser publicada ni, por tanto, tuvo vigencia en aquellas fechas.

Fernando (Fernando, María, Francisco de Paula, Domingo, Vicente Ferrer, Antonio, Joseph, Joachîn, Pascual, Diego, Juan Nepomuceno, Genaro, Francisco, Francisco Xavier, Rafael, Miguel, Gabriel, Calixto, Cayetano, Fausto, Luis, Ramón, Gregorio, Lorenzo y Gerónimo), príncipe de Asturias, con prisas por ser rey ya de joven, urdió en 1807 -cuando contaba 22 años- una conspiración para derrocar a su padre que fué descubierta y dió lugar al denominado proceso de El Escorial; con la experiencia adquirida lo intentó de nuevo el año siguiente mediante el motín de Aranjuez, que fué más efectivo, ya que simultáneamente eliminó políticamente tanto a Godoy (el primer Generalísimo de España), valido de Carlos IV, como al propio Carlos IV, obligado a abdicar. Este primer reinado de Fernando VII le duró apenas tres meses (Marzo-Mayo de 1808); Napoleón tenía otros planes respecto a los Borbones, tanto los de la rama napolitana como los de la española; en Mayo de 1808 y mediante una mezcla de presión y engaños, Napoleón consiguió que Fernando VII devolviera la corona a su padre y que éste renunciara a ella en favor del propio Napoleón (abdicaciones de Bayona), que ya tenía su propia opción para ocupar el trono de España: su hermano José. Al finalizar la guerra de la Independencia, Fernando VII (al que la propaganda fernandina había convertido en El Deseado, aunque ya había acumulado los suficientes méritos para ganarse su otro apodo: rey Felón), volvió de la dorada semiprisión francesa -donde había pasado los seis años de la salvaje guerra de la Independencia cazando, organizando fiestas y paseando a caballo por los alrededores de Valençay- a España en 1814 para ser rey, de nuevo. De inmediato suprimió la Constitución de Cádiz de 1812 y reinstauró el absolutismo hasta 1820, en el que un golpe militar de inspiración liberal le obligó a aceptarla. Poco duró; en 1823, la familia Borbón (rama francesa; Luis XVIII) envió a España a los Cien mil hijos de San Luis, que permitió a la facción realista y a Fernando VII reimplantar el absolutismo hasta su muerte, en 1833. Esta última fase de su reinado, la denominada Década Ominosa, se caracterizó por una feroz represión política, aunque acompañada de una política económica de inspiración liberal, que impulsó la formación de un partido más realmente absolutista alrededor del hemano de Fernando, el infante Carlos María Isidro. A ello se unió el problema sucesorio, basado en la promulgación por Fernando VII en 1830 de la Pragmática Sanción (aquella que Carlos IV no publicó en 1789), que establece que las mujeres pueden reinar si no existen hermanos varones, motivo de la Primera Guerra Carlista (finalmente fueron tres), que estallaría a la muerte de Fernando con el ascenso al trono de su hija Isabel II, no reconocida como heredera por el infante Carlos (Carlos V, para la facción carlista).

Isabel II fué el fruto del matrimonio (el cuarto; no tuvo descendencia en los tres anteriores) de Fernando VII con su sobrina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y nació en 1830, tenía por tanto menos de tres años cuando falleció su padre; su madre ejerció de regente hasta 1840. María Cristina mostró ser una viuda consolable, ya que inció una discreta relación  con Agustín Fernando Muñoz Sánchez, sargento de la Guardia de Corps, con el que se casó en secreto en 1833 y con el que tuvo cinco hijos durante la Regencia (posteriormente tuvieron tres más; admirable y duradera fogosidad); como oficialmente no podía estar embarazada al ser viuda y regente, se retiraba largas temporadas en el palacio de Vista Alegre; los hijos eran trasladados recién nacidos a París, donde eran atendidos por personal de confianza que guardaba lógicamente el secreto de sus orígenes: en  éste caso los niños no venían sino que iban a París. En 1840, el general Espartero se sublevó e hizo que expulsaran (por primera vez) de España a María Cristina; simultáneamente se hizo público su matrimonio con Fernando Muñoz, aunque ya entonces era un secreto a voces. En 1842, y producto de otra sublevación militar (O'Donell, Narváez y Prim) se declara mayor de edad a Isabel II pese a contar con tan sólo 13 años, y presta juramento como reina ese mismo año; como consecuencia, la primera guerra carlista declarada durante la Regencia de Isabel II  se recrudece. Y también se permite el regreso a España de su madre (y, de paso, que su esposo, Fernando Muñoz, sea nombrado duque de Riánsares y Grande de España). María Cristina aprovechó tan favorable coyuntura para proseguir -con el auxilio de su marido-  dedicada a los negocios -se decía que no había proyecto industrial en el que la Reina madre no tuviera intereses- que incluían, entre otros, la minería, los ferrocarriles, la sal (en monopolio) y el comercio de esclavos; negocios en los que prosperaban gracias al uso de recursos públicos y al manejo de información privilegiada sin mucho disimulo y como comisionistas en intercambos comerciales (nada nuevo bajo el sol). En 1854, tras el golpe liberal de O’Donnell es nuevamente expulsada, saliendo hacia Portugal, posteriormente se trasladaría a Francia. En esta segunda expulsión perdió también la pensión vitalicia que le habían concedido las Cortes; nada que le preocupara excesivamente, dado el caudal acumulado derivado de sus negocios y que, por supuesto, no radicaba en España. Volvió puntual y esporádicamente a España, la última vez para asistir a la boda de su nieto, Alfonso XII.

Podemos asomarnos ya a la Corte de los Milagros de Valle Inclán: el reinado de Isabel II. Isabel tenía un carácter temperamental y apasionado, al mismo tiempo que mostraba una ardiente sensualidad probablemente heredada de su madre, lo que es generalmente aceptado como una de las indudables características de todos los integrantes de la Casa de Borbón en España (otra es su querencia por el dinero). Tampoco es que supiera dedicar el tiempo en actividades más trascendentes o elevadas ya que ni su madre ni los distintos espadones que la utilizaron tomaron mucho interés en mejorar su formación al creer que así sería más facilmente manejable; a los diez años Isabel resultaba atrasada, apenas si sabía leer con rapidez, la forma de su letra era la propia de las mujeres del pueblo, de la aritmética apenas sólo sabía sumar siempre que los sumandos fueran sencillos, su ortografía pésima. Odiaba la lectura, sus únicos entretenimientos eran los juguetes y los perritos. Por haber estado exclusivamente en manos de los camaristas ignoraba las reglas del buen comer, su comportamiento en la mesa era deplorable, y todas esas características, de algún modo, la acompañaron toda su vida, así es descrita. No mejoraron sus cualidades intelectuales con la edad pero, al parecer, las referidas bastaron para que fuera proclamada mayor de edad -reina era desde los 3-  con 14 años, en 1843. A partir de esa fecha se convierte en cuestión de Estado -como forma de desactivar la causa carlista- el matrimonio de Isabel II. Lo más eficiente hubiera sido su matrimonio con el hijo del pretendiente carlista, Carlos Luis de Borbón y Braganza, conde de Montemolín. Isabel II no aceptó -a instancias de la facción liberal- y ello dió origen a la segunda guerra carlista, con el conde de Montemolín como Carlos VI de pretendiente carlista al trono de España. El matrimonio de Isabel se convirtió en cuestión internacional, ya que distintos países maniobraban para que esa unión no desequilibrara el complejo sistemas de alianzas en la Europa de la época. Eso condujo a la solución neutra de buscar pretendiente dentro de España y el gobierno no encontró mejor alternativa que casar a Isabel con su primo Francisco de Asís de Borbón; Isabel contrajo matrimonio con él al cumplir 16 años. Francisco de Asís era notoriamente homosexual y por tanto el matrimonio fué meramente de apariencias: de los doce hijos que tuvieron oficialmente (siete muertos al poco de nacer) se cree con fundamento que Francisco de Asís no es padre de ninguno de ellos; por algo era la Corte de los milagros. Militares de variado rango -capitanes, coroneles, generales- nobles, cantantes y hasta un composior, Arrieta, fueron alternándose en el favor y subsiguiente paternidad de los hijos de Isabel II. Su séptimo hijo, bautizado como Alfonso Francisco de Asís Fernando Pío Juan María de la Concepción Gregorio Pelayo, el futuro Alfonso XII, era, con bastante probabilidad, hijo del capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó; en aquella ocasión Isabel le preguntó a su médico, Tomás del Corral, si la criatura sería varón o hembra, y como éste acertó al predecir un varón, Isabel le nombró marqués del Real Acierto: campechanía borbónica.

Fernando VII (y también su padre, Carlos IV) habían puesto alto el listón en cuanto a incapacidad gobernante, especialmente dañina para un país en permanente recesión política y  económica desde el siglo XVI, pero su hija, Isabel II, puso todo su empeño en perpetuar -y, en lo posible, mejorar-  las  ya reconocidas como habilidades borbónicas. A partir de ella, la dinastía Borbón acumularía varias expulsiones de España -tres o cuatro, según si contabilizamos personas expulsadas o expulsiones- y, como broche, una huída -previendo la expulsión- la de Juan Carlos I.

Finalizó, pues, Isabel II su reinado con la primera expulsión real (segunda, si contabilizamos la de su madre) tras la revolución de 1868 (La Gloriosa); afortunadamente estaba en San Sebastián veraneando y fué más corto el trayecto hasta Francia, donde recibió el amparo de Napoleón III (los Napoleón siempre tan atentos con los Borbón). En 1870 abdicó en favor de su hijo Alfonso, que en 1874 volvió a España como rey Alfonso XII fruto de una sublevación militar contra la I República española, a cargo del general  Manuel Pavía, que entró al frente de la Guardia Civil en el Congreso de los Diputados, inaugurando así una tradición muy española. Con anterioridad a la República se había intentado la implantación de un verdadera monarquía constitucional bajo el reinado de Amadeo I de Saboya (1871-1873), experimento que fué saboteado por unos y otros y Prim, el general liberal valedor del intento, asesinado.

Alfonso XII había proclamado (manifiesto de Sandhurst) ser un príncipe católico, español, constitucionalista, liberal y deseoso de servir a la nación. Parece que esos méritos autoatribuídos les parecieron suficientes a quienes integraban la facción monárquico-militar-restauracionista para promover de nuevo a un Borbón de 16 años al trono de España. Durante su reinado se aprobó la nueva Constitución de 1876 (en que se basó el sistema político de La Restauración) y durante ese mismo año finalizó la guerra carlista, dirigida por el pretendiente que por entonces era Carlos VII (Carlos de Borbón y Austria-Este), sobrino de Carlos VI, éste había acabado reconociendo a Isabel II como reina legítima de España. Alfonso XII murió de tuberculosis a los once años de reinado y 27 de edad; seguramente esa brevedad vital le procuró el mérito de ser el único Borbón que no ha finalizado sus días fuera de España desde Fernando VII. La inesperada muerte del rey en 1885,  provocó una crisis que llevó al Gobierno presidido por Sagasta a paralizar el proceso de sucesión a la Corona (Alfonso XII ya tenía dos hijas con su segunda esposa y dos hijos extramatrimoniales con la contralto Elena Sanz) a la espera de que la viuda del rey, María Cristina de Habsburgo-Lorena diese a luz, ya que se encontraba embarazada en aquel momento. Cuando el 17 de mayo de 1886 la reina regente dio a luz a un varón, bautizado como  Alfonso León Fernando María Santiago Isidro Pascual Antón, fue reconocido de inmediato como rey, siendo un caso único en la Historia.

Así pues, podría decirse que Alfonso XIII fué rey antes de nacer. Durante su reinado dió muestras de agotamiento el tramposo sistema político-caciquil conocido como La Restauración, impulsado originalmente por Cánovas (conservador) y Sagasta (liberal). Vino a dar la puntilla definitiva al sistema establecido el que el rey Alfonso XIII, fuera de los cauces constitucionales -en realidad, traicionando su juramento de lealtad a la Constitución- apoyara el golpe de Estado militar del general  Primo de Rivera en 1923, siguiendo los ejemplos fascistas de la Europa de entreguerras. Su intromisión en cuestiones políticas -su manipulación de voluntades se acabó conociendo como borboneo- y militares que ocasionaron desastres en Marruecos y la corrupción subyacente coadyudaron al desprestigio de la monarquía. Los partidos republicanos establecieron un frente común frente al monarca mediante el Pacto de San Sebastián, y en 1931, las elecciones municipales ganadas por éstos en las capitales de provincia más importantes y representativas fué el desancadenante para la proclamación de la II República española. Desde el mismo instante de la expulsión de España de Alfonso XIII, la facción monárquica, aliada con el gran capital, comenzaron a maquinar contra una República legalmente constituída. En 1932 -sólo un año después- se produjo el primer intento de sublevación militar contra la República a cargo del general Sanjurjo.

Alfonso XIII tuvo siete hijos con su esposa Victoria Eugenia de Battenberg y cinco -que se sepa- fuera del matrimonio. El primogénito, Alfonso, príncipe de Asturias nació hemofílico (enfermedad transmitida por su madre) y renunció a sus derechos al trono en 1933. Su segundo hijo Jaime quedó sordo a la edad de cuatro años, lo que ocasionó que su padre le presionara para que renunciara a sus derechos de sucesión, lo que hizo también en 1933, aunque luego quiso retractarse (a diferencia de Felipe V no pudo). El siguiente hijo varón vivo, Juan (Juan III in péctore), acabó siendo el sucesor dinástico tras la muerte de Alfonso XIII en 1941. La sublevación militar contra la II República Española  fué apoyada incialmente por Juan de Borbón, que corrió a alistarse en el bando sublevado a poco del comienzo de la guerra civil, creyendo que con ello haría méritos para recuperar el trono de España, mediante otra restauración. Franco tenía otros planes, y durante cuarenta años le dió largas -Juan, además, borboneaba torpemente con unos y con otros pensando que con ello podría desplazar a Franco, con el consiguiente recelo y animadversión de éste- y mantuvo hasta su muerte un país de monarquía sin monarca con su propia figura caudillista como regente virtual, preparando no una restauración sino una instauración y no la de Juan sino la de su hijo, Juan Carlos, que consideraba más maleable para una monarquía que velara por la pervivencia de su legado político, y preservara la España del Movimiento Nacional, católica, anticomunista y antiliberal

Llegamos así a la Transición del 78, conocida para muchos, y a la actual monarquía. Pero eso ya no son antecedentes, si no consecuentes.

martes, 25 de agosto de 2020

Democracia fatigada

Según Odón Elorza, nuestra democracia está fatigada; él lleva bastante tiempo en una actividad y en un partido que incluso cuando se quiere ser trangresor y epatante -tiene alguna fama en ese sentido- se acaba diciendo algo tan diluído, transparente y edulcorado que hay que adivinar -y traducir- el mensaje por ver si en origen tenía algún contenido o intención. En realidad el título del artículo, La recesión de la democracia, es aún más fuerte (en teoría), pero lo cierto es que nuestra democracia ni está en recesión ni fatigada, nació así y al menor test de estrés muestra sus alarmantes limitaciones, prueba, ya digo, de su conformación de nacimiento. Porque, habrá que recordar que la democracia de éste país surgió, de la noche a la mañana, de la transformación de otra democracia, apellidada orgánica que fué el instrumento de la dictadura de Franco sobre éste país durante cuarenta años, hubiera sido muy ingenuo admitir -pese a que así se ha vendido oficialmente durante los siguientes cuarenta años- que la sóla eliminación del apellido la convertiría en una democracia asimilable a la de los países occidentales avanzados en cuyo grupo queríamos integrarnos: pero en eso esencialmente consistió la famosa Transición del 78, operación guiada desde la sombra y desde el exterior (CIA, socialdemocracia europea, etc.). Por ser breve, todo se redujo a un apaño para poner aparentemente al día España mediante la integración de todo el aparato político-administrativo franquista en unas instituciones con denominación y usos democráticos: los mismos perros con otros collares. Todo ello es contrastable a nivel histórico y ya hay quien lo ha documentado (entre otros Alfredo Grimaldos en dos de sus obras: Claves de la Transición 1973-1986 y La CIA en  España; en el primero se dice concretamente que la Transición española se diseñó en Langley (Virginia), junto al río Potomac, en la sede central de la CIA). Pero si lo que queremos es una calificación más o menos objetiva y actual de nuestra democracia, podemos recurrir a la valoración que de ella se hace por la prestigiosa revista británica The Economist, que ha elaborado un Indice de Democracia de una muestra representativa de países (167) de todo el mundo. En la metodología empleada para calcular ese Indice se valoran cinco parámetros: 1)Proceso electoral y pluralismo, 2)Funcionamiento del gobierno, 3)Participación política, 4)Cultura política y 5)Derechos civiles; España figura actualmente en el puesto 19 en esa clasificación con una puntuación global de 8,08, muy cerca del final del grupo de países denominados de Democracia Plena (España se sitúa detrás de Malta y antes que Costa Rica, que cierra el grupo), pero sólo a 8 centésimas del grupo de países denominados de Democracia imperfecta. Y realmente estamos en el primer grupo sólo debido a que tenemos buena puntuación en los parámetros 1) y 5); considerando el resto de parámetros (7,47 de media) estaríamos claramente en el segundo grupo, el de los países con Democracia imperfecta (que creo que sería una valoración más real de nuestra democracia); la puntuación más baja lo es en el parámetro 2)Funcionamiento del Gobierno, con 7,14 (que también es la puntuación más baja en ese parámetro de todos los países del grupo de Democracia avanzada).

Así pues, no es que nuestra democracia haya envejecido o esté fatigada debido a un exceso de uso durante los pasado cuarenta años -y para referir el cansancio y hastío de la sociedad española, lo de fatiga me parece igualmente un término muy suave- lo cierto es que por su diseño y cararacterísticas originales no cabe esperar mucho más de ella (la mencionada mediocridad de los gobernantes es una derivada característica) y bastante es que estemos en el grupo de países de Democracia Plena, aunque muy cerca de ser una democracia imperfecta. Y yo continúo creyendo que nuestra democracia es mucho más imperfecta de lo que han intentado medir en la EUI (Economist Intelligence Unit) de The Economist; sólo subiríamos en puntuación si hubiera un sexto parámetro que midiera la capacidad de camuflaje político.

sábado, 22 de agosto de 2020

Comunicando

Pese a lo escandalosamente superficial -como trámite de desagradable cumplimiento- que resulta ser el comunicado del Jefe de Estado (*) dando a conocer la salida del anterior Jefe del Estado -su padre- del país; dada su brevedad, podríamos plantearnos el ejercicio de analizar y comentar su texto:
Para empezar se trata de una comunicación entre majestades, y en lo expresado en el breve  comunicado no queda muy claro si se trata meramente de un asunto de familia (de la familia real) o de una cuestión de Estado; todo parece indicar que es lo primero, tanto por la ligereza de argumentos y explicaciones como por la ausencia de referencia a otras instituciones del Estado, sin mencionar en ningún caso al gobierno de España. Se trata, por tanto, de una información que se hace pública graciosamente, sin más.
En el primer párrafo se informa de que el rey padre, declarado como muy servicial -a España, al menos- teniendo en cuenta que ha habido acontecimientos ocurridos anteriormente en su vida privada y que han sido conocidas públicamente -si no se hubiera dado ese concimiento público no habría existido ningún problema, al parecer- está dispuesto a facilitarle (!?) el ejercicio de sus funciones al rey actual, sin que éstas resulten perturbadas por la intranquilidad o desasosiego que esos acontecimientos pasados puedan producirle.
Cabe comentar, a éste respecto, que las conductas y hechos mencionados se refieren a etapas en la vida del rey padre en que éste ejercía como Jefe del Estado español y, en esa consideración, no es admisible la excusa de que se trataba de su vida privada, especialmente en todos los actos en los en que ejerciera como tal Jefe del Estado; es decir, en cualquier acto público; pretender lo contrario hace que tanto el legado como la dignidad a que se refiere carezcan objetivamente de valor y credibilidad. Tampoco se entiende que su salida de España con destino desconocido facilite el ejercicio de sus funciones al actual Jefe del Estado; ¿por qué?
Informa el rey padre de que ya expresó su deseo de dejar de ejercer las actividades reservadas a él como rey -aún honorífico- y por las mismas u otras no especificadas razones desea abandonar totalmente sus actividades representativas totalmente y abandonar el país, después de mucho meditarlo. Todo en función de su voluntad de servicio que, en este caso y concretamente se refiere a los españoles, a las instituciones y, directamente, a su hijo.
Es cuestionable aquí que su deseo de prestar el mejor servicio (a los españoles, a sus instituciones y a ti como Rey) pase, exclusivamente, por lo que él considere lo mejor para aquellos a quien dice querer servir, con independencia de que su criterio pueda no ser coincidente con el de ellos y, sobre todo, que considere que puede irse del país sin más que comunicar su voluntad de hacerlo al actual Jefe del Estado (e hijo). Si los acontecimientos relativos a su vida privada pudieran tener consecuencias legales, lo procedente hubiera sido que esperar en su país el desarrollo de acontecimientos para mejor servir a la Justicia y asegurar su total e indudable disponibilidad. ¿Porqué el mejor servicio a los españoles, a las instituciones y al Jefe del Estado se resume en salir de España?
Se asegura que la decisión de salir del país la toma con mucho sentimiento y serenidad -no sé qué aporta al comunicado transmitir esas circunstancias personales, sean o no ciertas- y por el bien de España y de la Corona, como -asegura- en sus cuarenta años de reinado (puesto en el que fue instalado, recordémoslo,  por un dictador que se sublevó y derrocó el régimen legalmente constituído en España en 1936). Siguen sin manifestarse las razones por la cuales el acto de abandonar España sea lo mejor para el país -así como para la institución monárquica-  antes bien, pone de relieve el deterioro de la tan manoseada Marca España y el bochorno que como país, y a nivel internacional, nos procura. Desde de ese punto de vista la lealtad de siempre que se menciona (¿a España, a los españoles, al Jefe del Estado?) puede ser cualquier cosa menos lealtad (salvo a sí mismo). El cariño y el afecto queda reservado explícitamente sólo para su hijo (ya se ha mencionado que el Comunicado es realmente la nota de un asunto de familia).
La respuesta del rey hijo y actual Jefe del Estado es perfectamente inocua más allá de la antigua fómula administrativa de recibido y conforme, aduciendo como coda los pasados méritos a modo de disculpa o contrapeso de quien está confirmando su ausencia del país por decisión propia y debida a ciertos acontecimientos pasados (que ignoramos cuales puedan ser concretamente, dada la abundancia de ellos -según vamos sabiendo- donde elegir).
Comunicando era el título de una antigua canción que, entre otras cosa decía:
Quise decirte vida mia
lo que por ti yo estoy pasando
pero no pude, pero no pude porque estabas
comunicando, comunicando, comunicando...
(Quizá lo de vida mía resulte algo fuera de lugar)
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Comunicado de la Casa de S.M. el Rey

Palacio de La Zarzuela, 03.08.2020

​COMUNICADO DE LA CASA DE S.M. EL REY

1. Su Majestad el Rey Don Juan Carlos ha dirigido a Su Majestad el Rey la siguiente carta:

“Majestad, querido Felipe:

Con el mismo afán de servicio a España que inspiró mi reinado y ante la repercusión pública que están generando ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada, deseo manifestarte mi más absoluta disponibilidad para contribuir a facilitar el ejercicio de tus funciones, desde la tranquilidad y el sosiego que requiere tu alta responsabilidad. Mi legado, y mi propia dignidad como persona, así me lo exigen.

Hace un año te expresé mi voluntad y deseo de dejar de desarrollar actividades institucionales. Ahora, guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles, a sus instituciones y a ti como Rey, te comunico mi meditada decisión de trasladarme, en estos momentos, fuera de España.

Una decisión que tomo con profundo sentimiento, pero con gran serenidad. He sido Rey de España durante casi cuarenta años y, durante todos ellos, siempre he querido lo mejor para España y para la Corona.

Con mi lealtad de siempre.

Con el cariño y afecto de siempre, tu padre.”

2. Su Majestad el Rey le ha transmitido a S.M. el Rey Don Juan Carlos su sentido respeto y agradecimiento ante su decisión.

El Rey desea remarcar la importancia histórica que representa el reinado de su padre, como legado y obra política e institucional de servicio a España y a la democracia; y al mismo tiempo quiere reafirmar los principios y valores sobre los que ésta se asienta, en el marco de nuestra Constitución y del resto del ordenamiento jurídico.

 

Palacio de La Zarzuela, 3 de agosto de 2020

 

sábado, 15 de agosto de 2020

Daisy, Daisy

Cada vez que revisiono la obra de Kubrik, 2001 Una Odisea en el espacio, me doy cuenta que la única escena que recuerdo en detalle es la desconexión del ordenador HAL 9000: ...deténgase Dave… tengo miedo, Dave… mi cabeza se va…. todo es confuso para mí… mi cabeza se va… me doy cuenta… me doy cuenta… buenas tardes, señores. Soy un computador HAL de la serie 9000, producción número 3. Me pusieron en funcionamiento en la fábrica HAL de Urbana, Illinois, el 12 de enero de 1997. Mi instructor fue el señor Langley. Me enseñó una canción. Si usted quisiera, podría cantársela.... Dave asiente y, a continuación, con voz cada vez más grave y lenta por efectos de la desconexión de los módulos de memoria, Hal tararea ...Daisy, Daisy, tu eres mi ilusión...dulce sueño, por tí yo loco estoy...por un beso tuyo diera feliz la vida entera ...Daisy, Daisy,  tu eres mi ilusión... Daisy era, en realidad, el relato de una inocente declaración de amor con un bicicleta en tándem (bicicleta para dos) de fondo escénico y objeto de la canción Daisy Bell, compuesta por Harry Dacre, que viajó a Estados Unidos a finales del siglo XIX desde su Inglaterra natal; la canción constituyó un éxito de ventas en la época. También fue la primera canción utilizada como demostración de la síntesis de voz inventada a principios de la década de los 60 por los Labotatorios Bell y que fué cantada para la demostración por un ordenador IBM modelo 7094 (datos curiosos: IBM=HAL restando una letra a cada sigla; Langley -ciudad de Virginia- ha sido y es la sede de la CIA).

A lo que iba, cada vez que veo y oigo una declaración de Pablo Casado  no puedo dejar de pensar que su cerebro alberga un diminuto Dave -embutido en su traje rojo de astronauta-  desconectando uno a uno y lentamente todos sus módulos de memoria: no me sorprendería que cualquier día, Pablo Casado remate una de sus declaraciones con un gutural ...Daisy, Daisy... tu eres mi ilusion... y se quede traspuesto.

miércoles, 12 de agosto de 2020

La fraternidad primero

Es conocida -aunque no muy divulgada; sólo recuerdo haber visto que se mencione en la excelente Dragón Rapide, de Jaime Camino- la alocución por radio (*) que Franco lanzó oficialmente desde Tetuán el 17 de Julio de 1936
-en realidad en esa fecha se encontraba aún en Agadir, en el Marruecos francés, a la espera de acontecimientos que le garantizaran el éxito de la sublevación- durante el traslado desde su destino oficial como comandante general de Canarias (el día 16 de Julio había asistido al entierro del general Balmes, gobernador militar de Gran Canaria, muerto accidentalmente) que abandonó para tomar el mando de las tropas del ejército español sublevadas en el Protectorado español de Marruecos.

Pocos días después, el 27 de Julio, Jay Allen realiza una famosa entrevista a Franco también en Tetuán; en ella,  Franco, ante la aseveración de Allen de que tendría que fusilar a media España para que la sublevación militar triunfase, lo miró fijamente, sonrió y con su voz aflautada aseguró: he dicho cueste lo que cueste; su versión del conocido axioma de la derecha de salvar a España a costa de los españoles.

Eso sí, en la alocución mencionada que finalizaba con la divisa triádica de la Revolución francesa -Libertad, Igualdad, Fraternidad; se suponía que la sublevación se realizaba para salvaguardar la República- puso buen cuidado en alterar el orden y colocar en primer lugar la Fraternidad: quedaba así inaugurada la fraternal matanza entre españoles durante tres años y la posterior matanza de españoles durante los cuarenta siguientes; ya pudo comprobar el honrado pueblo español como entendía Franco la fraternidad, la libertad y la igualdad (por ese orden), y como pretendía lograr la paz interior de España: la paz del silencio o del cementerio, a elegir por todos aquellos españoles que no estuvieran conformes con la idea de España que le habían encargado imponer.

Sí, de todo ello hace casi un siglo; pero es que la historia de España es un gigantesco péndulo desde el siglo XVII; de cuando en cuando el regeneracionismo diagnostica, pero curar, nadie cura. Somos un auténtico caso de estudio.

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"¡Españoles! A cuantos sentís el santo nombre de España, a los que en las filas del Ejército y la Armada habéis hecho profesión de fe en el servicio de la patria, a cuantos jurásteis defenderla de sus enemigos hasta perder la vida, la nación os llama a su defensa. La situación en España es cada día más crítica; la anarquía reina en la mayoría de los campos y pueblos; autoridades de nombramiento gubernativo presiden, cuando no fomentan, las revueltas; a tiro de pistola y ametralladoras se dirimen las diferencias entre los asesinos que alevosa y traidoramente os asesinan, sin que los poderes públicos impongan la paz y la justicia. Huelgas revolucionarias de todo orden paralizan la vida de la población, arruinando y destruyendo sus fuentes de riqueza y creando una situación de hambre que lanzará a la desesperación a los hombres trabajadores. Los monumentos y tesoros artísticos son objeto de los más enconados ataques de las hordas revolucionarias, obedeciendo a la consigna que reciben de las directivas extranjeras, con la complicidad y negligencia de los gobernadores de monterilla.

  Los más graves delitos se cometen en las ciudades y en los campos, mientras las fuerzas de orden público permanecen acuarteladas, corroídas por la desesperación que provoca una obediencia ciega a gobernantes que intentan deshonrarles. El Ejército, la Marina y demás institutos armados son blanco de los más soeces y calumniosos ataques, precisamente por parte de aquellos que debían velar por su prestigio, y entre tanto los estados de excepción de alarma sólo sirven para amordazar al pueblo y que España ignore lo que sucede fuera de las puertas de sus villas y ciudades, así como también para encarcelar a los pretendidos adversarios políticos.

  La Constitución, por todos suspendida y vulnerada, sufre un eclipse total: ni igualdad ante la ley; ni libertad, aherrojada por la tiranía; ni fraternidad, cuando el odio y el crimen han sustituido el mutuo respeto; ni unidad de la Patria, amenazada por el desgarramiento territorial, más que por regionalismos que los Poderes fomentan; ni integridad ni defensa de nuestra frontera, cuando en el corazón de España se escuchan las emisoras extranjeras anunciar la destrucción y reparto de nuestro suelo. La Magistratura, cuya independencia garantiza la Constitución, sufre igualmente persecuciones y los más duros ataques a su independencia. Pactos electorales hechos a costa de la integridad de la propia Patria, unidos a los asaltos a Gobiernos civiles y cajas fuertes para falsear las actas formaron la máscara de legalidad que nos presidía.

  Nada contuvo las apariencias del Gobierno, destitución ilegal del moderador, glorificación de las revoluciones de Asturias y Cataluña, una y otra quebrantadoras de la Constitución, que en nombre del pueblo era el Código fundamental de nuestras instituciones. Al espíritu revolucionario e inconsciente de las masas, engañadas y explotadas por los agentes soviéticos, se ocultan las sangrientas realidades de aquel régimen, que sacrificó para su existencia 25 millones de personas, se unen la molicie y negligencia de autoridades de todas clases que, amparadas en un Poder claudicante, carecen de autoridad y prestigio para imponer el orden en el imperio de la libertad y de la justicia.

  ¿Es que se puede consentir un día más el vergonzoso espectáculo que estamos dando al mundo? ¿Es que podemos abandonar a España a los enemigos de la Patria, con proceder cobarde y traidor, entregándola sin lucha y sin resistencia? ¡Eso, no! Que lo hagan los traidores, pero no lo haremos quienes juramos defenderla. Justicia, igualdad ante las leyes, ofrecemos. Paz y amor entre los españoles; libertad y fraternidad, exenta de libertinajes y tiranías. Trabajo para todos, justicia social, llevada a cabo sin encono ni violencia y una equitativa y progresiva distribución de riqueza, sin destruir ni poner en peligro la economía española.

  Pero, frente a esto, una guerra sin cuartel a los explotadores de la política, a los engaños del obrero honrado, a los extranjeros y a los extranjerizantes, que directa y solapadamente intentan destruir a España. En estos momentos es España entera la que se levanta pidiendo paz, fraternidad y justicia; en todas las regiones el Ejército, la Marina y fuerzas del orden público se lanzan a defender la Patria. La energía en el sostenimiento del orden estará en proporción a la magnitud de la resistencia que se ofrezca.

  Nuestro impulso no se determina por la defensa de unos intereses bastardos ni por el deseo de retroceder en el camino de la Historia, porque las instituciones, sea cuales fuesen, deben garantizar un mínimo de convivencia entre los ciudadanos que, no obstante, las ilusiones puestas por tantos españoles se han visto defraudadas pese a toda la transigencia y comprensión de todos los organismos nacionales, con una respuesta anárquica, cuya realidad es imponderable.

  Como la pureza de nuestras intenciones nos impide el yugular aquellas conquistas que representan un avance en el mejoramiento político social, el espíritu de odio y venganza no tiene albergue en nuestro pecho; del forzoso naufragio que sufrirán algunos ensayos legislativos, sabremos salvar cuanto sea compatible con la paz interior de España y su anhelada grandeza, haciendo reales en nuestra Patria, por primera vez y en este orden, la trilogía fraternidad, libertad, e igualdad".

  Españoles: ¡Viva España! ¡Viva el honrado pueblo español!

  Tetuán, 17 de julio de 1936

  Francisco Franco


 

domingo, 9 de agosto de 2020

Marca España

De la intentona de golpe de Estado del 23 de Febrero de 1981, recuerdo perfectamente el sentimiento de vergüenza -sólo parcialmente ajena- que sentí ante nuestra imagen como país en el exterior; en aquella época yo estaba suscrito a una revista estadounidense -TIME, creo que era- y recibir el número en cuya portada se veía la fotografía de un uniformado que remataba un bigotón y un  tricornio con una pistola en la diestra y amenazando/arengando con la siniestra desde la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados me sugirió inmeditamente la imagen-resumen que debía percibirse en el extranjero de España (casi sustituyendo al toro de Osborne); esa fotografía ha quedado residente para siempre -a mi pesar- en la memoria: promoción renovada entonces del Spain is diferent. Diferente, pero casi siempre peor, claro.

De la misma forma, ahora estoy temiendo un nuevo ataque de vergüenza al ver cualquier día en los medios que aquél que salió de aquella intentona golpista como héroe salvador de nuestra democracia -y mira que muchos sospechamos ya entonces de lo raro y turbio (también chapucero, pero eso aquí nos parece normal) de todo aquél asunto, y más después de oída la versión oficial- resulte cazado por los paparazzi y tenga que ver la imagen del rey emérito con un titular al pie del tipo: El Rey que huyó de España finalmente descubierto en ... últimamente se rumorea que Nueva Zelanda; sí, creo que no lo hay más lejos (aunque lo que creo que pretende es lejanía judicial). Y lo peor es que en esa imagen lo más probable es que veamos al rey emérito dedicado a una de las actividades  a las que es tan aficionado; el motivo de su desplazamiento fuera de España ha sido, precisamente -según él-  la repercusión pública que están generando ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada.  Que los acontecimientos pueden ser pasados, pero los efectos continúan; igualmente discutible lo de la privacidad.

En fin, el rey emérito mejorando la marca España como último servicio al país; lo cierto es que España continúa siendo bastante diferente de los países a los cuales quiere asimilarse. Y peor también en este caso, evidentemente.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Dicen que la distancia es el olvido

Eso mismo debe pensar el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, al que le parece correcto que la institución monáquica haya buscando marcar distancia respecto a unas conductas que pueden ser susceptibles de calificarse de irregulares ó bien distanciarse de supuestas conductas custionables y reprobables de un miembro de la Casa Real (ese miembro de la Casa Real del que usted me habla, le ha faltado añadir, aunque se da la circunstancia que ese miembro de la Casa Real fué no hace tanto -y durante casi cuarenta años- el Jefe del Estado de este país). O sea, ¿quiere decir el presidente del gobierno que las mencionadas conductas son menos cuestionables, reprobables o irregulares cuando se alejan las personas que así se condujeron?, ¿que con la distancia los hipotéticos delitos se vuelven más y más hipotéticos hasta diluírse y desaparecer? Dicen que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esa razón, continúa el bolero; yo tampoco (lo de ojos que no ven corazón que no siente implica no sólo carencias visuales y anímicas, también de raciocinio; creo que no es mi caso). Añadió Pedro Sánchez que Don Juan Carlos ha dicho claramente que está a disposición de la Justicia como cualquier otro español, aunque a renglón seguido aseguró desconocer donde se encontraba el rey emérito; no sabemos si la Justicia dispondrá de esa información para intentar hacer efectiva esa disponibilidad.
En fin, este blanqueamiento intensivo de lo que, a todas luces, es una conducta más que irregular, cuestionable o reprobable del anterior Jefe del Estado de España, es también, en sí mismo, irregular, custionable y reprobable desde los puntos de vista político y ético (por no mencionar lo puramente estético). Si éste ha sido -como se asegura- el resultado de semanas de negociación entre el Gobierno -representado por la vicepresidenta Carmen Calvo que, al parecer, lo mantuvo en secreto incluso para otros miembros del gobierno, en concreto para los pertenecientes a Unidas Podemos; esperando al mes de Agosto, que la gente anda más distraída con las vacaciones- y la Casa Real, nos podemos hacer una idea bastante exacta del negocio de que se trataba, a la vista de los resultados. Bochornoso.

martes, 4 de agosto de 2020

Corrupción emérita

La comunicación (*) de la salida de España del aún denominado rey emérito -salida que para la mayoría de los medios extranjeros es fuga ó huída; mejor irse antes que ser expulsado- está teniendo la virtud de convertirse en un test rápido -ya quisiéramos uno tan instantáneo para el virus de la CoVid19- para detectar la corrupción: toda aquella fuerza política, institución, medio de comunicación o persona que exima, relativice, aminore, contextualice o utilice algún grado de disculpa en las imputaciones que pesan sobre la conducta -ni ejemplar, ni intachable, desde luego- del anterior Jefe del Estado, es firme sospechoso de pertenecer a ese entramado que acerca a un país, a un Estado, a la categoría de fallido: la corrupción sistémica; corrupción que todo indica que está alcanzando su fase final de desarrollo y que ya se ha extendido e infiltrado en los distintos ámbitos del tejido social: los partidos políticos, los medios, los poderes del Estado... todo ello parte de un gigantesco guiñol en el que estamos inmersos y cuyos hilos manejan los poderes reales -¿polisemia accidental?- fácticos y económicos.
La conducta de Juan Carlos de Borbón no es más que el exponente, la punta del inmenso iceberg que es la corrupción lastrando la vida de esta ciudadanía y de esta sociedad; parecemos estar condenados a repetir permanentemente nuestra historia como si fuéramos portadores de la maldita roca de Sísifo. Estamos ante un fin de ciclo: o nos regeneramos o perecemos.
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(*) Respecto al Comunicado de la Casa Real, parece evidente que para la institución monárquica el tema queda zanjado como si se tratara de un asunto de familia, una carta de padre a hijo, con respuesta y comentario -bastante superfluo por obvio- de éste; los españoles, el país, el Gobierno de España son todos meros espectadores (súbditos, más bien) graciosamente notificados, sin más.