Cada vez estoy más convencido de que existen intereses poderosos -y ocultos- que pretenden entretenernos -desde un punto de vista político- con temas-pantalla (o temas-humo) que oculten lo que debería ser el centro permanente de nuestra atención, a saber: la reversión de las políticas sociales de éstos últimos años en cuanto a pensiones, sanidad, educación, etc. y su concreción en los Presupuestos del Estado y, por otra parte, la necesaria elaboración estratégica de un modelo viable de crecimiento económico que incluya los correspondientes planes energéticos, de sostenibilidad medioambiental, de I+D+i y de formación y educación (con éstas últimas consideradas no sólo como factor económico, sino como fundamentales para la realización personal e individual; intelectualmente somos lo que aprendemos, al igual que físicamente somos lo que comemos).
En cambio, comprobamos a diario que todos los esfuerzos de los medios, ya sean oficiales o no, se dedican a consumir nuestro tiempo social debatiendo importantísimos temas tales como dilucidar si hay que exhumar los restos de un dictador -que no por necesario y ejemplarizante es más urgente que la exhumación de los restos de más de 100.000 españoles que llevan tres cuartos de siglo malenterrados en cunetas tras ser asesinados- la forma de hacerlo y el destino que ha de darse al monumento funerario donde ahora se encuentran; el grado de falsedad del curriculum académico de nuestros dirigentes políticos y las distintas variantes de fraude existentes; la forzada comparecencia y manifesto desprecio a la institución que le obliga a ello -y, por consiguiente, al concepto mismo de democracia- de algún pretérito presidente de gobierno de ominosa memoria y el recordatorio de cuan equivocadas -para el conjunto de la ciudadanía- fueron sus políticas y cuanta es la arrogancia que puede llegar a demostrar en la negación de ello -casi insinuando que sólo es responsable de sus actos de gobierno ante la divinidad, como los reyes de otras épocas- y en la negación de verdades conocidas por todos; incluso yo diría que los mencionados intereses poderosos y ocultos están detrás y muy cerca, casi a distancia de soplido, avivando el fuego de antiguos conflictos nunca resueltos, como es el caso de Cataluña.
Podríamos con fundamento suponer que, como diría Gila, alguien está manejando a alguien para que se distraiga y pierda de vista el verdadero objetivo: el logro de los avances sociales que permitan el necesario y posible progreso colectivo que permanentemente es impedido por la existencia de los privilegios de una exigua minoría de plutócratas y explotadores de la sociedad en su propio beneficio (mediante sus acólitos y servidores, convenientemente colocados de forma previa en puestos clave); tengo la impresión de ser una más entre los millones de marionetas colgadas de hilos invisibles en este gigantesco guiñol en el que, de cuando en cuando, nos asustan con algún oportuno lobo (otra marioneta). Para entretenernos y desviarnos de lo fundamental, ya digo.
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