viernes, 22 de marzo de 2024

Ladrones de cuerpos

Desperté bruscamente; mantenía los ojos cerrados pero estaba totalmente despierto. Demasiado despierto -pensé- para lo metido que estaba hacía sólo segundos en mi sueño/pesadilla que seguramente había llegado al punto de imposibilidad de ser soportado que había provocado que me despertara. En el sueño, había tomado el Metro en una estación de la que no recordaba el nombre, extraña para mí,  y en un viaje largo y nada concreto, había comprobado como el vagón se transformaba gradualmente en un tren de tercera clase de los antiguos, de madera e incomodísimos asientos de tablillas, con el barnizado ausente y un general olor a sudor y pescado. Llegó ese tren al final de su recorrido en un pueblo de las cercanías de Madrid, seguramente en la zona de los pueblos negros, por la abundancia de pizarra y las abundantes cuestas que se veían. Yo no iba allí por mi deseo, un -demasiado- amable viajero me explicó que mi error había sido tomar el tren en el andén equivocado y por eso había llegado allí, donde ninguna ocupación me esperaba y de donde pronto me enteré que no podría regresar al ser viernes y no haber trenes de vuelta durante todo el fin de semana. En fin, como para no despertarse. Extendí mi brazo izquierdo lo justo para llegar con los nudillos al reloj de la mesilla de noche que, de ese modo proyectaba la hora en el techo. Abrí los ojos justo para ver la hora: las 4:00, la hora fatídica no sólo porque últimamente -en coincidencia con la cultura china- he tomado ojeriza al 4 considerándolo un número ominoso, si no porque a esa hora me resulta difícil volver a dormirme. La hora y lueg0 la temperatura: 22º3, que suma siete, pero sin llegar al ocho, un número realmente auspicioso; el siete es bíblico pero no especialmente de buen presagio. Me coloqué boca arriba y los brazos paralelos al cuerpo esperando poder pasar el tiempo necesario para volver a dormirme. Aunque sabía de sobra que en esa postura no me dormiría, al menos pasaría el tiempo sin las molestias que, al colocarme de costado, me estaba dando últimamente el síndrome del túnel carpiano, que me producía un entumecimiento de la mano derecha bastante desagradable. Espera, piensa en algo complicado, me dije, algo que cause somnolencia. En eso noté que alguien que no era yo, entraba en mi cuerpo. Lo he dicho de forma tan rotunda porque intentar explicarlo no creo que ayudara a entenderlo; era eso: otro que no era yo -que evidentemente ya estaba- entraba a vivir en mi cuerpo. Ya estamos -me dije- una secuela de la película La invasión de los ladrones de cuerpos -no la primera de 1956 si no un remake de 1993, dirigida por un tal Ferrara y bastante más insulsa pese a los efectos especiales- en la que, como en la primera, entes extraterrestres se apoderan de cuerpos humanos dejando el original reducido a vainas vacías, a residuos. Se estaba dilucidando quién se quedaba finalmente con mi cuerpo: el bodysnatcher había comenzado a introducirse en mi cuerpo por mi mano derecha produciéndome a mí, su legítimo dueño, un intenso dolor. En esas estaba cuando me desperté -esta vez sí- con un adecuado recordatorio del síndrome del túnel carpiano en mi mano derecha, totalmente dormida y dolorida. Antes no me había despertado, sólo cambiado de pesadilla. Miré ahora realmente el reloj: las 4:20; bueno, al menos mantengo un sincronía global, pensé. Y me levanté a pesar del sueño que habitaba en mis ojos impidiéndome abrirlos; decidí que sería mejor dejar la cama que iniciar una tercera pesadilla.

viernes, 2 de febrero de 2024

Macartismo hoy

¿Qué pueden tener en común -además de pertenecer al mundo de las Artes- personalidades tales como John Berry, Bertolt Brech, Charles Chaplin, Frank Capra, Dashiell Hammet y Aaron Copland?; alguien ya lo habrá adivinado: pertenecer a la lista negra del macartismo. No es casual que gran parte de esa lista la integraran cineastas; ese hecho dió al Comité de actividades antiestadounidenses (House Un-American Activities Committee), herramienta del macartismo, una gran publicidad. Muchas voces de ese mismo mundo se levantaron no sólo contra la cortedad de miras del macartismo sino contra su bajeza moral y política, entre ellas la de Arthur Miller con su obra de 1953, Las brujas de Salem. Y, a nivel global, instituyeron para combatirlo un Comité de la Primera Enmienda (de la Constitución de EE.UU. que prohibe expresamente  la promulgación de leyes contra la libertad religiosa, de expresión, de prensa o que interfiera en el derecho de reunión pacífica) que fundó el guionista Philip Dunne, la actriz Myrna Loy y los directores John Houston y William Wyler. Porque el macartismo, olvidando el principio jurídico de la presunción de inocencia, ante cualquier denuncia el Comité del Senado, presidido por McCarthy, aplicaba la presunción de culpabilidad y era el acusado quien tenía que desmentir y probar su no pertenencia o simpatía por el Partido Comunista. Pero no sólo el macartismo persiguió artistas por la publicidad que ello le proporcionaba, Robert Oppenheimer fue expulsado de la Comisión de Energía Atómica por haberse opuesto al proyecto de la bomba de hidrógeno (recordemos que el macartismo fue producto directo de la guerra fría y un instrumento del capitalismo).

¿Historia?, repetida en todo caso, a día de hoy: en la audiencia que se desarrolló recientemente en el Senado de Estados Unidos, el senador republicano Tom Cotton interrogó en los siguiente términos al director ejecutivo de TikTok, Shou Zi Chew, ciudadano de Singapur, por sus presuntos vínculos con el Gobierno chino.

Senador Tom Cotton: “¿Alguna vez ha sido miembro del Partido Comunista Chino?”.

Shou Zi Chew: “Senador, soy de Singapur. No”.

Senador Tom Cotton: “¿Alguna vez ha estado asociado o afiliado al Partido Comunista Chino?”.

Shou Zi Chew: “No, senador. Le repito que soy de Singapur”.

(Cotton y algunos de sus colegas republicanos han pedido que se prohíba TikTok, alegando que es una red social espía del Partido Comunista Chino).

Esto es lo avanzado ideológicamente por el capitalismo en tres cuartos de siglo; el comunismo y los comunistas son los espantajos necesarios del capitalismo USA (al igual que ETA lo es para el PP).

miércoles, 3 de enero de 2024

El diccionario como I-ching moral

Miseria (estrechez, pobreza extrema, flaqueza, debilidad, defecto, tacañería, avaricia, desgracia, infortunio, insignificancia, suciedad extrema, plaga) es, como puede comprobarse palabra que responde a esas cualidades tan reconociblemente humanas que resumen y compendian nuestras imperfecciones, incapacidades y limitaciones; los sinónimos abundan en ello: indigencia, necesidad, penuria, perversidad, ruindad, mezquindad...

Con la misma raíz, conmiseración (Compasión que se tiene del mal de alguien; lástima, misericordia, piedad, pena, condolencia, compunción, clemencia, humanidad) viene a constatar que la miseria nos pertenece a todos: la empatía de los miserables.

Conmiseración con nuestros semejantes de Gaza es lo que necesitamos para poder ser un poco menos miserables. Y justicia, si aún queda.