Por otra parte, ni la propia Transición del 78 ni su producto estrella, la Constitución, fueron de factura interna, tal y como una y otra se vendieron con posterioridad repetidamente hasta la saciedad; la primera fué un invento estadounidense -de la CIA, concretamente- con la colaboración del CESED, el servicio de inteligencia organizado por Carrero Blanco (el mismo CESED que se encargó de los pasaportes de Felipe González y de los que se hicieron cargo del nuevo PSOE, liquidando a los dirigentes históricos de ese partido en Suresnes), y financiado con dinero procedente de la socialdemocracia alemana como ya hay quien ha documentado; la milagrosa Transición no fué tal, si no una más de las maquinaciones intervencionistas de la CIA en cuanto a la manipulación de regímenes políticos en diversos países del mundo respondiendo exclusivamente a intereses de la geopolítica estadounidense: el mismísimo Jefe del Estado, Juan Carlos I, producto de tal manipulación, irá a agradecerlo personalmente al Congreso de EE.UU. en Junio de 1976, tal y como los procónsules de las provincias del imperio romano iban a informar puntualmente ante el Senado en Roma. De la segunda, sólo recordar que es reconocido que la Constitución del 78 tiene su mayor inspiración -por decirlo elegantemente- en la Constitución alemana de 1949 (ellos la denominan Ley Fundamental (Grundgesetz)); hasta el tan manoseado artículo 155 es copia casi íntegra -y las modificaciones incorporadas aquí contribuyeron a hacerlo mucho más ambiguo- del artículo 36 de la vigente Constitución alemana.
En todo caso, visto a día de hoy -por ejemplo- el impresentable estado del funcionamiento de la Justicia en este país y lo olvidados -por inaplicados- que permanecen los artículos de la Constitución del 78 referidos a los derechos y libertades de los españoles, me da pie a plantearme de nuevo, como hace cinco años, ¿qué celebramos realmente hoy, 6 de Diciembre, día de la Constitución?
En el antiguo carnaval danés (Fastelavn) se metía un gato negro en un tonel de madera que se golpeaba con garrotes; cuando el tonel se rompía el gato huía despavorido: era señal de que se había ahuyentado la maldad y la oscuridad; ojalá tener una Constitución fuera la mitad de efectivo.
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