lunes, 28 de enero de 2019

Período

No olvidaremos jamás a Carrero Blanco; de nuestra boca no saldrá una crítica contra el almirante, parece que dijo Felipe González en su día; no era para menos sabiendo como parece que sabía a quién  debía su ascenso al puesto de secretario general del PSOE; sí, ese fué uno de los principales actos de la Transición; otros de los actos -la puesta en escena- fué la transformación en democráticas de la noche a la mañana de todas las estructuras de la dictadura franquista: la administrativa, la judicial y la policial; no es extraño que la Transición se vendiera en el extranjero por mucho tiempo  como una milagrosa transformación social: sólo un sociedad atemorizada  por cuarenta años de dictadura -y engañada habitualmente por unos y otros- pudo sancionar como democrático tal milagro (como es sabido, un milagro se trata de un hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino). Estoy convencido de que se demostrará históricamente que tenían razon los que pretendieron la ruptura frente a una transición mediante la cual el principal partido de la oposición en el reinventado esquema de La Restauración -el PSOE- habría de ser liderado por alguien elegido y apoyado desde la sombra por el penúltimo presidente de gobierno de la dictadura franquista.
Pues bien, el mismo personaje que tuvo encomendada la tarea de dirigir los destinos de éste país durante 14 años consecutivos en nombre de un socialismo adaptado de inmediato para resultar maleable a los dictados  del capitalismo y del imperio, que fué manifiestamente sospechoso de utilizar procedimientos ilegales para luchar contra el terrorismo, que provocó con sus políticas claramente antisociales  que la mayoría de éste país secundara una huelga general a los seis años de su llegada al poder (pese a sus intentos de destrucción de la contestación sindical, cuyos efectos aún hoy padecemos), ese personaje de tan dudosas relaciones con potentados y políticos de Sudamérica, manifiesta ahora, desde su dorado retiro como hombre de negocios, que Maduro es peor que un dictador, es un tirano arbitrario, o que la dictadura de Pinochet era más respetuosa con los derechos humanos que el paraíso de paz y prosperidad de Maduro, instando finalmente a los militares venezolanos a reconocer que Maduro es ilegítimo, con lo que se abriría un período de transición democrática (*).
Así pues, para dentro de nada espero que Felipe González justifique urbi et orbe el levantamiento del general Franco -y del resto de generales sediciosos- contra el gobierno legal de la República en 1936, por ser única manera de salvaguardar la Constitución de la República para establecer posteriormente un período de transición democrática (que el período durara cuarenta años seguramente lo atribuirá el señor González a la dejadez propia de los españoles).
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(*) Es muy probable que eso fuera lo que se intentara realmente el 23 de Febrero 1981 -con él mismo como uno de los protagonistas- y que finalmente el asunto tomara derroteros imprevistos por distintos motivos. Otra versión de aquellos hechos históricos seguramente sería más versosímil que la oficial; parece ser que piensa que en Venezuela sí es factible ahora. 

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