miércoles, 2 de enero de 2019

El orden natural

Curioso razonamiento el del recién nombrado presidente de Brasil, Jair Bolsonaro (*), con llamamientos a la liberación de amarras ideológicas y, en general, liberación de la sumisión ideológica para, seguidamente, expresar pleno respeto a las religiones y a las tradiciones judeo cristianas. Tampoco es que haya tardado mucho en aclarar cuales son las amarrars de las que no desea liberarse y sí, en cambio, las ideologías de las que pretende emanciparse; la primera a la que piensa combatir es la llamada ideología de género. Pero ¿qué es la ideología de género?; para resumir podríamos decir que es un concepto amplio -y borroso- con el que las fuerzas políticas conservadoras y reaccionarias pretenden estigmatizar el movimiento feminista -con todas las reivindicaciones igualitarias entre hombre y mujer que implica en la política, la cultura, la economía y la sociedad- y, de paso, blanquear la homofobia, considerando la homosexualidad -y sus reivindicaciones sociales- como perteneciente al grupo de las ideas socialmente subversivas.
Concretamente, la ideología de género es un concepto teórico elaborado desde finales del siglo pasado principalmente por el anterior papa, el cardenal Ratzinguer,  que pontificaba así sobre ello: 
La ideología de género es la última rebelión de la creatura contra su condición de creatura.
Con el ateísmo, el hombre moderno pretendió negar la existencia de una instancia exterior que le dice algo sobre la verdad de sí mismo, sobre lo bueno y sobre lo malo.
Con el materialismo, el hombre moderno intentó negar sus propias exigencias y su propia libertad, que nacen de su condición espiritual.
Ahora, con la ideología de género el hombre moderno pretende librarse incluso de las exigencias de su propio cuerpo: se considera un ser autónomo que se construye a sí mismo; una pura voluntad que se autocrea y se convierte en un dios para sí mismo
.
Es decir, para la iglesia católica, tras el ateísmo y el materialismo, la ideología de género es la última plaga ideológica padecida por la humanidad en su deseo de independizarse de Dios, o más bien, de las instituciones especializadas en proclamarse sus representantes en este mundo con el encargo supremo de transmitir sus supuestos deseos divinos. Que, no por casualidad, coinciden -esos deseos- con los de los propietarios y empresarios que detentan el poder económico a nivel mundial y que, por ende, pretenden controlar el poder político globalmente.
En realidad, la teoría de género -denominación más exacta de que la de ideología de género- es algo que las fuerzas conservadoras últimamente atribuyen a las fuerzas progresistas en un sentido casi conspiratorio, como un plan mundial por parte de éstas para acabar con la familia, que las fuerzas reaccionarias estiman pilar fundamental para el sostenimiento del orden social constituído, ese orden que para ellas es el orden natural, de igual manera que consideran natural la existencia de ricos y pobres, de explotadores y explotados. Y a Dios bendiciendo ese orden natural y a las creaturas que lo habitan; eso sí, bendiciendo bastante más a unos que a otros, naturalmente.
Así pues, tampoco es nada casual que Bolsonaro exprese su respeto por las religiones y tradiciones judeo-cristianas: en realidad se basa en ellas para tratar de imponer su modelo socio-político. Otra cosa es que la sociedad brasileña -sobre todo las mujeres- se lo permita.
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(*) ...el mismo que el de una de sus ministras, Damares Alves, del recién creado Ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos, que se ha comprometido a acabar con el adoctrinamiento ideológico de niños y adolescentes, para que tengan acceso a la verdad y sean libres para pensar, pese a confesarse terriblemente cristiana que cree en los designios de Dios. Y que, además ha manifestado: en nuestro Gobierno, nadie nos va a impedir llamar a nuestras niñas princesas y nuestros niños príncipes (añoranza del Imperio del Brasil, supongo), porque los niños visten de azul y las niñas visten de rosa. Amén.

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