martes, 15 de enero de 2019

Miedo

No creo que nadie dude de que, desde un punto de vista biológico, el miedo constituye un mecanismo de supervivencia y  un recurso adaptativo sin el cual es difícil que nuestra especie -como la mayoría de ellas- hubiera sobrevivido. Es necesario un intenso procedimiento de acondicionamiento psicológico -en caso de guerra, por ejemplo- para dominar en cada ser humano ese poderoso atavismo que nos hace evitar el riesgo y cuya recompensa es continuar a salvo y vivos.
Pero en una sociedad donde cualquier cosa puede ser convertida en negocio, el miedo -ese sentimiento tan poderoso- parece que también sirve para ello, que se ha convertido en un recurso más a ser explotado. Hace ya un tiempo que oyendo las cuñas publicitarias radiofónicas de una conocida empresa dedicada a la seguridad -eso proclama, aunque lo que en realidad hace es promover esa necesidad aumentando nuestro miedo, pese a ser el nuestro un país con un índice de criminalidad relativamente bajo- he pensado que esas empresas traspasan con creces los límites de lo eticamente permisible por utilizar publicidad engañosa o fraudulenta.
Seguramente no soy el primero que ha reparado en ello; medios independientes -sí, esos que no dependen, por ejemplo, de la publicidad de empresas de seguridad para su subsistencia- ya han señalado los procedimientos agresivos de que se valen tales empresas, pero creo que no estaría de más oír -una tras otra-  las mencionadas cuñas publicitarias para darnos cuenta de los límites que el esquema empresarial y el capitalismo desconocen siempre y cuando se trate de hacer caja; parece que todo vale, apelar al gregarismo para no resultar menos que los vecinos -millones de  moscas no pueden estar equivocadas...- al miedo a la posible amenaza del que es distinto, sobre todo si es pobre - Oye, Hector, ese nuevo rico con el chalet por estrenar que se informa del procedimiento para hacerse invisible y así evitar los robos- y la asistencia y atención de un benéfico comercial de la firma -casi tan bueno como Marcelo, el angel de la guardia que tenía como escolta factótum el ex-ministro Jorge Fernández Diaz- que por un módico precio mensual nos pondrá la alarma en casa antes de que nos demos cuenta, permitiendo que no nos entren en casa en los únicos veinte minutos que no estamos en ella para ir a hacer la compra (aunque no nos evite estar de guardia las 23 horas y 40 minutos restantes de cada día). Y eso sí, apelando siempre, directa o indirectamente al miedo, ese miedo ancestral que todos llevamos puesto; no hay más que insistir y ahondar un poco en la inseguridad inherente al ser humano para que todos comencemos a necesitar una protección extra (pagando, naturalmente). 
¿Todo vale, si es negocio?

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