miércoles, 30 de octubre de 2019

Mirando a la izquierda

Hace tiempo que la Psicología abandonó el término subconsciente -aunque ha permanecido en el lenguaje coloquial- para aceptar sólo dos estados de la mente: la consciencia y la insconsciencia (o inconsciente); ya sea subconsciencia o inconsciencia -tratándose de quien vamos a tratar, yo creo que más lo segundo- los políticos, que basan gran parte de su actividad en hablar y manifestarse de continuo -sepan o no de lo que hablan, venga a cuento o tampoco- es fácil que, con frecuencia, acaben traicionados  tanto o más que por algún micrófono abierto, por su propio inconsciente. De Pedro Sánchez, presidente del gobierno en funciones, tenemos muestras abundantes, por más que la vicepresidenta de gobierno -también en funciones- habitualmente le achica el espacio para la expresión de sus propias ocurrencias con aspiración a frase de titular en los medios; la última: Somos un partido que siempre mirará a la izquierda, que parece el complemento de ese otro eslogan/lema de la actual campaña electoral del PSOE: Ahora sí. Y cuando hablo de complemento quiero decir que ambas ideas-fuerza -es un decir-  se complementan: respecto a lo primero, parece evidente que si Sánchez cree que el PSOE siempre mirará a la izquierda es porque implícitamente reconoce que no está ni estará en ella -sería más peligroso deducir que en el PSOE se dedican a mirarse el ombligo izquierdista- es decir, que si han mirado, miran y mirarán a la izquierda siempre, es porque el PSOE siempre ha estado en otro sitio (quizás desde la muerte de su fundador); puede que sea un modo de situarse políticamente: mirar a la izquierda para saber que ellos siempre estarán más a la derecha, acercándose y englobando a ese centro donde aún se supone que están los votos que finalmente otorgan el poder político; en el PSOE miran a la izquierda fundamentalmente para cerciorarse de que están lo suficientemente lejos de ella como para no incomodar al establishment, por mucho que a veces se hayan pasado de frenada asegurando presuntuosamente -e irrealmente- Somos la izquierda (parece difícil ser la izquierda y, simultáneamente, mirar a la izquierda salvo, para mirarse su teórico ombligo). Respecto a la complementariedad de todo ésto con el lema elegido por el PSOE de cara a la elecciones del 10-N, Ahora sí, recalcar que es un lema en el que todo -y lo contrario- cabe:  un ahora sí que sí al estilo Cantinflas (aunque antes ya fué un no que no); en resumen, ahora sí que vamos a hacer todo aquello que siempre prometimos hacer y nunca hicimos; algo así como decir que ésta es la buena. Así de simples considera el PSOE a todos los españoles a los que reclama su voto: no se le ocurre que podamos pensar ¿y porqué ésta vez sí y no ninguna de las anteriores? ¿Debemos deducir, pues, que aunque ésta vez tampoco cumpla sus promesas nos deberíamos conformar como premio de consolación -en ausencia de ese cumplimiento que siempre resulta ser tan dificilísimo en la realidad- con saber que en el PSOE siempre miran a la izquierda?; lo cierto es que yo creo que esa mirada  la utilizan exclusivamente, ya digo, para saber hasta donde pueden llegar y todo lo que deben evitar.

jueves, 24 de octubre de 2019

Regeneracionismo

Desde el siglo XVII un rasgo político característico de España es el pesimismo; en aquél momento histórico ese pesimismo estaba justificado por la pérdida de la hegemonía mundial pero, según Azaña, el mal de fondo como país y a nivel estructural ha sido, desde aquellos tiempos, el mal gobierno: España es un país que desde el siglo XVI no ha conseguido formar una clase directora; España es un país no digo disuelto, pero sí inorgánico, un país sin estructuras de dirección...no hay en España estos cuadros de mando, ésta aristocracia mudable, criticable y responsable que una sociedad necesita para existir. Esto lo decía Azaña cuatro siglos después de la época aludida pero hoy, otro siglo después -con una dictadura y una democracia imperfecta por medio- la situación parece no haber mejorado, antes al contrario -conforme a lo expresado por Jorge Manrique respecto a que cualquiera tiempo pasado fué mejor- ha empeorado.
Si volvemos al tiempo señalado por Azaña para el comienzo del mal gobierno crónico, el siglo XVII, podríamos recordar que, por entonces, una España exhausta pese al oro proveniente de América, tuvo que elegir en 1640 entre sofocar la sublevación de Cataluña y la posterior en Portugal (parece que para ambas no había recursos); es difícil saber qué y quienes serían hoy España y españoles  si la elección hubiera sido distinta.
Es por ello que, desde hace siglos, el regeneracionismo -convendría recordar que la palabra regeneración usada en el siglo XIX está tomada del léxico médico, como antónimo de corrupción- es una constante cíclica: el último, el que se produjo a partir del desastre del 98 con la liquidación definitiva del imperio comenzada siglos antes; el dolor de España que mencionaban Unamuno, Ortega y otros regeneracionistas del 98, es una constante a través de siglos y generaciones previas: también habían intentado el regeneracionismo antes -con poco éxito, en general- los validos de los últimos Austrias en el siglo XVII, los primeros Borbones ilustrados en el siglo XVIII, y los afrancesados y los liberales en el siglo XIX.
Y para apoyar el pesimismo histórico que supone por mi parte el reconocer que, respecto al mal gobierno, hoy la situación es peor que hace un siglo, baste recuperar las palabras que un catalanista moderado como Joan Maragall dirigía a un regeneracionista como Miguel de Unamuno a principios del siglo pasado: ¡Visca Espanya! -vol dir que l'Espanya visca ¿enteneu?-, que els pobles s'alcin i es moguin, que parlin, que facin per si mateixos, i es governin i governin (¡Viva España! -quiero decir que España viva, ¿entendido?-, que los pueblos se levanten y se muevan, que hablen, que actúen por sí mismos, que se gobiernen y gobiernen); ¿alguien imagina algo así hoy?, ¿quién es responsable de que ello no sea posible?
Puesto que España -las Españas- continúa doliendo -más si cabe- hoy el regeneracionismo se ha hecho más imprescindible que necesario; regeneracionismo real, no oportunista o utilizado exclusivamente como propaganda electoral, por supuesto.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Votar como es debido.

El presidente del Consejo Asesor del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), José Félix Tezanos, que ya dió una medida de cuán imparcial entendía él que debía ser ese cargo al pretender compatibilizarlo y simultanearlo con su pertenencia a la Ejecutiva del PSOE, no ha tenido mayor empacho en  aconsejar que se vote a los partidos que hoy por hoy pueden gobernar, lo que me ha recordado -quizá su fisonomía- el caso de los curas italianos de la Italia de posguerra, que en su prédica dominical desde el púlpito antes de las elecciones a las que también concurría el Partido Comunista, indicaban a los fieles: la Iglesia no toma partido, pero tenéis que votar a un partido que sea demócrata y que sea cristiano; existiendo como existía un partido que se llamaba, precisamente, Democracia Cristiana; igual de imparcial es el consejo de Tezanos.
Pero es interesante analizar la línea argumental que utiliza el director del CIS en su artículo ¿Cómo salir de los bloqueos políticos? -tampoco debe ver mayor incompatiblidad en ser director del CIS y director de la revista Temas simultáneamente- que es, en sí mismo, un rapapolvo a la forma de votar de la ciudadanía en su terca persistencia en votar como quiere y no como debe. Así, cuando dentro de ese artículo afirma la disfuncionalidad y los desacoples existentes entre nuestros sistemas sociales y nuestros sistemas políticos están dando lugar a una imposibilidad práctica de que existan mayorías de intereses y de representaciones políticas suficientemente extensas como fueron las que sustentaron en su día a los partidos socialdemócratas, a los demócrata- cristianos, a los liberales o a los conservadores en diversos países y casos, tras desenredar la enrevesada complejidad sintáctica de la frase, constata algo de lo que muchos ya nos habíamos dado cuenta: que ya no habrá mayorías políticas suficientemente extensas como en los buenos tiempos del bipartidismo y  que ello es debido  disfuncionalidades y desacoples entre la sociedad y nuestro sistema político de representación parlamentaria, supuestamente democrático, pero, aunque reconoce que lo que necesitamos es capacidad para abordar los problemas del bloqueo político con la suficiente madurez intelectual  y que de nada servirá efectuar manifestaciones personales de rabia y frustración dramatizadas, ni atizar las llamas inquisitoriales en la búsqueda de culpables y de chivos expiatorios, sino que lo único sensato es reaccionar con pragmatismo y con sentido de la utilidad de voto, concentrándolos en aquellos partidos que hoy por hoy pueden gobernar; es decir, propugna resolver los desacoples y disfuncionalidades de forma inmediata recomendando que  la ciudadanía vote como debe y no como le dicte su conciencia y su propio interés político, que era lo que queríamos demostrar, niños: al igual que los fieles católicos italianos debían votar a la Democracia Cristiana, vosotros, como españoles, debéis votar al PSOE para solventar un problema -el de la conformación de mayorías de gobierno mediante acuerdos- que los políticos y los partidos -especialmente el PSOE- hoy por hoy, son incapaces de resolver por sí mismos; es decir, para resolver un problema que el principalmente el PSOE no ha sabido resolver, debemos votar de nuevo al PSOE, pero más, para que pueda alcanzar una mayoría que permita que el problema se resuelva solo.  Y en el futuro ya se verá, viene a decir.
No puedo evitar citar el final del artículo, un auténtico adorno desde un punto de vista casi taurómaco-literario: ¿Alguien puede negar que esto es algo genuinamente democrático y participativo?. Seguramente, al rematar su artículo estaba Tezanos pensando en el undécimo y último de los Principos de la Propaganda atribuídos a Goebbels: el Principio de la Unanimidad. Todo un clásico; ¿alguien puede negarlo?

sábado, 5 de octubre de 2019

El comunismo, lobo en el guiñol, de nuevo.

Tras la desmesura verbal de la presidenta de la Comunidad de Madrid -sí, la presidenta, increíble pero cierto- Isabel Díaz Ayuso, aludiendo a la quema de iglesias durante la República partiendo de la prevista exhumación de Franco del Valle de los Caídos -no sé dónde verá la relación- y las subsiguientes declaraciones del secretario general de Vox, Javier Ortega Smith -que, no sé porqué, siempre pienso en completarle con el Wesson- sobre las supuestas actividades chekistas de las Trece Rosas -eran mujeres que torturaban, mataban y violaban vilmente (que se puede torturar y violar sin vileza, justificadamente, como habitualmente hace la derecha)- pienso en lo poco que ha evolucionado la propaganda derechista en este país, desde los tiempos a los que se alude, hace casi un siglo.  Ya en una entrada anterior, Comunistas de asustar, resumía algunos puntos de esa propaganda y cuando lo revisé, no hace mucho, me parecían de existencia increíble -si no estuvieran documentado e impreso- y propio de tiempos en que la opinión pública se manejaba con total impunidad desde los medios de entonces, al no existir facilidades para cuestionar una propaganda arrasadora; no recordé a tiempo que más medios y más modernos en la actualidad, sólo garantizan más rapidez de difusión, no más veracidad; todos y cada  uno de los once principios de la propaganda atribuídos a Goebbels -sobre todo el Principio de Transposición- siguen siendo de aplicación a día de hoy, sólo han cambiado -se han acelerado- los tiempos.
Así pues, conceptos como comunismo, son manejados alternativa e indiscriminadamente como  espantaviejas o como formas de aludir no a la ideología que pretende lograr una sociedad más igualitaria -muy en línea con el primitivo cristianismo- sino a ese conjunto de seres malvados que pretenden quitarte -entonces la bicicleta y hoy el utilitario- los medios para poder -con suerte- asistir a un trabajo en condiciones muy similares a los de la esclavitud y que el capitalismo global ya tiene previsto para tí. Y esto lo hacen desde los voceros sin escrúpulos de la derecha -como los mencionados al principio-  hasta un presidente del gobierno que se dice de izquierdas, pero no extremista, claro; aunque alguien que defiende tanto y tan denodadamente los intereses de los  fondos buitre o a las empresas -por ejemplo-  tampoco es probable que sea muy de izquierdas, siendo honestos. Por mucho que insista su propaganda en afirmar Somos la izquierda: dime de lo que presumes y te diré de lo que careces...