Juan Pujol Martínez -no confundir con Juan Pujol García- poeta, novelista, periodista y político, director de Informaciones (y a las órdenes de Juan March) definía así el comunismo en 1931, recién estrenada la II República española: cuando hablamos de comunismo, la mayor parte de los españoles que no padecemos la manía etimológica, aludimos al vandalismo, al bandolerismo, al salvajismo, al anarquismo, a la propensión a la violencia y a la crueldad que suelen mostrar ciertas multitudes criminales. Todo eso ha existido siempre, y no sólo en nuestro país. Y, respecto de eso, el comunismo oficial, enrolado bajo las banderas de Moscú, no constituye sino un Estado Mayor del Ejército de la barbarie, presto a encuadrarlo y, lo que es peor, a estimularlo, a dar a su ferocidad y a su envidia categoría de doctrina social y política, a excusar los impulsos más horrendos de las turbas enardecidas (*). Entendida así, la etiqueta comunista era para los conservadores de la época poco más que una puesta al día del mito de los bárbaros, del Este, no del Norte, ésta vez. Aunque Pujol se había adherido de joven al anarquismo, parece que para esa época ya había recorrido el espectro político completo; en 1932 fué el redactor del manifiesto golpista del general Sanjurjo y en 1936, tras el comienzo de la guerra civil, fué designado Jefe de Prensa y Propaganda por los militares sublevados.
En 1932, la obra del inspector de policía Mauricio Carlavilla El comunismo en España nos informa de que cualquier movimiento político cuyo programa incluya la aspiración a una revolución social podía denominarse comunista. El término evoluciona y se amplía en sus escritos posteriores, donde el comunismo se identifica indistintamente también con el judaísmo y con la masonería y, en la segunda edición de El comunismo en España (Octubre de 1935) se afirma que con la adopción de la táctica del Frente Popular en el VII Congreso de la Comintern el comunismo había girado hacia el Oriente masónico: la famosa conspiración judeo-masónica-comunista internacional, báculo de la propaganda de Franco durante cuarenta años y que incluso en tiempos recientes ha sido ampliamente utilizada como instrumento político por grupos conservadores, monárquicos, ultracatólicos, reaccionarios y fascistas para desprestigiar, difamar y estigmatizar a la izquierda política.
Podemos ya ha llegado al comunismo (según el PP, Ciudadanos y el PSOE), tras su unión electoral con IU. Para dentro de nada masónico y judaísta. La verdad es que Pablo Iglesias tiene cierto aire judío, con esa barbita trotskista, ¿no?
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