martes, 10 de mayo de 2016

En olor de santidad

Dicen que los santos al morir dejan en su entorno -a diferencia de los demás mortales, que esparcimos, si nadie lo evita, el típico olor a muerto al poco tiempo de nuestro óbito- una fragancia agradable, suave y claramente perceptible, pero de origen desconocido para la ciencia: el conocido como olor de santidad. De hecho, para la Iglesia católica es una prueba casi decisiva para dictaminar que el muerto era un santo. Algo así se ha debido oler el ministro García-Margallo, cuando ha matizado sus declaraciones previas en las que manifestaba: nos hemos pasado cuatro pueblos en el tema de la austeridad; nos aclara que lo que en realidad quería haber dicho era que quien se ha pasado cuatro pueblos de austero es la UE (*) y no el Gobierno, que rozó la santidad. O eso, o la vicepresidenta para todo se pone de cuando en cuando unas gotas de Chanel nº 5 (para los que lo ignoren, ese perfume es tanto o más intenso que caro). O también pudiera ser que los ministros acudieran a los consejos sin GPS, en cuyo caso lo raro es que sólo se pasaran cuatro pueblos y no acabara todo el gobierno fuera del país. 
En todo caso, nada de extraño tiene que el actual gobierno hay rozado -incluso atropellado- la santidad: según se dice varios de sus miembros pertenecen a la Obra, y uno de los principales objetivos declarados del Opus Dei es ayudar a los cristianos corrientes a buscar la santidad en su trabajo y en sus actividades; incluso sin GPS.
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(*) UE deben ser las siglas de  ¡Uy!, España

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