La verdad es que, aún renegando de los simples, reconozco que son imprescindibles; oír de buena mañana una simpleza es como tomar un café sólo y sin azúcar en ayunas: te despierta, te pone en marcha. Incluso te dá un sentido a la vida: comentar con alguien las simplezas para constatar que efectivamente son lo que parecen, que no te has perdido nada. Juan Rosell, el presidente de la CEOE es especialista no sólo en decir simplezas sino en repetir cada una de ellas con variaciones: un inacabable Bach de la tontuna.
Hace poco nos ilustraba sobre su visión del trabajo en el siglo XXI -para disfrute de los demás, no para aplicárselo a sí mismo, naturalmente- y ahora han sido sus profundas reflexiones sobre el papel de la empresa y los empresarios en la sociedad. Según él, los libros de texto (!) ridiculizan a los empresarios y dan a entender que lo único que hacen es robar y no crear empleo ni nada, algo que a él le parece catastrófico. En lo cual, aunque sea una simpleza y quizá porque aún estoy dormido, coincido con él: es una auténtica catástrofe no poder distinguir a los empresarios de los ladrones. En la segunda repetición se ha crecido aún más, asegurando que los libros de texto (ni parecidos a los que me tocó estudiar) dan a entender que empresarios y empresas son un acto de perdición, que ése lenguaje semi-eclesiástico ya me ha comenzado a poner tenso. En la tercera: si a los niños desde pequeñitos no se les dice que ser empresario es
absolutamente necesario para crear riqueza en el país, vamos en la mala
dirección. Que me ha hecho pensar en los padres que desean y trabajan por tener un hijo Ronaldo o Nadal cuando deberían estar animándoles a ser empresarios que es mucho más asequible y se obtienen incluso más dividendos sin tener que correr, ¡a ver si es posible enderezar el rumbo de tanto niño desorientado!
Añade el señor Rosell que algunas veces su organización ha llamado a alguna universidad para poder explicar lo que son en realidad las empresas y nos han cerrado las puertas. Normal, ya se sabe que las universidades -al menos las públicas, que sería donde pretendía anunciar la buena nueva empresarial, las otras están al cabo de la calle- rebosan de comunistas.
Concluye el señor Rosell -ya estoy en la fase de los ojos desorbitados, ni con tres cafés seguidos- reconoce humildemente que hay empresarios buenos, malos y regulares, como en todas las profesiones, pero que cuando son buenos crean riqueza y eso es la clave. ¿Y que hacemos con los malos y regulares? ¿dejamos que sigan robando aunque su único mérito haya sido quedarse con la totalidad de la riqueza creada? Esa también podría ser la clave.
Según Einstein Dios es simple, pero no aseguró que fuera el único. También afirmaba hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana; y del Universo no estoy seguro; ésto sí que resulta inequívoco.
Según Einstein Dios es simple, pero no aseguró que fuera el único. También afirmaba hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana; y del Universo no estoy seguro; ésto sí que resulta inequívoco.
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