martes, 25 de agosto de 2020

Democracia fatigada

Según Odón Elorza, nuestra democracia está fatigada; él lleva bastante tiempo en una actividad y en un partido que incluso cuando se quiere ser trangresor y epatante -tiene alguna fama en ese sentido- se acaba diciendo algo tan diluído, transparente y edulcorado que hay que adivinar -y traducir- el mensaje por ver si en origen tenía algún contenido o intención. En realidad el título del artículo, La recesión de la democracia, es aún más fuerte (en teoría), pero lo cierto es que nuestra democracia ni está en recesión ni fatigada, nació así y al menor test de estrés muestra sus alarmantes limitaciones, prueba, ya digo, de su conformación de nacimiento. Porque, habrá que recordar que la democracia de éste país surgió, de la noche a la mañana, de la transformación de otra democracia, apellidada orgánica que fué el instrumento de la dictadura de Franco sobre éste país durante cuarenta años, hubiera sido muy ingenuo admitir -pese a que así se ha vendido oficialmente durante los siguientes cuarenta años- que la sóla eliminación del apellido la convertiría en una democracia asimilable a la de los países occidentales avanzados en cuyo grupo queríamos integrarnos: pero en eso esencialmente consistió la famosa Transición del 78, operación guiada desde la sombra y desde el exterior (CIA, socialdemocracia europea, etc.). Por ser breve, todo se redujo a un apaño para poner aparentemente al día España mediante la integración de todo el aparato político-administrativo franquista en unas instituciones con denominación y usos democráticos: los mismos perros con otros collares. Todo ello es contrastable a nivel histórico y ya hay quien lo ha documentado (entre otros Alfredo Grimaldos en dos de sus obras: Claves de la Transición 1973-1986 y La CIA en  España; en el primero se dice concretamente que la Transición española se diseñó en Langley (Virginia), junto al río Potomac, en la sede central de la CIA). Pero si lo que queremos es una calificación más o menos objetiva y actual de nuestra democracia, podemos recurrir a la valoración que de ella se hace por la prestigiosa revista británica The Economist, que ha elaborado un Indice de Democracia de una muestra representativa de países (167) de todo el mundo. En la metodología empleada para calcular ese Indice se valoran cinco parámetros: 1)Proceso electoral y pluralismo, 2)Funcionamiento del gobierno, 3)Participación política, 4)Cultura política y 5)Derechos civiles; España figura actualmente en el puesto 19 en esa clasificación con una puntuación global de 8,08, muy cerca del final del grupo de países denominados de Democracia Plena (España se sitúa detrás de Malta y antes que Costa Rica, que cierra el grupo), pero sólo a 8 centésimas del grupo de países denominados de Democracia imperfecta. Y realmente estamos en el primer grupo sólo debido a que tenemos buena puntuación en los parámetros 1) y 5); considerando el resto de parámetros (7,47 de media) estaríamos claramente en el segundo grupo, el de los países con Democracia imperfecta (que creo que sería una valoración más real de nuestra democracia); la puntuación más baja lo es en el parámetro 2)Funcionamiento del Gobierno, con 7,14 (que también es la puntuación más baja en ese parámetro de todos los países del grupo de Democracia avanzada).

Así pues, no es que nuestra democracia haya envejecido o esté fatigada debido a un exceso de uso durante los pasado cuarenta años -y para referir el cansancio y hastío de la sociedad española, lo de fatiga me parece igualmente un término muy suave- lo cierto es que por su diseño y cararacterísticas originales no cabe esperar mucho más de ella (la mencionada mediocridad de los gobernantes es una derivada característica) y bastante es que estemos en el grupo de países de Democracia Plena, aunque muy cerca de ser una democracia imperfecta. Y yo continúo creyendo que nuestra democracia es mucho más imperfecta de lo que han intentado medir en la EUI (Economist Intelligence Unit) de The Economist; sólo subiríamos en puntuación si hubiera un sexto parámetro que midiera la capacidad de camuflaje político.

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