martes, 4 de febrero de 2020

Un rey republicano

Hace no mucho, Pedro Sánchez, el actual presidente del gobierno, aseguraba que el régimen de la Transición era el legítimo sucesor de los valores republicanos, más concretamente que la Constitución de 1978 restauró los valores de la República de 1931, defendiendo, en consecuencia, que la España actual es la que habría soñado Azaña; es un fenómeno notable el hecho de que partidos políticos de todo el espectro, de la izquierda a la derecha, quieran contar con Azaña como padre espiritual y referente político (que, conociendo algo como  debía ser don Manuel, puedo imaginarme lo que diría ahora, si viviera, viéndose padre de tantos hijos insospechados).
Cayetana Alvarez de Toledo (en este país se conoce enseguida la prosapia pretendida por el número de apellidos utilizados en la identificación habitual y, sobre todo, por las preposiciones y conjunciones incluídas en el patronímico; quien no tiene de éstas últimas se las inventa para ascender, como Dolores de Cospedal, por ejemplo) ha ido un paso más allá en ésto de pretender que vivimos prácticamente en una República -algo imperfecta, eso sí, ya que el jefe del Estado es un monarca- al asegurar, impertérrita, que el que el rey Felipe VI es quien mejor encarna los valores clásicos republicanos, es decir, la libertad, igualdad y fraternidad; según la aristócrata portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, tenemos en éste Felipe, sin saberlo apreciar, un nuevo Felipe Igualdad (Philippe Égalité), Luis Felipe José de Orleans (perteneciente a una rama menor de los Borbones) supuestamente republicano que, para convencer a otros de ello, fué capaz incluso de votar la muerte de su propio primo, el rey Luis XVI, aunque eso no le librara de acabar poco después, al igual que éste, condenado a la guillotina por un tribunal revolucionario; parece que no se fiaban de un Borbón desclasado. Su hijo Luis Felipe -que tuvo bastante que ver en su condena- se convirtió en 1830 en rey de Francia (aupado al trono por la burgesía de la época) como Luis Felipe I, el último rey de Francia.
En nuestro caso, es evidente que lo del rey republicano que nos vende Cayetana de Felipe VI es una exageración -pura invención, más bien-  de la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados en su afán por mermar el protagonismo que proporciona el  hipermonarquismo -y el constitucionalismo de paripé- exhibido por otros partidos; difícilmente pueden cuadrar los valores republicanos a alguien que ha heredado de su padre el cargo que ostenta actualmente, quien, a su vez, lo heredó de un dictador que se levantó en armas (*), precisamente, contra una República española legalmente constituída, reteniendo el poder así obtenido por la fuerza -y por la gracia de Dios- durante cuarenta años. Una República en la que, además, se había legislado para evitar -precisamente, también- la posibilidad de tales  herencias.
Según Alvarez, el rey estuvo estupendo, sobre todo por el espectáculo que le dieron los cafres, que le agredieron. Le llamaron de todo, incluso franquista y poco demócrata. Decía el enciclopedista Diderot -sí, uno de los filósofos precursores de la Revolución Francesa- que engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga; eso referido a lo que el rey tuvo que oír; y respecto a que alguno de los cafres aludidos ofreciera el espectáculo de no aplaudier al rey -o se ausentara de su presencia- no significa que lo agredieran; a mí, personalmente, me parece más espectacular apludir que no hacerlo. Supongo que un rey tan estupendo -y tan preparado- cantor de la Transición, la Constitución y el Derecho, así lo habrá entendido todo.
Por cierto, si se trataba de inicio de la XIV Legislatura -un acto eminentemente  conmemorativo del poder civil y democrático- ¿cual es el motivo de tanta presencia militar en su puesta en escena y de que el rey llegara al acto en un Rolls-Royce que tanto recuerda al dictador de quien ha heredado el cargo?
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(*) que, curiosamente, también decía defender esos valores republicanos en su alocución  por radio el 17 de Julio de 1936 justificando su levantamiento; ya pudo comprobar el honrado pueblo español como entendía Franco la fraternidad, la libertad y la igualdad (por ese orden), y como pretendía lograr la paz interior de España.

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