martes, 11 de marzo de 2014

Aplausos, sonrisas, gestos.

Según el diccionario de la RAE, aplaudir es palmotear en señal de aprobación o entusiasmo, y noto que últimamente aprobamos o nos entusiasmamos con cosas tan diversas como un féretro -con su finado dentro-, una manifestación -se supone que los manifestantes se aplauden a sí mismos- o, como los diputados del PP, que aprueban y se entusiasman cuando consiguen que el país declare la guerra a Irak.
También es de uso habitual como gesto -venga o no a cuento- que las figuras públicas sonrían: sonríen los imputados cuando se dirigen a explicar sus fechorías al juez, sonríe el ministro del ramo cuando nos anuncia el último e inmisericorde recorte y sonríen en general todos los miembros de la clase política cuando nos intentan hacer creer lo increíble.
Y pasa lo que tiene que pasar, que el gesto acaba perdiendo su significado; se aplaude y se sonríe a contrapelo de la realidad. Incluso en éste país del que Felipe Alfau ya hace casi un siglo dijo: España, una tierra en la que ni el pensamiento ni la palabra, sino la acción con un sentido -el gesto- se ha convertido en la especialidad nacional. Por no mencionar que en estos tiempos acelerados, los políticos en su afán de síntesis ya han pasado del gesto al aspaviento que aún es más breve y más efectivo ante los medios de comunicación.

No hay comentarios :

Publicar un comentario