viernes, 29 de octubre de 2021

El 3% (más o menos)

Rebranding es el término empleado en el marketing estratégico para describir el proceso de cambio de nombre de una empresa comercial (como suele ser habitual, empleando el inglés parece que lo descrito resulta más convincente y profesional -como cuando el El Rastro se vendían antiguamente plumas estilográficas diciendo que eran americanas o alemanas- y se ve que renombrar o mercado quedan mucho más pobres). 

El hecho es que renombrar una marca comercial suele tener como una de sus causas principales hacer olvidar la mala reputación y pretende, sin disimulos, que creamos que lo mismo es distinto al cambiarle el nombre, así por ejemplo Gas Natural Fenosa pasó a ser Naturgy, algo como más molón, internacional y hasta ecológico; en palabras del padrino de este bautizo, Francisco Reynes, la compañía necesitaba una denominación que demuestre la aspiración internacional y que se reconozca como una empresa energética. Pues nada, así quedó ya  la empresa energizada e internacionalizada. Más recientemente Facebook se ha convertido en Meta (en realidad Facebook será una parte de Meta, pero este útimo nombre diluye parte de las últimas actuaciones de Facebook con las que ha conseguido una reputación nada envidiable: meta difícil, me parece).

Pero no son sólo las empresas las preocupadas por el mercado, también los partidos políticos -concretamente el mercado del voto, en éste caso- y así se suelen producir refundaciones -fundamentalmente el cambio de nombre- que hagan olvidar la mala fama y la corrupción demostrada que quedan asociadas frecuentemente a ciertos partidos como el mal olor permanente queda impregnado en ciertos profesionales que manipulan mercancías o alimentos malolientes; así, por ejemplo,  Convergencia i Unió (CiU) pasó a denominarse primero CDC (sin Unió) y finalmente Partit Democratic de Catalunya (PDeCat) utilizando en el camino una serie de denominaciones utilitarias y coyunturales (Junts pel Sí, Convergents, etc.) que habría que seguir con un gráfico para no perderse -el propósito nada oculto de las sucesivas denominaciones- y que hagan olvidar que el PDeCat es esencialmente el mismo partido que el protagonista del caso 3%, pardigma de la corrupción política,  patrón y referencia del porcentaje del impuesto utilizado casi generalmente en estos casos (y del que muchos estaban al tanto, ya hace más de quince años). Por cierto, el monto final a pagar -por todos nosotros- excede bastante del 3% inicial, debido a la cantidad de intermediarios avariciosos y costes sobrevenidos durante el proceso;  la corrupción no es barata.

De la refundación de AP en PP ya hace bastante tiempo y, de hecho, nunca se habla de la corrupción en AP aunque muy posiblemente también la hubiera con anterioridad al caso Naseiro; pero si ya han prescrito muchos de los delitos del PP de los de AP no quedará ni registro. En todo caso, el Partido Popular ya va tarde para su correspondiente aggiornamiento; no sé si por la pura prepotencia de saberse pilar imprescindible del sistema -una de las dos patas del bipartidismo; lo del PSOE para otro día- o por esa ignorancia roñosa, cutre y despreciativa propia de la derecha española,  tan querida del PP. Pero ahora, tras una sentencia que confirma la existencia en su partido de una -una más-  de las cajas B o de dinero negro procedentes del porcentaje retentivo variable -el 3% como orientación inicial-  a aplicar a empresarios que se prestan a entrar en ese mercado negro que proporciona tan gustosos dividendos a ambos -empresarios y partidos- procedentes de los fondos públicos suministrados por la mayoría de los españoles, yo creo que es hora de que en el PP se planteen su propia refundación. Ya en su día apunté algunas ideas que les cedo gratis, sin pedir porcentaje de derechos de autor, ya que parece ilusorio pretender lo que realmente sería necesario: la ilegalización del PP como organización incursa en fraude criminal continuado.

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