La Constitución, la Carta Magna, resulta que para la mayoría es como el coñac de marca similar que vemos como otros -los de siempre- beben, pero que parece estar vetado para nuestros labios: los artículos importantes y que resulta vital defender a ultranza suelen ser los que no nos afectan.
(Recordando a Rafael Sánchez Ferlosio y a sus siempre vigentes pecios)
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