lunes, 15 de noviembre de 2021

Polvo eres

Lo imposible se vuelve, muy poco a poco, inevitable, dejó escrito Juan Larrea: la realidad vista por un poeta, a la par que reseñada elegantemente, suele ser la más profunda y verdadera; a los poetas les sale sólo ejercer de profetas (será por la similitud fonética de ambas palabras, ya que viven de ellas). 

Y viene su poética reflexión -también- a cuento de la muerte, el punto final en la vida de todos y cada uno de nosotros, esa circunstancia que aún siendo siempre conocida es considerada generalmente imposible -incluso puede que inexistente- en la juventud para, según vamos acumulando años -muy poco a poco o no, según dónde, cuando y cómo lo midamos- ser considerada, cada vez más próxima y cierta, inevitable, en resumen.

Quia pulvis es, et in pulverem reverteris; resulta ser que en la visión bíblica de la existencia humana es la maldición de Dios a Adán tras su expulsión del paraíso la que, en un pack completo, le condenó a él y nos condenó a todos sus descendientes en trabajadores sudorosos conscientes de su desnudez e inevitablemente  mortales, recordándonos además que sólo somos polvo (barro si concurre el agua); lo cierto es que tienen mérito los creyentes en un Dios tan dominante, colérico y vengativo: total por una mezcla de curiosidad y hambre al comerse una manzana caprichosamente -o no- prohibida. Lo del sudor logran evitarlo unos pocos privilegiados para los cuales trabajamos el resto más de lo que justamente nos correspondería, pero lo de finalizar hechos polvo es total e inexcusable para todos, también para los privilegiados cuya única ventaja teórica es que, sin sudor, no acabarían en barro; lástima que esos privilegiados, debido a ciertas condiciones anejas a su estatus, naden con anterioridad habitualmente en el fango y acaben formando  parte de él.

Por mi parte el único consuelo -y pequeña venganza apriorística- es que al igual que yo se convertirán en polvo las miríadas de tontos que constituyen gran parte de la humanidad (a las que, por qué no reconocerlo humildemente, quizá yo pertenezca).

 

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