viernes, 19 de noviembre de 2021

Los tontos y los malos (en el PP)

Habida cuenta de la reiteradamente constatada mayoría que representan los tontos respecto al total de la población, es normal que ese porcentaje sea de aplicación a los dirigentes del PP y, supuestamente, al de los del resto de partidos políticos. Pero es notable la frecuencia con que, dados los numerosos casos de corrupción que afectan al Partido Popular, se descubre -tardíamente- que muchos de quienes tenían en ese partido importantes responsabilidades políticas, no estaban a la altura de ellas, por decirlo suavemente. Vamos, que -si lo queremos decir con un ejemplo que se entienda-  los mandos de la central nuclear de Springfield han estado frecuentemente en manos de auténticos incapaces.

El último de toda una serie de ignorantes o despistados -tontos, pero pretendidamente no malos- es Ignacio Cosidó, director general de la Policía Nacional en la etapa de Jorge Fernández Díaz en el Ministerio del Interior y Mariano Rajoy como presidente del gobierno, quien ha reiterado en el Congreso lo que ya dijo ante los tribunales respecto a la constitución de un dispositivo policial al margen de la investigación judicial para el espionaje al extesorero del PP,  Luis Bárcenas,  en la denominada operación Kitchen, es decir, que el no sabía nada del tema: Puede parecer curioso, pero es la verdad, ha manifestado Cosidó, quien ha reiterado explícitamente que ni trató con el comisario jubilado José Manuel Villarejo ni conoció nada sobre el uso de fondos reservados, ni la disposición de recursos policiales de la Unidad Central de Apoyo Operativo (UCAO) que dirigía Enrique García Castaño para hacer seguimientos al entorno de Bárcenas; vamos que él no se enteraba de nada de lo que constituía la acción policial de un importante dispositivo policial a sus órdenes directas. Rizando el rizo ha manifestado igualmente que ni se me informó ni se me tenía que informar, los funcionarios tienen la obligación legal de guardar secreto; pues ya estaría con ésto -según él- visto para sentencia: él no se enteraba de nada porque no se debía enterar para preservar el máximo secreto de las actuaciones policiales. Y si era secreto para él mismo, no digamos lo que debería ser para el resto de la ciudadanía, por lo que tampoco sabremos a ciencia cierta si han existido vertidos radiactivos -y de qué gravedad- de la central nuclear de Springfield, mas allá de las inevitables sospechas y deduciones lógicas.

Lo dicho, nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez, según el principio de Hanlon. La prueba, una vez más, de que son mucho más peligrosos los tontos que los malos. Que lo son -tontos- aunque ellos se crean que sólo se lo están haciendo para salir del paso, ocultando sus torpes miserias. Curioso no, increíble -y difícilmente verdad, o sea, falso- es lo que parece.

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