sábado, 26 de agosto de 2017

El humor, que no falte

Ramper (Ramón Alvarez Escudero) fué en sus inicios un showman circense que al final de su carrera artística actuó como  humorista  con un estilo muy personal e ingenioso -basado, a menudo, en palabras de doble sentido o juegos de palabras- que le hizo inmensamente popular, mereciendo elogios,  incluso, de Jardiel Poncela; sus últimos años (murió en 1952, con 60 años) fueron de penuria económica, con su figura y su carrera en el olvido. Cuentan que en el Madrid republicano asediado por las fuerzas de los militares sublevados en la guerra civil y durante una actuación suya, Ramper, recorría la pista echando serrín al público y pregonando: serrín de Madrid (se rinde Madrid) mientras portaba una fotografía enmarcada de Franco y decía: y a éste lo vamos a colgar; el público de un Madrid martirizado por el hambre y las bombas, aplaudía a rabiar.
Viene todo ésto a cuento de que a todas las desgracias indiosincrásicas de éste país -me he enterado recientemente que a los rusos les ocurre algo similar; son innumerables los chistes de la época soviética y de la actual-  no debemos añadir, afortunadamente, la falta de humor, sea del color que sea: todo lo contrario, tanto más crudo cuanto más cruda sea la situación violenta, angustiosa o dolorosa que se trate, por lo que es comprensible que el artículo El terror y la broma infinita de Juan Cruz en El País haya sido objeto de una amplia contestación en las redes sociales (pueden verse, también, los comentarios al pie del propio artículo). Es igualmente comprensible que a Juan Cruz le parezca que  las redes sociales son muy golosas y muy absorventes y dejan que las personas deduzcan en lugar de confirmar; que yo supongo que a él le parecería mucho mejor que todo siguiera como siempre, o sea, que todos estuviéramos esperando que alguna mente brillante -y grande- como la suya nos confirmara la realidad para que pudiéramos estar seguros de que lo es con absoluta certeza. Aunque me temo que eso ya va ser muy difícil: la increíble ductilidad de los medios ante el poder ha hecho que la ciudadanía que pretende informarse desconfíe cada vez más de ellos y que la auténtica opinión de la calle se haya refugiado en algo bastante más difícil de controlar y que -simultáneamente- informa, genera debate y obliga a deducir, como son las redes sociales en la actualidad.
Según el señor Cruz, reír es una mueca que, si carece de contenido, se queda en la sorda expresión de la tontería, contradiciendo lo científicamente aceptado en éste momento: reír es bueno siempre -al menos para los comunes mortales que podemos prescindir del contenido- pero, sobre todo, enfrentar la vida con humor es fundamental casi para poder seguir viviendo. Sin embargo, según él, mientras ríes no aprendes de lo que te está pasando; increíble que una mente confirmadora como la suya no sea capaz de desarrollar dos tareas al tiempo. O será que las de resto, las nuestras concretamente, son algo defectuosas y carentes de contenido, haciendo que nos riamos de las tontunas mesiánicas  de un muchacho de historia triste, alma de fanático y cara de ángel expresadas en un macarrónico árabe-andalusí; ¡lo que es oír -o leer- algo procedente de una mente confirmadora: el señor Cruz se sabe su historia, ha visto su alma y su cara le parece de ángel!, no como yo, que sólo he visto el original y algunos de los muchos memes basados en él que el humor e ingenio de presuntos desconfirmados ha producido.
Nos recuerda el señor Cruz que la madre de Rafael Azcona decía en las sobremesas de posguerra, cuando se reían en casa los amigos: ya pagaremos esas risas. Cabría recordarle a él que al propio Azcona no le hizo mucha mella esa admonición penitencista de su madre, ya que afirmaba: para mí, la risa es el mejor aliento. Es cierto que Azcona solía reírse con bastante contenido; todo será ir ensayando y adquiriéndolo.
Y, si quisiéramos ponernos trascendentes,  podríamos citar a Freud: El humor es la manifestación más elevada de los mecanismos de adaptación del individuo.

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