Preocupado por la seguridad con que el papa actual ha recuperado el infierno -derivada de su infalibilidad en materia de fe y doctrina- y con la idea de formarme opinión antes de elegir mi destino para toda la eternidad, he decidido recurrir al auxilio de las nuevas tecnologías. Así, ante la pregunta inicial y decisiva ¿como se sabe que el infierno existe? planteada en Google, me he encontrado con el testimonio directo de Santa Faustina Kowalska que, según asegura, se dio un garbeo por los abismos del infierno conducida por un ángel. De los siete (para mantener la tradición bíblica, supongo) tormentos generales a aplicar a los condenados, la verdad es que todos me resultaron reconocibles como padecimientos de este mundo, incluyendo la compañía continua de Satanás (la televisión, el invento del maligno). Es decir, que he salido reafirmado en mi convicción de que el infierno, de existir, está en éste mundo, como ya defendían los cátaros siglos antes de que Sartre matizara que el infierno son los otros (y para convencerse de ello no hay más que reflexionar sobre la tenacidad con que todos nos dedicamos a hacer la puñeta a los demás, a poco que podamos). Como dice un personaje a punto de morir en una novela de Lorenzo Silva (El alquimista impaciente) No
es que no crea en el infierno. Vaya si creo: he vivido allí. Por eso no
me importa lo que me espera. Después de todo, será como volver a casa....
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