De nuevo el arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, reitera su opinión, mediante una carta pastoral, sobre la memoria histórica que, a su parecer, sirve para
dividir, para reabrir de nuevo heridas ya curadas, para confrontarse. Me limitaré sobre ésto a puntualizar que difícilmente se puede reabrir una herida ya curada -salvo inflingiendo otra en el mismo sitio- y que, precisamente, ese el motivo de que las heridas permanezcan sin cerrar: que no han sido curadas.
Para el obispo Cañizares, en la España actual -y en el mundo- todo es caos y apocalipsis: grupos enfrentados, naciones en lucha, confrontación de religiones, familias divididas, gentes exiliadas, descomposición, conflicto, desvertebración, división y desconcierto; y, ¿que alternativas presenta el pastor Cañizares en la carta a sus ovejas ante estas dramáticas circunstancias ? pues, para España, que la Iglesia católica colabore en la construcción de la casa
común, trabajando por la superación de la disgregación, la
división, el enfrentamiento, la descomposición, la destrucción, y
ofrecer el norte que conduzca a la unidad, que siempre es luz, aurora
esperanzada de nuevo y grande futuro. Y para ello, se deduce de los argumentos del señor obispo, nada mejor que una amnesia generalizada -y santa, naturalmente- que mantenga el rebaño prieto y manso a la vez. Estoy convencido de que el señor obispo hubiera firmado -de haber tenido ocasión- la carta pastoral conjunta del episcopado español en Julio de 1937.
Por otra parte, ocurre que en numerosos ámbitos y aspectos, la unidad casi nunca es luz ni aurora sino todo lo contrario, resulta ser reduccionismo dogmático y oscurantista; la ciencia -algo que el señor obispo debe ignorar de forma voluntaria y profunda- precisamente establece todo lo contario, la diversidad es la base de la vida y la supervivencia en general y del proceso evolutivo del ser humano en particular; la Iglesia católica lleva veinte siglos procurando justamente lo contrario mediante la manipulación y retorcimiento del mensaje de solidaridad universal entre todos los seres humanos del cristianismo primitivo.