Durante el franquismo fue "pan y fútbol", que se consideró la necesaria actualización del "pan y circo" de los romanos: los asesores del dictador descubrieron que la lucha de clases podía de algún modo canalizarse en inofensivas discusiones de bar. También parecía responder a una progresiva actualización -más civilizada y mostrable- del tradicional "pan y toros" de esta sangrienta España.
Pues bien, hoy, dentro de una crisis de perspectivas nada esperanzadoras, cuando se nos dice que es necesario un recorte brutal de servicios públicos y subida de impuestos para equilibrar el déficit del Estado, parece que es propósito del actual gobierno “la puesta en valor de los toros como un bien cultural” lo que, traducido, quiere decir que el Estado destinará fondos públicos a la fiesta de los toros.
No estoy en contra de que se celebren fiestas de toros, tampoco del fútbol -con esas increíbles y poco ejemplarizantes retribuciones a sus estrellas- ni de que que cada uno sea fiel de la religión que elija, pero desde luego, lo que no me suliveya, es la idea, puesta en práctica habitualmente, de que yo deba contribuir con mis escasos recursos a financiar actividades que son -o deberían ser- totalmente privadas y particulares; es decir que en ningún caso deberían ser financiadas con fondos públicos.
“En Catalunya no habrá más toros, a no ser que vengan con la Legión” le espetó Joan Tardà, de ERC, al ministro del ramo taurómaco -entre otras competencias- José Ignacio Wert, que al oírle se quedó con cara de póker y como sopesando esa posibilidad. Que todo podría ser; no sé a que año llegaremos en esta acelerada vuelta al pasado.
Pues bien, hoy, dentro de una crisis de perspectivas nada esperanzadoras, cuando se nos dice que es necesario un recorte brutal de servicios públicos y subida de impuestos para equilibrar el déficit del Estado, parece que es propósito del actual gobierno “la puesta en valor de los toros como un bien cultural” lo que, traducido, quiere decir que el Estado destinará fondos públicos a la fiesta de los toros.
No estoy en contra de que se celebren fiestas de toros, tampoco del fútbol -con esas increíbles y poco ejemplarizantes retribuciones a sus estrellas- ni de que que cada uno sea fiel de la religión que elija, pero desde luego, lo que no me suliveya, es la idea, puesta en práctica habitualmente, de que yo deba contribuir con mis escasos recursos a financiar actividades que son -o deberían ser- totalmente privadas y particulares; es decir que en ningún caso deberían ser financiadas con fondos públicos.
“En Catalunya no habrá más toros, a no ser que vengan con la Legión” le espetó Joan Tardà, de ERC, al ministro del ramo taurómaco -entre otras competencias- José Ignacio Wert, que al oírle se quedó con cara de póker y como sopesando esa posibilidad. Que todo podría ser; no sé a que año llegaremos en esta acelerada vuelta al pasado.
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