No hay más que echar un vistazo a la prensa -impresa o digital- para darnos cuenta de cuan débil es una opinión sin formar: nada es lo que parece; justo a lado de las declaraciones de la tenista Sanchez-Vicario asegurando que sus padres la anularon -y la engañaron-, podemos leer que Bruselas sospecha que Rajoy infló los datos del déficit de 2011, a lo que Moncloa ha respondido con rapidez, negando categóricamente que haya retocado esos datos.
A mí ya se me hace difícil suponer que las idílicas sonrisas de la familia Sánchez-Vicario fueran tan falsas como el cartón, para a continuación enterarme de que una ciudad famosa por sus bombones y por recoger antes de las 22:00 a sus ciudadanos haya tenido la capacidad de descubrir que Rajoy estaba ejercitándose como trilero con tan poca habilidad, y peor: que el palacete madrileño residencia del presidente del Gobierno niegue haber retocado unos datos contables.
Y eso leyendo sólo los titulares, que si leemos la letra pequeña, la cosa se complica aún y es más desconcertante.
Y eso leyendo sólo los titulares, que si leemos la letra pequeña, la cosa se complica aún y es más desconcertante.
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