Gurtelandia, un país de cuento de hadas y piratas, donde los delincuentes se convertían en justicieros y, con revuelo de togas y sotanas, obispos y magistrados regresaban ufanos a los viejos tiempos. Así describe Martín Girard -Gonzalo Suárez, supongo- un país que no se si alguien reconocerá o le sonará de algo. En este imaginario -pero tan cercano- país, notamos la ausencia -algo es algo, pensamos al pronto- de espadones y caballos de Pavía. Pero bien mirado tampoco es para alegrarse: así como Clausewitz aseguraba que la guerra es la continuación de la política por otros medios, igualmente podíamos afirmar a la inversa que el capitalismo es la continuación de la piratería por otros medios; ya no es necesario utilizar cipayos que siempre dejan la Historia un poco manchada de sangre y excrementos. En fin, lo adecuado a los tiempos y a un país en el que siempre es Carnaval y en el que barbies judiciales nos explican que eso de la justicia igual para todos también es relativo.
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