La Iglesia católica en este país recibe anualmente del Estado -por distintos conceptos y exenciones- una cantidad superior a los 10.000 millones de euros; quiere ésto decir que cada ciudadano español -no importa a estos efectos que sea ateo, agnóstico o creyente en otros credos- aporta anualmente unos 200 euros a la Iglesia católica. Concretamente, una de las partidas, la asignada al mantenimiento del patrimonio artístico propiedad de la Iglesia católica, es de unos 500 millones de euros, o sea que de los 200 euros mencionados, unos 10 lo son por este concepto.
Si esto es así -y sin posiblidad de que yo pueda negarme a tales aportaciones involuntarias en la declaración de la renta- me gustaría que la Iglesia católica, al menos, me remitiera un bono de 10 euros con el fin de que de él se me dedujera la entrada para la visita de edificios religiosos en cualquier punto de España, ya que se ha convertido en práctica general cobrar por tales visitas. Y no es que me fuera a servir de mucho, dados los precios en que la Iglesia tasa el acceso a la contemplación de sus tesoros, pero al menos sería un detalle, en estos tiempos de crisis.
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