Así pues, el presidente del gobierno ha solicitado de los españoles serenidad, responsabilidad, mesura y -no podía faltar la sal de todas sus recetas- sentido común; una especie de mezcla de conductas zen y tao, pero a la española. Y lo ha solicitado no por acomodar el camino de la felicidad que nos prometió a la ausencia de bienes materiales que es más que evidente en la actualidad para la mayoría, si no porque no debemos "dar esa imagen" fuera de España, "que no es la de nuestro país", lo cual me ha sonado, sin remedio, a ese "guardar las apariencias" tan propio de los usos y costumbres del paisanaje de este país, tan habituado a históricas carencias de todo tipo; algo así como pobres pero honrados o, más bien, jodidos pero contentos. Que no se sepa que aquí también la presión está subiendo por momentos: mesura y serenidad, o por lo menos que lo parezca.
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