Timeo Danaos et dona ferentes (Cuidado con los griegos que traen regalos, sería una traducción aceptable), fué la advertencia del troyano Lacoonte a sus compatriotas ante el caballo de madera que los griegos dejaron a las puertas Troya; cada vez coincido más con quienes muestran reticencias a que Unidas Podemos acepte colaborar en un gobierno de coalición con el PSOE, aún en unas condiciones que se ajustaran estrictamente a los números -ya sean votantes o escaños- de uno y otro. No entro ya -y doy por superada- en recordar la fase en la cual el PSOE, viviendo en su particular limbo bipartidista, consideraba que los votos de Unidas Podemos deberían ser suyos y continúe actuando como si realmente fueran votos subsidiarios para su uso discrecional; cuanto antes acepten la muerte del bipartidismo y atiendan a la pura aritmética, antes podrían aceptar la racionalidad como norma en los acuerdos necesarios para la conformación de una mayoría de izquierdas. Pero, una vez superada esa fase -accidental, pero fundamental- vendrían las auténticas dificultades que son tantas y tan variadas que habría que tener mucha valentía y capacidad políticas para afrontarlas y esa, en conjunto, es precisamente la que yo considero la dificultad global fundamental: no veo al PSOE con la suficiente altura de miras, con la suficiente idea de Estado -por mucho que presuman de ello- como para variar su sempiterna capacidad acomodaticia ante los poderes fácticos, su conocida metamorfosis entre lo que promete en la oposición y lo que cumple cuando gobierna; es muy difícil que el PSOE se aviniera a abordar políticas realmente de izquierdas, abandonando su tradicional postura posibilista y garante de esa centralidad tan usada por ellos durante cuarenta años.
Realmente creo que para el PSOE actual -y eso se deduce claramente de lo visto en el debate de investidura- tendría más sentido una Gran Coalición con el PP que la formación de un Gobierno de izquierdas (con la ventaja añadida de que Rivera sería, por fin, líder de alguna
oposición, y pudiera ser que rabajara lo esperpéntico de sus sobreactuaciones); para Unidas Podemos tendría la ventaja de evitar una previsible frustración perpetua al ver de difícil o imposible aplicación políticas sociales y tener finalmente que compartir con el PSOE su indudable lastre histórico al haber aceptado su cuota ministerial como un auténtico regalo griego.
En contra de todo lo expuesto estarían las graves consecuencias derivadas de una evidente falta de respuesta política a las necesidades de millones de españoles que continuarían soportando las políticas conservadoras de los diez últimos años, como hasta ahora (también durante el último año, salvo los ocasionales logros que Unidas Podemos pudo obtener de un reticente PSOE). En esas estamos pero, ya digo, no veo al PSOE con la altura política necesaria para sacar al país de ésta situación: su nivel real es el derivado de muchos años de práctica de la política con minúscula, el de sus capacidades para elaborar regalos griegos con variados envoltorios, que consiguen hacer deseables sin que los obsequiados sepan lo que llevan dentro, como caballos de Troya de variados tamaños y colores. En general vacíos, por cierto.
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