Después de las genéricas -e inconcretas- propuestas del candidato a la presidencia del gobierno por el PSOE, Pedro Sánchez, sí tuvo éste buen cuidado de proponer a la Cámara de representantes algo mucho más concreto: un Pacto de Estado para la reforma del artículo 99 de la vigente Constitución; parece que para él no debe haber nada más urgente en el catálogo de urgencias de los españoles: ni el paro, ni la precariedad laboral, ni la corrupción institucional, ni el incierto futuro de la juventud, ni los constantes ataques al sistema de pensiones; los españoles sufren la amenaza de una repetición electoral: ¡intolerable!
He llegado a pensar que los artículos de la Constitución que menos posibilidades tienen de cumplirse son los más claros y explícitos (el mencionado artículo 99, por ejemplo) y, por contra, los más exitosos son los más ambiguos e inconcretos (el 155, por ejemplo) siguiendo así una tendencia política general respecto a las grandes declaraciones que, por estar vacías de contenido efectivo, siempre pueden defenderse (a muerte, si fuera necesario). Por ejemplo, el Empleo digno, la Revolución digital, la Transición ecológica, el Feminismo, la Justicia Social y más Europa que sin duda alguna son mucho mejores que el Empleo Indigno, la Revolución Analógica, la Transición contaminante, el Machismo, la Injusticia Social, y menos Europa.
El mencionado artículo 99 (así como los integrantes del apartado correspondiente a los derechos y deberes de los ciudadanos, Capítulo II Sección 2ª, artículo 30 y sucesivos) es minucioso y detallado en sus fines y funcionamiento, explictando con toda claridad que para llegar a ser nombrado presidente de gobierno ha de contarse con la mayoría absoluta del Congreso de los Diputados en una primera vuelta, o bien con la mayoría simple en una segunda vuelta, previendo la posibilidad de la existencia de varias propuestas sucesivas y, finalmente, la disolución de ambas Cámaras y convocatoria de nuevas elecciones si como resultado de ese procedimiento no se ha llegado a la elección de presidente del Gobierno transcurridos dos meses desde la primera votación.
Habida cuenta que este sistema ha comenzado a fallar, fundamentalmente por la falta de adecuación del bipartidismo a la nueva situación en la que existen hasta cinco partidos políticos a nivel estatal con representación parlamentaria, Pedro Sánchez propone que el mencionado artículo 99 sea modificado para que, sencillamente, el candidato del partido con más diputados sea elegido y sancionado por la Cámara como presidente de gobierno aún sin obtener las mayorías previstas para ello actualmente, es decir, obviando la obligación de los partidos de alcanzar acuerdos programáticos de gobierno entre sí para lograr dichas mayorías; en otras palabras lograr una prolongación efectiva del bipartidismo sin necesidad de que existan dos partidos mayoritarios. A ésto deben referirse con lo de bipartidismo imperfecto, supongo.
Resumiendo, dado que actualmente el grupo parlamentario más numeroso del Congreso de los Diputados es el del PSOE, con 123 diputados, el presidente del gobierno en funciones y aspirante a sucederse a sí mismo en el cargo y en aplicación del refrán que dice la caridad bien entendida empieza por uno mismo, ha visto como prioritario solicitar a los españoles que se le resuelva lo suyo, que, además -para que no digamos que, finalmente, no lo hace por nosostros- evitaría a la ciudadanía el engorro de votar tan asiduamente. Y luego, ya si eso, él irá viendo el resto del catálogo de urgencias; que todo lo demás él debe considerarlo menos urgente. En todo caso, mientras no sea nombrado presidente del gobierno, tiene las manos atadas, lógicamente: otro motivo más para que nos demos prisa en que lo suyo se arregle. Y otro motivo más para que los ciudadanos seamos conscientes de que estamos trabajando para resolver los problemas de nuestros representantes políticos y no a la inversa, como dicen.
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