Creo recordar que los militares se refieren a su profesión como a una sucesión de meses de tedio y aburrimiento -la estricta rutina de los deberes diarios y del entrenamiento- salpicados muy ocasionalmente por instantes de terror y estrés -la siempre posible entrada en combate-; al parecer esto es así desde los tiempos de los griegos de la Ilíada; se aburrían troyanos y aqueos en las largas
esperas entre combate y combate, unos junto a las naves, los otros tras
las murallas de Ilión, incluso se describe a Aquiles como presa del gran aburrimiento cuando se encerró en su tienda negándose a combatir, debido a la ofensa de Agamenón. Quiero decir con ésto que aunque de los militares tenemos la imagen de alguien corriendo y disparando al asalto de una posición enemiga, quizá más real sea la de alguien haciéndose la cama o rellenando con paciencia un petate.
Igualmente, de Pedro Sánchez puede ser que tengamos que continuar oyendo de sus penurias de resucitado -tras ser apuñalado con verdadera saña por el aparato de su propio partido, el PSOE, en octubre de 2016 (seguramente para conmemorar el centenario de la huelga general de 1916)- yéndose de campaña por toda España con su propio coche para volver a su puesto de secretario general del PSOE algo menos de un año después de su NO es NO a Rajoy, y después también de unas primarias disputadas a Susana Díaz y con Patxi López como árbitro; en todo caso, la imagen real del Pedro Sánchez de hoy seguramente tiene muy poco que ver con aquella que nos desveló una famosa entrevista con Jordi Evole unos meses antes de su resurrección, donde reconocía explícitamente: me equivoqué al tachar a Podemos de populistas, el PSOE tiene que trabajar codo con codo con Podemos y reconocía igualmente la existencia de los embates de los poderes económicos que a través de los medios han intentado influir en mi decisión e impedir un entendimiento con Iglesias.
Está clarísimo que Pedro Sánchez aprendió la lección -para siempre jamás- y que ello ya no le permitirá ninguna licencia ni un distraído verso suelto fuera del guión establecido por quien realmente marca el rumbo político del país. Los poderes económicos, los medios, Podemos, todos son los mismos que hace dos años; Pedro Sánchez no. No es que entonces él representara la octava maravilla de la socialdemocracia, pero no creo que hoy pudiera decir, como entonces: lo importante es la ética y poder mirarte al espejo. Cuando vas por la calle, no tener que agachar la cabeza, ni la mirada tampoco ante tus votantes. Deben ser los costes del poder que le ha ofrecido el mefistofélico Iván Redondo.
Igualmente, de Pedro Sánchez puede ser que tengamos que continuar oyendo de sus penurias de resucitado -tras ser apuñalado con verdadera saña por el aparato de su propio partido, el PSOE, en octubre de 2016 (seguramente para conmemorar el centenario de la huelga general de 1916)- yéndose de campaña por toda España con su propio coche para volver a su puesto de secretario general del PSOE algo menos de un año después de su NO es NO a Rajoy, y después también de unas primarias disputadas a Susana Díaz y con Patxi López como árbitro; en todo caso, la imagen real del Pedro Sánchez de hoy seguramente tiene muy poco que ver con aquella que nos desveló una famosa entrevista con Jordi Evole unos meses antes de su resurrección, donde reconocía explícitamente: me equivoqué al tachar a Podemos de populistas, el PSOE tiene que trabajar codo con codo con Podemos y reconocía igualmente la existencia de los embates de los poderes económicos que a través de los medios han intentado influir en mi decisión e impedir un entendimiento con Iglesias.
Está clarísimo que Pedro Sánchez aprendió la lección -para siempre jamás- y que ello ya no le permitirá ninguna licencia ni un distraído verso suelto fuera del guión establecido por quien realmente marca el rumbo político del país. Los poderes económicos, los medios, Podemos, todos son los mismos que hace dos años; Pedro Sánchez no. No es que entonces él representara la octava maravilla de la socialdemocracia, pero no creo que hoy pudiera decir, como entonces: lo importante es la ética y poder mirarte al espejo. Cuando vas por la calle, no tener que agachar la cabeza, ni la mirada tampoco ante tus votantes. Deben ser los costes del poder que le ha ofrecido el mefistofélico Iván Redondo.
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