Ahora que se han disparado quienes consideran posible un acuerdo final entre el PSOE y Unidas Podemos -arropados por los medios, que parecen considerar ahora que eso vende más- a mí me está costando tener que recurrir a Gramsci y poner en funcionamiento su recomendación del optimismo de la voluntad como forma de poder superar el pesimismo de la inteligencia, sobre todo porque la primera es cuestión de querer y la segunda de poder; no confío tanto en mi inteligencia.
Y, a pesar de ese soporte anímico -si Gramsci lo aseguraba...- sigo viendo tantos fanstasmas -reales e irreales- intereses -ocultos y evidentes- y finalmente, tengo tan presente esa idiosincrasia política nacional tan poco orientada al imperio de la razón en el ejercicio del poder político que, finalmente, el pesismismo -hasta prescindiendo de la valoración de mi cuestionada inteligencia- me puede: temo que algo ha de ocurrir que finalmente frustre la esperanza de una mayoría social de más de 11 millones de votantes. Y no ayuda la constatación histórica de que esto no haya sucedido en España desde Febrero de 1936 -hace casi un siglo- con el Frente Popular: fácil no deber ser; más recientemente el bipartidismo siempre se basó en que el PSOE -la izquierda nominal- negara el pan y la sal a cualquiera que mantuviera la defensa de una izquierda real.
Ojalá me equivoque y finalmente triunfe la voluntad, que me ha hecho recordar el famoso documental de propaganda nazi dirigido por Leni Riefenstahl; decididamente me embargan los presagios negativos. Y, a ratos, las dudas respecto a la utilidad final de la participación de Unidas Podemos en el gobierno. He tenido que recurrir de nuevo a la voluntad para ver en la adjunta portada de un periódico de entonces, La Voz, que Lerroux -el Alberto Carlos Rivera de entonces- se había quedado sin acta de diputado. Claro que también veo que se había declarado el estado de alarma en toda España...
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