El bipartidismo se resiste a aceptar su muerte: eso parece deducirse de la actitud -que no voy a adjetivar, aunque irresponsable me sale sin querer- de los dos grandes partidos que lo conforman: PSOE y PP; ¿que otra cosa cabe suponer cuando transcurridos dos meses desde las últimas elecciones generales el PSOE -el partido más votado- no ha conseguido los necesarios apoyos de otros grupos parlamentarios para lograr la investidura de su candidato a la presidencia del gobierno, y cuando lo más cercano a ello ha sido la promesa de apoyo para la próxima legislatura ¡del PP!, del otro integrante del bipartidismo; justificándolo -como es habitual en éstos casos- como necesario para lograr la estabilidad del país (por si no se ha entendido, para el PSOE y el PP estabilidad=bipartidismo; y la estabilidad parece haber alcanzado la categoría de bien supremo, sobre todo para algunos).
La resistencia del PSOE -de Pedro Sánchez- a un acuerdo programático y de gobierno con Unidas Podemos tiene que ser consecuencia, necesariamente, de la defensa a que se siente obligado respecto a los intereses del poder económico, a los intereses del establishment, que son quienes realmente manejan los hilos del poder político, aunque ello suponga para el PSOE la traición de los deseos de una mayoría social que suma más de 11 millones de votos (PSOE+UP; 7,5 y 3,7 millones respectivamente) nominalmente de izquierda.
Creerá Pedro Sánchez que presentarse a la investidura con la benévola negativa del PP (con la de Ciudadanos -o su abstención- ya cuenta, pese al guiñol que a diario nos ofrecen éstos últimos) e ignorando a Unidas Podemos -haciendo recaer sobre éstos la imposibilidad de un acuerdo, como la última vez- va a salirle gratis y que el poder todo lo borra, pero la ciudadanía va a acabar dándose cuenta del truco (que, tampoco era tan bueno, por cierto). Y si tuviera razón y acaba pasándolo por bueno, como país nos mereceríamos lo que está en proceso de maduración y que es muy posible que finalmente ocurra. Lo siento por una gran parte de los votantes del PSOE; por su candidez, quiero decir. Y, en definitiva, por este país, que parece destinado a transitar por una espiral infinita en un cansino déjà vu.
Mucho me temo que me haya equivocado poco.
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