Lo que a mí me sorprende es que alguien se sorprenda de la falta de palabra de Ciudadanos y, en general, del incumplimiento de sus promesas políticas; hay una regla infalible respecto a ellas: cuanto más rotundas, más breves. Hace tiempo que estoy convencido que Ciudadanos, esta versión 2.0 del Partido Radical que lideró Lerroux hace casi un siglo tiene, como aquél, la primerísima norma de ser lo que haya que ser para poder estar, y eso incluye, naturalmente, ser y hacer lo contrario de lo que expresaban sus promesas tajantes sin el menor empacho, justificándolo habitualmente como necesario para la gobernabilidad del país -o sea, para poder estar en el ajo- o, en su defecto, por el bien de España, que es aún más genérico y abstracto pero, a la vez, más radical (y a esos efectos, da igual que esa España contenga sólo una minoría de españoles).
Por ello, que alguien -mínimamente conocedor de quién es quién en el panorama político actual- realmente se sorprenda de los acuerdos de Ciudadanos, Vox y el PP -concretamente en la Comunidad de Madrid y Murcia- me parece de una candidez enternecedora.
¿No quedan ahora un poco patéticos los intentos de Iñigo Errejón de atraer a Ciudadanos a un acuerdo con Más Madrid diciendo hace sólo unos días que Ciudadanos debía tomar una decisión histórica que no tenía que ver con los puestos sino con la regeneración?, ¡pobre! aún no se ha enterado de que las líneas rojas -o naranja intenso- en Ciudadanos deben ser de chocolate; desaparecen rápido, sin que nadie sepa cómo; sus cordones sanitarios son de un fino hilo de algodón y sus cuarentenas nunca duran cuarenta días, sino un ratillo, hasta el próximo Telediario. Ni de que en Ciudadanos la Historia se la trae al pairo. Ni de que la regeneración era ésto, amigo.
En todo caso, Errejón nos aclara que si Ciudadanos preside la Asamblea (de Madrid) queda claro el acuerdo con las derechas. Ya; no lo habíamos pillado hasta que lo ha dicho él.
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