viernes, 21 de junio de 2019

La pretendida (e hipócrita) equidistancia.

Este mundo, en que las noticias tienen una vida tan breve que, no bien acabamos de entender una, ya es antigua y debemos comenzar a intentar entender la siguiente, casa mal con la ponderación, palabra que tanto significa determinar el peso de algo como proceder racionalmente al equilibrio; así ocurre que todas las noticias acaban pesando lo mismo porque no hay tiempo para pesar cada una, ni de equilibrarlas, considerando la veracidad de la fuente y su cuantificación, si procediera. De ésta peculiaridad de las noticias -su brevedad- (que han de servir de base para configurar nuestra opinión) son conscientes los medios de comunicación posiblemente desde siempre -al menos desde William Randolph Hearst, uno de los creadores de la prensa amarilla- pero ya digo, en la vorágine informativa en que se ha convertido la amalgama medios/redes sociales, es una peculiaridad utilizada a diario por los desinformadores oficiales, cuyo prototipo seguramente la mayoría tengamos en mente; no en vano es un periodista -eso asegura él de sí mismo- que resulta sospechoso habitual de haber trabajado para las cloacas del Estado.
Un ejemplo; aunque es sabido, producto de la estadística oficial existente, que semanalmente dejan de abonarse casi tres millones de horas extra, el actual presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Antonio Garamendi, ha afirmado que muchas empresas están llamando porque se están dando cuenta una vez que hacen el registro de jornada de que los empleados les deben horas; llamando a dónde: ¿a CEOE o a la Inspección de Trabajo de la Seguridad Social?; muchas ¿cuántas y cuales?; ¿se ha cuantificado el número de horas que los trabajadores deben a los empresarios?; el señor Garamendi no debe estar por estos detalles; él bastante ha hecho con dejarlo caer y procurar que cada uno haga rápidamente una deducción (sin datos es difícil hacer otra cosa): todos son igualmente mentirosos y defraudadores; asunto concluído y vamos a ver que ocurre con el Ayuntamiento de Madrid y los eventos del día del Orgullo LGTB.
Pero no, no todo es lo mismo,  producto de la picaresca patria en las relaciones entre trabajadores y empresarios; sin ponderación -ni cuantificación- resulta que las manifestaciones del señor Garamendi son un puro infundio que responde casi exactamente a lo indicado en varios de los once principios de la propaganda atribuídos a  Goebbels, concretamente en el denominado Principio de la transposición: Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan, y también a lo indicado en el denominado Principio de renovación: Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
Es por ello que las declaraciones del señor Garamendi ni siquiera dividen entre dos los tres millones de horas extra que semanalmente los empresarios deben a los trabajadores de éste país (la intención nada oculta del presidente de CEOE); más bien las elevan a infinito (resultado obtenido al dividir cualquier cosa entre cero, el número de los datos aportados por el señor Garamendi).

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