En cualquier deporte de competición se valora cada vez más la componente psicológica y también la habilidad que ha venido en denominarse leer -la situación, el partido, etc.-; es decir analizar las componentes estratégicas de esa competición en cada instante, de forma que sea más fácil aportar las fortalezas individuales propias para alcanzar la victoria.
Ambas se dan por supuestas también para los políticos -partidos y personas- que, de hecho, cuentan con gabinetes especializados en ambas disciplinas, nutridos ampliamente de psicólogos, sociólogos, politólogos y otros ólogos asimilados.
¿Porqué, entonces, transcurridos más de dos meses desde las últimas elecciones generales los partidos políticos parecen incapaces de algo tan simple como traducir escaños parlamentarios en coaliciones de gobierno (dado que parece que las fórmulas del bipartidismo ya no son de aplicación) y de leer la situación política del país en el instante actual?
Todas las respuestas que se me ocurren a la pregunta son descorazonadoras:
1ª) En realidad, la democracia, el voto, las elecciones, son meras figuras de distracción, un guiñol para adultos; el poder real para la elección de gobierno(s) no está en manos del del votante sino en las del poder económico; tardamos -están tardando- tanto en llegar a la solución porque los mecanismos estaban pensados para otras circunstancias (bipartidismo) y no se muestran muy flexibles en su adecuación a las circunstancias presentes (polipartidismo) que, por otra parte, son las habituales en una democracia avanzada (una prueba más de que la nuestra no lo es).
2ª) Los partidos no son, como pretenden teóricamente, aparatos de traducción de la democracia popular, antes bien son instituciones dedicadas a proporcionar un medio de vida y sustento a personas generalmente -siempre hay excepciones- incapaces de ganarse la vida de otra forma que no sea brujuleando, trapicheando y prometiendo lo que evidentemente son incapaces de llevar a la práctica; los partidos son los vendedores de una especie de ilusión colectiva, como la lotería.
3ª) En función de la anterior -y quiero creer que también con excepciones- la prioridad de un partido es su supervicencia y posible crecimiento a costa de los demás partidos: se trata de una batalla por el puesto, por el cargo, por el control en la adjudicación de recursos (y el correspondiente porcentaje a incautar), por la mamandurria de turno; en ese sistema lo último a tener en cuenta es la defensa los intereses de la mayoría ciudadana, como también pretenden teóricamente.
4ª)...seguro que la hay -y más- pero no tengo tanto corazón: ya advertía Willy de Ville de los peligros de tener demasiado..
Comprendo que este desahogo no hará mucho proselitismo para nuestro sistema político y democrático, pero es que no estoy dispuesto, además, a ser un ciego de la peor especie...el que no quiere ver. La responsabilidad de la poca credibilidad del sistema creo que es de otros, seguramente mía no.
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