De enjundiosos análisis de la situación política actual se deduce que hay dos posibles alternativas inmediatas: ir a unas nuevas elecciones (algo parecido a abrir la caja de los truenos, por su imprevisibilidad) o ir a la conformación de gobierno por acuerdo de dos o más fuerzas políticas en función de su representación en el Congreso de Diputados. Sí, esta última, que parecía la solución inmediata y evidente a raíz de las pasada elecciones de Abril, ha demostrado no ser tan inmediata ni tan evidente para algunos partidos, concretamente para el PSOE que, en posición fetal, añora hasta la irracionalidad los buenos tiempos del bipartidismo y desea a toda costa modificar la realidad a cualquier precio para materializar sus sueños. Porque, las soluciones, a raíz de las pasadas elecciones, siempre estuvieron ahí para el PSOE como la mayor fuerza parlamentaria y con la responsabilidad, por tanto, de elegir una de ellas: pactar con Unidas Podemos para un gobierno de izquierda o pactar con Ciudadanos para un gobierno posibilista -me resisto a considerarlo siquiera de centro- y a la medida de los deseos del establishment (incluso podría haber renovado el concepto de la Gran Coalición, con el PP, para que no cupiera duda); pues bien, el PSOE ha perdido cuatro meses para convencernos -y seguramente también para convencerse, no se explica si no- de que ninguna de las dos soluciones le satisface; en consecuencia, aquellos a los que se les llena la boca de constitucionalidad, de gobernabilidad y de responsabilidad institucional, son quiene tienen todos estos conceptos en suspenso desde hace cuatro meses, anteponiendo sus intereses partidistas a los del país, que continúa siendo administrado según los presupuestos generales del PP, como ya amenazó en su día Mariano Rajoy, al que habría que reconocer en esta ocasión sus dotes proféticas, ya que no otras.
Y todo, ya digo, por conseguir -en una hipótesis con poca viabilidad real- volver al agradable calorcillo familiar del antiguo bipartidismo que les asegure el poder político absoluto, donde tan cómodos y seguros se encuentran y donde pudieran continuar ignorando sus promesas electorales con total impunidad. Y entretanto, la perdiz en la que todos nos reconocemos, no ya mareada, sino a punto de vomitar, con lo infrecuente que eso debe ser; en fin, esperemos que los arúspices del PSOE tengan tiempo para interpretar los vómitos que se produzan en unas nuevas elecciones tal y como los antiguos interpretaban las vísceras de los sacrificios. Aunque, seguramente, creo que sólo podrán, como los economistas, predecir el pasado.