miércoles, 27 de julio de 2016

Elecciones sí, pero para un cambio real.

En las elecciones generales del 20 de Diciembre de 2015 el PP obtuvo 7.215.752 votos (el 28,72% del total de votos válidos) lo que le supuso una representación de 123 escaños del total de 350 que componen el Congreso de los Diputados; en las elecciones del 26 de Junio de 2016 los números equivalentes fueron de 7.906.185, 33,03% y 137; en la encuesta realizada por el diario  La Razón el 26 de Julio pasado (un mes después de las últimas elecciones) se pronosticaba que en unas hipotéticas terceras elecciones -esan que dicen que son tan malísimas pero que nadie parece saber como evitar- el PP aumentaría sus escaños en 5 ó 7, hasta un total de 143-144; pongamos que 143, para poder afirmar que si entre el 20 de Diciembre de 2015 y el 26 de Junio el PP aumentó en 14 escaños, entre el 26 de Junio  y esas hipotéticas elecciones en Noviembre de 2016, el aumento sería de 6.
Aún con las precauciones de tomar los últimos datos como lo que son -una predicción derivada de una encuesta- cabe suponer (por si en el PP habían supuesto, contrariamente,  que tras n elecciones llegarían a obtener de nuevo una mayoría absoluta), que el crecimiento de escaños del PP no es una función lineal, es decir, no puede ser representada por una recta y que tal crecimiento -que para mí ya resulta, en sí mismo, incomprensible, con un PP que también ostenta el título de ser el primer partido procesado en la historia del país- podría ser representado por una función cuya asíntota es una recta horizontal y que ambas se encontrarán en el infinito; lo que quiere decir, traducido, que al igual que el PP parece tener un suelo, igualmente tiene un techo, o lo que es lo mismo: partiendo de las circunstancias actuales, el PP volverá a obtener una mayoría absoluta que les permita seguir arrodillando (en dos de los sentidos de la palabra) a los españoles cuando las ranas críen pelo. 
Si a ésto unimos que la situación de equilibrios parlamentarios ha variado muy poco del 20-D al 26-J y que, previsiblemente aún lo haría menos entre los resultados del 26-J y los de unas elecciones en Noviembre de 2016, sería razonable pensar que todos los partidos ya hubieran entendido que la resolución al problema no pasa por convocar sucesivas elecciones sino que lo que debe solventarse con carácter previo es la  manifiesta incapacidad de los 350 representantes actuales en el Congreso de los Diputados -o, al menos, de los líderes de los distintos grupos- para proponer una solución de gobierno. 
En fin, lo que sugiero es que haya un cambio real de representantes -basado en la mencionada incapacidad, manifiesta y reiterada, de lograr acuerdos de gobierno- en el caso de que se celebraran las terceras elecciones en un año: es decir, ninguno de los 350 actuales diputados o que lo hubiera sido en la pasada legislatura -la breve- podría repetir candidatura (ya han suspendido por dos veces, que repitan curso, en el futuro podrían de nuevo presentarse a examen). Que serían -idealmente- estas terceras elecciones un buen momento para aprovechar y convertirlas, además, en constituyentes, de modo que posibilitaran cambios reales, radicales y evidentamente necesarios: de Constitución e instituciones; de país es difícil, por mucho que algunos soñemos con tal posibilidad.

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