Oigo cómo todo el mundo lo repite: No habrá terceras elecciones, pero cada vez tengo más dudas sobre si todo el que así se pronuncia lo hace queriendo expresar una axioma o bien está invocando un exorcismo.
Si atiendo a los posibles efectos que podrían tener en España -en los españoles, sobre todo- unas terceras elecciones, más alla de invocaciones generales a la inestabilidad política y financiera, a la imagen que daríamos -en realidad, que daría nuestra clase política- ante el mundo u otras generalidades por el estilo, no veo la razón o razones por las cuales fueran tan radicalmente indeseables unas terceras elecciones. Así pues, desde éste punto de vista, el que no haya terceras elecciones es, sin duda, un axioma, ya que constituye una proposición que se considera evidente y se acepta sin requerir demostración previa. He intentado obtener información al respecto introduciendo en un buscador la frase porqué serían tan malas unas terceras elecciones en España y no he llegado a ninguna conclusión cierta; curiosamente la mayoría de las referencias obtenidas sobre unas hipotéticas terceras elecciones eran previas a las segundas, cómo ésta de la consultora internacional Global Risk Insights (GIR).
Si atiendo, sin embargo, a las repercusiones últimas que pudieran tener unas terceras -o cuartas, o quintas, ya puestos...- elecciones en los propios partidos ahí sí que veo datos que me indican que al hablar de evitar unas terceras elecciones, en realidad se está invocando un exorcismo. Desde la calificación de disparate -de extraordinarias proporciones, según su última versión- o una insensatez que no olvidaríamos, por parte del presidente del gobierno en funciones, al genérico nadie quiere unas tercera elecciones de uso más habitual por parte de otros dirigentes políticos, me voy convenciendo de que, en realidad, son los propios partidos políticos los que parecen más preocupados por una repetición de elecciones ante el temor de que la ciudadanía les muestre de manera más explícita su desafección o bien les someta repetidamente a un mortificante día de la marmota electoral, hasta que aprendan a sumar y restar. Y siempre me queda la duda, en éste segundo supuesto, de cómo pretenden desde los partidos políticos exorcizar al ente maligno que posee a la ciudadanía para que votemos todos -o una mayoría, y mejor si es absoluta- a un sólo partido, que así es mucho más fácil. Que ha sido conocer una muestra de verdadera democracia -no el paripé de los últimos cuarenta años- y a nuestra clase política ha comenzado a venirle grande el invento. Sobre todo, teniendo que hacer sumas y restas.
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