Nadie de los que apararentemente cargados de razón afirman que lo último sería ir a unas terceras elecciones -un disparate para el presidente del gobierno en funciones- acostumbra a argumentar porqué eso sería tan malo, al menos yo no lo he oído ni leído de nadie.
Rajoy, ya manifestó que ir a una investidura para nada era una tontería, postura que me imagino que sigue manteniendo; por su parte el PSOE -aún con matices o posturas supuestamente pragmáticas y responsabilistas por el bien de España- también ha manifestado que no apoyará un nuevo gobierno del PP, ni por acción (coalición) ni por omisión (abstención). En esas condiciones, y teniendo en cuenta el resultado hasta ahora de las conversaciones del candidato más votado en las últimas elecciones con el resto de las fuerzas políticas -el rodillo parlamentario del PP tuvo algún efecto colateral, además de la aprobación de leyes por decreto- parece que los tozudos números de la aritmética parlamentaria suman y restan para dar un resultado muy semejante al anterior a las últimas elecciones del 26 de Junio. Y es que parece que entre el inmovilismo de lo que queda del bipartidismo -a quienes les gustaría que ésto se resolviera como siempre- y la impotencia de los nuevos partidos para forzar un cambio real de la situación, todo apunta a que se ha llegado a un empate técnico que los representantes parlamentarios han de asumir y gestionar pese a que, al parecer, o no pueden o no quieren hacerlo. Era tan de pantomima la democracia heredada de la Transición que en cuanto ha venido -como si se debiera a un accidente- la de verdad, no hay mecanismos previstos para traducirla a la correspondiente realidad de gobierno.
Rajoy, ya manifestó que ir a una investidura para nada era una tontería, postura que me imagino que sigue manteniendo; por su parte el PSOE -aún con matices o posturas supuestamente pragmáticas y responsabilistas por el bien de España- también ha manifestado que no apoyará un nuevo gobierno del PP, ni por acción (coalición) ni por omisión (abstención). En esas condiciones, y teniendo en cuenta el resultado hasta ahora de las conversaciones del candidato más votado en las últimas elecciones con el resto de las fuerzas políticas -el rodillo parlamentario del PP tuvo algún efecto colateral, además de la aprobación de leyes por decreto- parece que los tozudos números de la aritmética parlamentaria suman y restan para dar un resultado muy semejante al anterior a las últimas elecciones del 26 de Junio. Y es que parece que entre el inmovilismo de lo que queda del bipartidismo -a quienes les gustaría que ésto se resolviera como siempre- y la impotencia de los nuevos partidos para forzar un cambio real de la situación, todo apunta a que se ha llegado a un empate técnico que los representantes parlamentarios han de asumir y gestionar pese a que, al parecer, o no pueden o no quieren hacerlo. Era tan de pantomima la democracia heredada de la Transición que en cuanto ha venido -como si se debiera a un accidente- la de verdad, no hay mecanismos previstos para traducirla a la correspondiente realidad de gobierno.
Así pues, si los representantes parlamentarios devuelven a la ciudadanía un patético ¿que hacemos? y quieren obtener la constatación por tercera vez de su incapacidad, sea: que haya unas terceras elecciones, por muchos nervios que ello ocasione en el Ibex35, el gran capital y Europa, porque ¿quienes son realmente, en ésta situación, los responsables?.
Y, ya se sabe, a la tercera vá la vencida. Dicho que hay quien supone que se origina cuando en la milicia de la antigua Roma, los soldados se disponían para la batalla en tres filas, la primera las de los pilati o velites, era donde batallaban los soldados bisoños y armados ligeramente, en la segunda los soldados más experimentados y mejor armados, los hastati, y en la tercera, los responsables de mantener la línea, los soldados de mayor edad y más experimentados, los triarios; de ahí que el adagio ad triarium ventum est (llegaron hasta los triarios), significa resistir con los de la última fila, algo así como echar el resto en la batalla. A ver con cuantos triarios contamos. Si resulta que nuestros políticos no están finalmente a la altura, no vendría mal la puesta en vigor -políticamente hablando- de otra práctica de castigo de uso excepcional en las legiones romanas: la decimatio. Aunque dudo que sólo con un 10% menos se arreglara el asunto, supongo que al menos el 90% restante se pondría a ello, pese a los calores del verano.
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P.S.:
... posteriormente, Felipe González ha equiparado -no muy afortunadamente- ésta necesaria evitabilidad de unas tercera elecciones con la muerte de Santiago Nasar en Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez; ¿de quien sería la muerte anunciada en unas terceras elecciones?.
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P.S.:
... posteriormente, Felipe González ha equiparado -no muy afortunadamente- ésta necesaria evitabilidad de unas tercera elecciones con la muerte de Santiago Nasar en Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez; ¿de quien sería la muerte anunciada en unas terceras elecciones?.
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