A escasos cuarenta años de que el PSOE renunciara -por expresa voluntad de Felipe González- a reconocerse como marxista, ahora están bastante recelosos de que alguien les pueda arrebatar también la etiqueta socialdemócrata, de la que se consideran la única franquicia en España.
Pero es que ésto de las etiquetas autoadjudicadas nunca acaba de estar muy claro. Desde un punto de vista histórico, en su origen (1880-1914), el período clásico de la socialdemocracia coincide con la edad de oro del marxismo. La revolución soviética en Rusia (1917) tuvo entre sus consecuencias producir una ruptura dentro del marxismo entre posturas tradicionalmente revolucionarias y otras más orientadas al reformismo; éstas últimas conformarían la socialdemocracia de entreguerras. Tras el final de la segunda guerra mundial, la socialdemocracia europea abandonó formalmente el marxismo e intentó la acomodación a unas nuevas relaciones entre capitalismo y socialismo, de las que el PSOE se dió -le dieron- por enterado en 1979. Parece claro que en éstas relaciones el capitalismo cedió justo lo necesario -estado del bienestar, protección social, negociación laboral, etc.- para intentar demostrar a aquellos países que estaban bajo régimen nominalmente marxista que podía existir un capitalismo de rostro humano. Tras la caída de los regímenes comunistas en Rusia y el resto de países europeos de la órbita soviética, el capitalismo ha dejado de considerar necesarias para su supervivencia las concesiones sociales que en su día hizo y la socialdemocracia europea se comenzó a sentir sin la fuerza disuasoria prestada por la sombra amenazante del hermanastro comunista y actualmente le resulta más difícil cada día mantener las tesis y posturas de posguerra, es decir, el reformismo socialdemócrata. Es por ello que, cerrando el ciclo, la socialdemocracia de hoy se encuentra en el dilema de volver a las tradicionales tesis marxistas o desaparecer: ya no tiene ni siquiera la fuerza necesaria para plantear medidas reformistas dentro de un capitalismo salvaje y sin trabas. Y es por ello, también, que la etiqueta socialdemócrata podría adjudicársela hoy con más propiedad quien recoja y defienda los postulados del período clásico de la socialdemocracia.
A los que sonríen con suficiencia ante esta explicación y dicen considerar antiguas y obsoletas las tesis marxistas, siempre hay que recordarles lo obvio: más antiguo es el capitalismo y a pesar de lo irracional de sus presupuestos e imposible sostenibilidad, pocos podrán dejar de reconocer la fuerza con que continúa estrujándonos a todos, al tiempo que continúa esquilmando los recursos del planeta como si no fuera a existir un mañana. Que, continuando la esquilmación a este ritmo, desde luego que no.
No hay comentarios :
Publicar un comentario