El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares (que, por si no fuera de general conocimiento, recuerdo que ha ocupado el cargo más alto en la jerarquía de la iglesia católica en España), sabe -y nos lo ha dicho- cual es la ideología más insidiosa y destructora de la humanidad en toda su historia. Ya está otra vez la iglesia católica asustando con el comunismo, habrá pensado más de uno. Pues no, el cardenal se se refería a la ideología de género que, según él, tratan de imponernos poderes mundiales más o menos solapadamente con legislaciones inicuas, que no hay que obedecer. Yo, que no tenía noticia siquiera de que el género tuviera ideología, he tenido que recurrir a la sabiduría del papa emérito, Benedicto XVI, para saber a que se refiere el cardenal Cañizares: con la ideología de género el hombre moderno pretende librarse incluso de las exigencias de su propio cuerpo: se considera un ser autónomo que se construye a sí mismo; una pura voluntad que se autocrea y se convierte en un dios para sí mismo. Así es, para el cardenal Ratzinger, peor que el ateísmo y que el materialismo resulta una ideología que pretende la igualdad de hombres y mujeres con independencia de sus diferencias fisiológicas y que defiende igualmente que cada ser humano tiene el derecho a decidir su propia orientación sexual. Como los textos en que el cardenal Ratzinger diserta sobre la ideología de género resultan de nomenclatura algo arcaica -de hecho, habla de creaturas para referirse a personas- en el mismo sitio web reseñado nos lo explican: es una ideología (es decir, es un sistema de pensamiento cerrado) que defiende que las diferencias entre el hombre y la mujer, a pesar de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija, sino que son unas construcciones meramente culturales y convencionales, hechas según los roles y estereotipos que cada sociedad asigna a los sexos. Que se mencione, para empezar, que la ideología de genero es una ideología cerrada y que no se puede dialogar con los que la defienden, no deja de ser un rasgo de humor -negro, evidentemente-, viniendo de quien viene. Y, sobre todo, una ideología no es un sistema de pensamiento cerrado, sino el conjunto de ideas fundamentales de una persona, una colectividad o una época, según una definición más aceptable.
En todo caso, me ocurre lo mismo que al burgués gentilhombre de Moliere, que llevaba más de cuarenta años hablando en prosa sin saberlo: yo llevo siendo ideólogo de género aproximadamente los mismos años y también sin enterarme. Con el peligro que, al parecer, esa ideología encierra.
Aunque, la verdad, a mí más peligrosa me parece la apelación del cardenal Cañizares a los católicos para que desobedezcan las leyes que consideren injustas (en éste caso, la vigente Ley Orgánica 3/2007): no podemos someternos a una mentalidad inspirada en el laicismo, tampoco en la ideología de género porque -según el cardenal- ambas ideologías llevan gradualmente, de forma más o menos consciente pero certera a la restricción de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o ignorancia de lo religioso. Que era lo que, posiblemente, quería demostrar: empiezas por no distinguir entre sexos y acabas por no creer en Dios. O viceversa. Pero en el entramado de sus argumentos me he perdido: será el incienso, que siempre me ha mareado bastante.
En todo caso, me ocurre lo mismo que al burgués gentilhombre de Moliere, que llevaba más de cuarenta años hablando en prosa sin saberlo: yo llevo siendo ideólogo de género aproximadamente los mismos años y también sin enterarme. Con el peligro que, al parecer, esa ideología encierra.
Aunque, la verdad, a mí más peligrosa me parece la apelación del cardenal Cañizares a los católicos para que desobedezcan las leyes que consideren injustas (en éste caso, la vigente Ley Orgánica 3/2007): no podemos someternos a una mentalidad inspirada en el laicismo, tampoco en la ideología de género porque -según el cardenal- ambas ideologías llevan gradualmente, de forma más o menos consciente pero certera a la restricción de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o ignorancia de lo religioso. Que era lo que, posiblemente, quería demostrar: empiezas por no distinguir entre sexos y acabas por no creer en Dios. O viceversa. Pero en el entramado de sus argumentos me he perdido: será el incienso, que siempre me ha mareado bastante.
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