Tras
su robótico braceo para llegar al atril de la comparecencia en La
Moncloa, Mariano Rajoy nos anunció la buena nueva: España crece de forma
sana y equilibrada, el PIB, las exportaciones y el empleo crecen. Un
poco más y nos hubiera demostrado -con gráficos y todo- que la felicidad aquella que prometió a todos los españoles en la campaña electoral de 2011 ya nos ha llegado.
Pero
no oí que mecionara que casi un tercio de la población española está en
riesgo de exclusión y pobreza, incluyendo a aquellos que trabajan -a
ratos-, ni que mencionara que el número de desempleados que no percibe
ningún tipo de ayuda o prestación ha aumentado en cientos de miles (están en esa
situación actualmente más de 2,5 millones de personas) ni, en fin, que
hacer más competitiva -o sea, más barata- nuestra economía se haya
basado en precarizar cada vez más las condiciones laborales y en bajar los
salarios.
Ignoro
lo que el señor Rajoy considera sano, pero si fuera verdad que España
crece, desde luego no lo hace de forma equilibrada: hay hoy en España
más millonarios que hace cuatro años y más -muchísimos más- pobres. Y no sé
si puede ser posible que España crezca sin que la mayoría de los españoles nos enteremos.
¡Ah!,
y que para mantener éste crecimiento tan sano y equilibrado no nos
olvidemos de votarle a él, único garante de tan milagrosa recuperación.
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